Cartas
www.cubaencuentro.com Lunes, 17 de noviembre de 2003 www.cubaencuentro.com

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Leyendo la polémica en la sección de Cartas sobre el artículo Los Voluntarios, no he podido resistir la tentación de expresar también mi opinión.

En primer lugar, me pareció estremecedor y un llamado de atención a todos los que en la Isla en algún momento hemos sido "voluntarios". Es necesario que alguien alerte a nuestro pueblo de que detrás de una marcha, una banderita y el "vamos para no señalarnos", se está tomando de hecho una opción política, o al menos es visto así en la mayor parte del mundo. Son difíciles de entender, para quienes viven en sociedades democráticas, donde nadie te puede forzar a decir o tomar partido por algo en lo que no crees, los mecanismos diabólicos de los que se vale un régimen de corte estalinista para el control de las mentes y los actos. Resulta todavía más inexplicable que un pueblo con tradiciones de lucha y sacrificios como el cubano sea capaz de someterse a tales vilezas. Es algo que ni siquiera para los que vivimos dentro de la Isla y conocemos dichos mecanismos nos es fácil comprender.

Pienso que un artículo como Los Voluntarios va dirigido principalmente a aquellos a quienes critica, tal y como lo fue en su momento la carta de Martí. Por tanto, es más un llamamiento que una simple observación y crítica de los hechos. Desde este punto de vista, lo veo positivo y creo que tampoco es necesario tener una historia personal de cárceles e injusticias para hacer válida una opinión. De cosas que nos estremezcan estamos necesitados en Cuba, cosas que nos abran los ojos a la realidad y a las consecuencias de nuestros actos.

Sin embargo, es precisamente el hecho de que Los Voluntarios no llegue sino a una parte mínima de nuestra población, lo que más frustra su intento. Llegará seguramente a gran parte del exilio y para estos cubanos los efectos no serán tan buenos. No en balde la polémica, las cartas y las opiniones encontradas. Me parece que para los que viven fuera, aun más para los que ya llevan muchos años, el artículo sólo puede generar incomprensión y resentimiento, cosas que decididamente no apruebo.

Le falta a Los Voluntarios una visión más reconciliadora, un poco hacer notar que aquellos de las banderitas y los desfiles no son traidores ni enemigos, sino otras víctimas más al igual que los 75 encarcelados. Unos por haber tomado una postura de oposición directa y otros por lo contrario. Faltó decir que un régimen como el cubano se sostiene por el control férreo de la información, por el continuo repetir del mismo discurso político que en algunos casos termina con la aceptación y, en la mayoría, con el total rechazo a todo lo que traiga una etiqueta de "política". Por el continuo bombardeo propagandístico mucha gente llega a no estar ni a favor ni en contra, terminan llevándoles a la mente la idea de que no vale la pena opinar, todo es sucio de ambas partes y al final el resultado es que ceden su voluntad política a conveniencias mezquinas como aquello de "no señalarse". En otros, la sensación de miedo termina haciéndolos aceptar y "amar" aquello a lo que temen como mecanismo psicológico de defensa (recordemos 1984, de Orwell)

Mucho se podría hablar sobre este tema, pero lo principal es vernos como un pueblo con una identidad nacional única y muchos deseos de encontrarnos. Es lo que siempre digo a los que me hablan mal de estos o de aquellos: no olvidemos que todos somos cubanos. Cualquier intento, sea del régimen o del exilio, de dividirnos y presentarnos como enemigos es un crimen contra nuestra patria, el mayor de todos. Los Voluntarios, a mi entender, es un gran artículo de opinión que rebasa sus límites y se convierte en un llamado a aquellos que desgraciadamente nunca lo leerán.

Rick (también omito el apellido),
Barcelona

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Con respecto a Los Voluntarios, sólo puedo comentar que el autor, valiéndose de una comparación brillante, que de paso nos pone en contacto con nuestra historia, trae a la luz un comportamiento que no necesariamente es propio de los cubanos, pero que ha colocado más de una vez a nuestro pueblo en posiciones vergonzosas y deleznables. Tener miedo y prestarse al concierto del mal es la única manera de devenir voluntario, dondequiera y en cualquier época. El señor Díaz de Villegas halló un símil en nuestro propio siglo XIX, pero actitudes semejantes pueblan la historia universal en todas las épocas. No estoy de acuerdo con el lector Efraín cuando plantea que se trata de personas "que por obligación de alguna índole tienen que soportar las obligaciones que les impone el régimen, no todos están en las mismas condiciones, pero pienso que son cosas y problemas que pueden causar a sus familias si no asisten". Hace mucho tiempo que muchos cubanos han decidido ignorar las amenazas y no doblegarse al chantaje del poder.

Hace tres años que salí de Cuba y desde mucho tiempo atrás no asistía a los desfiles, no hacía guardias en el CDR ni iba a las reuniones, no pagaba el día de haber a las MTT, no asistía a los trabajos "voluntarios". Era mi manera personal de oponerme, de resistir. No era gran cosa, pero al menos me mantenía al margen del voluntariado que tantos han aceptado más por desidia y miedo que por protegerse a si mismos o a sus familias. Sólo que la frase "eso te puede perjudicar" y otras similares, han conseguido ubicarse ya en la mentalidad cubana con mucha fuerza y se acude a ellas para justificar la propia inercia y la propia cobardía.

Felicito al señor Díaz de Villegas, que nos da una lección de inteligencia y verdad.

Sinceramente,

Ana Soler,
Nueva Jersey

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Me tomaré el atrevimiento de responder en nombre de Néstor Díaz de Villegas —autor del artículo Los Voluntarios a la pregunta que formula (en esta sección de Cartas) Efraín, un cubano residente en París.

En 1975, a la temprana edad de 18 años, Néstor Díaz escribió su Oda a Carlos III, poema que respondía al rebautizo del bulevar habanero con el nombre del presidente caído en La Moneda. En esa etapa de "fervor revolucionario", el joven poeta no tuvo recato en leer aquellos versos disidentes a sus compañeros de clase. Esta lectura provocó que, luego de un mes de interrogatorios y un simulacro de juicio —que incluyó la traición de un amigo, un voluntario—, Villegas fuera sentenciado a seis años de privación de libertad, culpable del kafkiano y subjetivísimo delito de "diversionismo ideológico". En 1979, en una amnistía pasajera, el desgobierno cubano dio la libertad a un grupo de presos políticos, con la condición de que abandonaran el país. Villegas fue uno de los que tuvo la suerte —o el dolor inmenso— de dejar atrás el suelo patrio. Por tanto, Efraín, donde dices que estás ofendido porque "fuera del agua se nada muy bien", te respondo que el autor de Los Voluntarios, un "cubano de a pie", estuvo dentro del agua, un agua turbia y triste, teñida del acre color de la prisión injusta.

El párrafo anterior debe responder a la pregunta de qué hacía Villegas en Cuba para no ser un voluntario. Este párrafo inquiere: Efraín, ¿te has preguntado cómo han hecho, cómo hacen, cómo harán en ese paisito nuestro los disidentes, los presos políticos y sus familiares para no repetir el coro monocorde? ¿O es que acaso Oswaldo Payá y los casi 25.000 firmantes del Proyecto Varela conocen un conjuro especial que los protege de ser arrastrados por la involuntaria marea de voluntarios?

Martha Beatriz Roque Cabello, Oscar Espinosa Chepe, Oscar Elías Biscet, Raúl Rivero, Manuel Vázquez Portal y más de 70 compatriotas, conviven con alimañas (literales y figuradas), en celdas diminutas, con una alimentación desabrida e insuficiente, sujetos a visitas que no llegan a las dos horas cada tres meses… ¡y se mantienen fieles a sus principios! A pesar de esta evidencia abrumadora, ¿te parecen justificables las congregaciones masivas de voluntarios que asisten obligados?

Si los voluntarios no tienen el valor de disentir, que por lo menos callen. ¡Que dejen de aplaudir mientras menean la cola! No pido héroes. Pido silencio.

Octavio Paz se equivocó olímpicamente: somos los cubanos —y no sus compatriotas— los campeones mundiales del eufemismo. En tu carta, donde dices "por obligación de alguna índole", debes decir "miedo" (El primer paso es admitir el problema; el segundo, darle nombre). El miedo es un viejo conocido —con lo de "viejo conocido" no me refiero a Castro—, tumor de tentáculos largos que hace que aun en lugares tan libres como París mis hermanos tengan la cautela de, cuando expresan opiniones políticas, dejar a buen resguardo su identidad, ahorrándose la acostumbrada mención del apellido.

Alexis Romay,
Nueva Jersey

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Acabo de leer la carta de Efraín (cubano residente en Paris) y, por consiguiente, leí el artículo Los Voluntarios. Aunque está lejos de Cuba, Efraín mantiene los pies en el verde caimán, y eso me parece ideal, pues uno puede comparar si olvida las realidades del día a día cubano.

La manera en que el sistema de represión cubano funciona sólo lo podemos entender quienes lo hemos vivido. Es totalmente solapado y asunto de gota a gota. El gobierno es dueño de los medios de difusión, las armas y, de alguna manera, de la forma de pensar de un gran número de personas que nacimos, crecimos y aprendimos a ver la vida desde el perfil que nos enseñaron. Nos hacen creer que el mundo está patas arriba y que Cuba, a pesar de la escasez, es tranquila y segura. El noticiero muestra la violencia en Colombia, la campaña electoral brasileña, donde gana el que promete que todos los brasileños desayunarán, almorzarán y comerán todos los días; de Estados Unidos, los niños matando adolescentes en las universidades y todo lo malo que se les ocurra; de lo nuestro, sólo lo que les parece: el cumplimiento de los planes de producción, etc. ¿De veras creen que se habla de Payá, Vladimiro Roca o del Proyecto Varela? ¿O que se menciona los últimos desalojos de las casas construidas sin permiso? De eso no se habla porque forma parte del bien creado sistema.

Los que desfilan, no firman y tratan de vivir la vida del único modo que conocen, no son traidores, son cubanos como nosotros, la diferencia es que no tienen o no conocen otra salida. Salir de Cuba es muy difícil, tumbar a Fidel Castro es más difícil aún y la gente tiene necesidad de vivir ahí dentro. Si eres profesional y no asistes a los desfiles o a lo que se les ocurra, no te matan, no te hacen un mitin público, pero no cuentan contigo para nada, eso significa cero superación, cero viajes y con esto último se esfuman las posibilidades de poder traer dólares y mejorar tu casa, o, por otro lado, abandonar el país.

Son pocos los que siguen creyendo de verdad en el sistema, pero son muchos los que no tienen otra alternativa. Somos un pueblo de lucha, que nunca aguantó el yugo, que perdió a muchos hijos valerosos en las guerras de liberación. Me hierve la sangre cuando alguien dice que somos carneros, muchos nos hemos ido y, por tanto, de alguna manera hemos resuelto nuestro problema, no se puede hacer leña del árbol caído. Los que están allá luchan con la cotidianidad, el tedio, la desesperanza de no tener sueños ni proyectos de futuro. He visto un reportaje sobre la inmigración en Uruguay y alguien que entrevistaron dijo: "No sólo perdemos los jóvenes, los profesionales, perdemos la gente innovadora, con espíritu aventurero, esos son los que forman parte importante del desarrollo de un país".

Saludos desde Puerto Rico,

Katia Estévez

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Hace varios días leí el artículo Los Voluntarios y hoy leí la carta de un lector que se refiere al mismo. No creo válido el planteamiento, más o menos explícito en el artículo, de juzgar —en el ámbito judicial— a los que bajo el peso del totalitarismo se prestan a apoyarlo públicamente, aunque en realidad no lo hagan. Sin embargo, sin lugar a dudas, si pueden ser juzgados desde el punto de vista ético, por aquel razonamiento tan simple de que "a uno pueden prohibirle hacer lo que quiere, pero no pueden obligarlo a hacer lo que no quiere", y esa —tan fácil— es la respuesta para la pregunta que se hace el lector; por demás, nadie que se preste a hacerle el juego a algo en lo que no cree realmente —incluso apoyar el encarcelamiento de los que hacen lo que ellos no son capaces de hacer— debe ofenderse porque se le señale.

Saludos,

Carlos Hernández,
Miami

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En mi ya largo exilio nunca he visto nada semejante. La revista Encuentro y el diario Encuentro en la red son el diablo para los órganos de opinión cubanos. El diablo que hay que espantar y exorcizar como sea para que el desfile de conversos no vaya a más. Es tan endiablado el caos que Encuentro ha provocado, que se atreven a dar réplica a los artículos, algo inimaginable, pues durante años y años jamás salió una palabra sobre la disidencia, fuera interna o externa. Es tan perjudicial que no caen en la cuenta de que el objeto de su respuesta está prohibido para el resto de los ciudadanos y lo "prohibido" crea expectativa y van a procurarlo dónde sea. Encuentro revista es tan apetecible en Cuba como una lata de leche o una cajetilla de cigarros. Y las dudas que crea el intercambio de ideas va royendo las conciencias porque ahí hay algo que no es lo que han estado oyendo toda la vida.

Y nada les ha convulsionado tanto como el manifiesto de los intelectuales contra los fusilamientos y el encarcelamiento de los 75 disidentes. Y para más INRI, que apareciera en El País, al que hasta ese momento tenían en grandísima consideración. No hay más que ver cómo le han enfilado los cañones, que hasta gimoteantes editoriales ha habido.

No hay más que echarle un vistazo a La Jiribilla de esta semana, dedicada en un 50% a defenestrar Encuentro y de qué manera. Dándole otra vez la vuelta maniquea a su financiación, ocultando que Cuba también se beneficia de la ayuda de esas mismas fundaciones. Son artículos de gente resentida y aprovechada, que con la boca pequeña defiende la utopía de una revolución que hace muchos años se perdió.

Demetrio López

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Al señor Chomsky le tenemos el respeto que merece por su trabajo como lingüista y pensador, porque a los de la parte de acá, a los europeos, nos facilita desde el continente americano una versión que complementa la oficial. La amplía. Sólo le pediría que, en La Habana, además de dar a conocer su pensamiento y la postura del gobierno de EE UU con respecto a la Isla, manifestara que su pensamiento y esas reflexiones sobre su gobierno no le impiden regresar a casa y volver a salir cuando quiera. Que por manifestarse no va a perder su trabajo en la universidad y, desde luego, no se va a pasar veinte años en prisión. Y no lo dijo.

Cuba nos merece respeto por muchas cosas, pero nos duele en lo más profundo por otras. El pensamiento no se puede encarcelar. Que no olviden los habitantes de la Isla que si la represión del pensamiento en Cuba es una manera de defenderse de la "opresión" del gobierno de EE UU, no sé qué hubiera sido de Guatemala, El Salvador, Argentina, Chile, Panamá, Nicaragua..., con la opresión absoluta de la invasión, muerte, la tortura y miles y miles de "desaparecidos". Eso sí ha sido un marcaje directo, estar "embargado" por el gobierno de EE UU.

Elisa Luna

Referencias
Noam Chomsky cree que Washington ve un peligro en La Habana
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Soy un cubano que ahora reside en Paris, pero por mis ideas y sentimientos sigo muy unido a todo lo relacionado con mi patria, tuve la dicha de por unos amigos conocer de esta página, la cual encuentro muy interesante y aclaradora de cosas sobre nuestro país, pero el motivo por el que les escribo es que leyendo el artículo Los Voluntarios, sentí cómo se les trata de traidores a los cubanos que por obligación de alguna índole tienen que soportar las obligaciones que les impone el régimen, no todos están en las mismas condiciones, pero pienso que son cosas y problemas que pueden causar a sus familias si no asisten.

La pregunta que me hago es la siguiente: ¿qué hacía el autor de este artículo cuando vivía en Cuba para no ser un voluntario?, porque que yo recuerde hace relativamente poco tiempo en Cuba no existía la disidencia como en estos momentos.

Estimo, en mi humilde opinión, que cosas como esas hacen que los cubanos de a pie crean poco en las personas que se oponen al gobierno y a la vez se sientan ofendidos, como yo me sentí, porque fuera del agua se nada muy bien.

Cordialmente, un cubano que los sigue y desea que nuestro país sea muy rápidamente libre.

Saludos,

Efraín

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El espíritu general del artículo Los Voluntarios es plausible. Lo que no cuadra es el símil voluntario-colonia: voluntario-castrismo. Voluntario-colonia (español y cubano, incluso el padre de Martí) era un individuo cien por ciento convencido del sistema colonial y dispuesto a morir en su defensa, como lo hizo. Voluntario-castrismo, por el contrario, es un individuo con doble moral, doble cara: una oficialista con la banderita, y otra desafecta en los rincones de su casa. La mejor descripción de esa doble moral la ha dado Havel.

Juan F. Benemelis,
Miami, Florida

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En el lenguaje popular de Islas Canarias enriscarse significa caerse por un risco o acantilado, despeñarse. ¡Qué me enrisco!, conjugaría un desgraciado un instante después de dar un traspié al borde de un barranco. Y la verdad es que no se me ocurre ninguna idea brillante para asociar esta forma verbal al nombre artístico que ha elegido el humorista Enrique del Risco (Enrisco), como desconozco también si ha tenido en cuenta este juego de palabras. Baste decir que me parece divertida la coincidencia, aunque no tanto como el fino humor (de ese que hablaba Virulo y que produce más sonrisas que carcajadas) que desbordan sus sátiras políticas. Yo, y para seguir con la primera persona del presente del indicativo, sonrío y río con todo aquello que firma Enrisco.

A. María,
Canarias

Referencias
El comandante ya tiene quien le escriba
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