¿Quién discute el canon? Nadie serio. Al menos desde los años sesenta el canon dejó de ser la palabra de orden dentro de los criterios de valor. El valor no es un concepto abstracto desligado de las realidades históricas. Aquellos que siguen hablando del canon esconden en la discusión la nostalgia por un mundo medieval, cuyo reverso dantesco no quieren enfrentar porque demuestra la relatividad de toda fijeza. En las construcciones canónicas hay poco de estética y mucho de ideología —pasada por Salamanca—, pero ideología en última instancia. Desplazados por el impulso de las culturas modernas, los críticos nostálgicos se han refugiado en un canon que, en rigor, nunca existió, puesto que los propios autores que enarbolan como cimas reaccionaron contra toda estabilidad cultural, digamos Shakespeare y Cervantes, dos de los nombres favoritos. A ninguno de los dos les interesó estabilizar nada, por el contrario, su objetivo fue remover el canon de su época. Luego, quienes defienden un canon defienden una verdad a medias cuya pasión habría que buscarla fuera de la literatura. ÀPor qué las derechas políticas siempre se interesan tanto por el canon? Como casi siempre sucede, la crítica cubana actual está yendo por detrás de lo que la literatura está produciendo, lejos de estudiarla, quieren aplicarle las camisas de fuerza de un concepto tan engañoso y perverso como el de canon.
Ricardo Fronesis,
La Habana
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