www.cubaencuentro.com Viernes, 04 de abril de 2003

 
  Parte 1/4
 
Maestro de vida
Una inmersión en la obra de Rubén Blades luego de que su último álbum, 'Mundo', fuera premiado con un Grammy.
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid
 

"Soy un humano bendito con el poder de crear las ilusiones", ha dicho Rubén Blades, y qué duda cabe: el ciudadano panameño con residencia en Nueva York y Los Ángeles es un genuino y polifacético artista, además
Portada
de un excepcional creador musical. La descripción de su trayectoria, tanto en el arte como en la política y en su vida privada, puede seguirse paso a paso a través de su página web y en un sinfín de artículos y reseñas que han visto la luz en diversas publicaciones de todo el mundo, desde que a mediados de los setenta integrara primero la banda de Ray Barreto, y poco después la de su amigo Willy Colón.

Se trata de un artista con una visión universal no sólo respecto al contenido de los temas abordados, sino porque en sus dos últimos trabajos (Tiempos y Mundo), sin dejar de ser el espléndido Sonero Mayor que es, se ha desplazado con éxito hacia otras maneras de expresión, al incorporar estilos sinfónicos y fusionar diversos lenguajes musicales que beben en las fuentes de lo popular y lo folclórico. Para lograrlo, ha sumado a sus proyectos a músicos noveles de distintos países. La evidente vocación cosmopolita que asume hoy su música estuvo animada, al principio de su carrera, por una decidida voluntad latinoamericanista, jalonada por inolvidables temas que perviven en la memoria del gran público. En sus canciones se cuestionan las esencias más profundas de la cotidianeidad, inquietud difícil de encontrar en otro músico hispanoamericano.

Creador de vanguardia, Blades compuso Maestra vida —la primera ópera-salsa de la historia—, que expresa el ambiente de una típica casa solariega donde se desenvuelve la vida de una familia en medio de los más disímiles personajes y situaciones. Tal escenario dio pie al autor para componer los entrañables temas que la integran. Las creaciones musicales del panameño siempre proponen una idea y una manera de interpretar la vida y de comportarse en ella; o sea, una suerte de ética o de paradigma del ser humano, en particular del latino, del cual revela su cultura y sus hábitos más inveterados, y al que alienta a trabajar conscientemente en el rescate de su propia identidad, cultivando sus virtudes y sus valores morales y cívicos: "Apuesta a ser el ganador, lucha por ser el mejor; ¡intenta!".

La base rítmica que frecuentemente emplea en sus temas es el guaguancó o, como él suele llamarlo, un "fondo de música afrocubana". Quizás por ello, y por reflejar en sus textos "con gusto a calle" la crónica del mundo hispano de Nueva York, es que su salsa-mensaje consiguió en muy poco tiempo conectar íntimamente con este público. De repente surgía un cantautor que, utilizando una base rítmica ancestral pero renovada con atrevidos timbres y potentes armonías, era capaz de narrar e interpretar la poesía urbana que día a día coloreaba los destinos de millones de latinoamericanos en todo un continente: "Por eso es que no canto tonterías ni escribo el mismo son todos los días. Yo te canto de risa y de amor, de política, esperanza y también de dolor".

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