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Encuentro en la red - Diario independiente de asuntos cubanos
Viernes, 04 de abril de 2003
 
Cultura »Con ojos de lector
 
Un suculento festín de poesía
En 1945, Emma Pérez Téllez publica 'Isla con sol', hermoso poemario para niños que aún sigue condenado al olvido.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

Días atrás leí un artículo de un filósofo argentino donde éste decía, a propósito de un libro sobre la etapa de la llamada guerra sucia, que "el arte de la memoria supone la utilización recurrente del bisturí del olvido". Creo haber entendido lo que quería decir, pero pensé que me gustaba más darle la vuelta a su frase: "el arte de la amnesia exige la utilización recurrente del bisturí de la memoria". Supongo ello se deba a que por esos días estaba leyendo una obra de nuestra literatura que, desde que se publicó hace ya algunas décadas, ha sido condenada a un injusto olvido, del cual quiero rescatarla.

Emma Pérez Téllez (Murcia, España, 1900-Miami, 1988) debe ser para muchos una escritora totalmente desconocida. Ni que decir tengo que no figura en el Diccionario de la Literatura Cubana, del que, como tantos escritores que tomaron el camino del exilio, fue excluida. Tampoco hallaremos su nombre en los panoramas de la literatura cubana para niños que en la nefasta década de los setenta publicó aquella especialista del género llamada Alga Marina Elizagaray, hoy devuelta a un anonimato del que nunca mereció haber salido. Asimismo, Pérez Téllez ni siquiera fue incluida por Enid Vian en la reedición de 2001 de su antología Un elefante en la cuerda floja. Sólo se ha ocupado de recuperarla Sergio Andricaín, quien seleccionó tres textos suyos en Isla de versos. Poesía cubana para niños (Cooperativa Editorial Magisterio, Bogotá, 1999). Tal es nuestra ingratitud con una mujer que, además de ser figura clave en la renovación del sistema educacional cubano, dejó una obra poética de singular valor.

Me referí a la literatura para niños, a la cual pertenece el libro que voy a comentar. Pero unos años antes, Emma Pérez Téllez se había dado a conocer con un par de poemarios, Poemas de la mujer del preso (1932) y Niña y el viento de mañana (1937), que en su momento fueron muy bien acogidos. Del primero, Nicolás Guillén escribió en la revista Orbe que en su autora la poesía cubana moderna tiene "una representación femenina de primera fuerza"; y elogió entre sus cualidades el dominio de la imagen nueva, el concepto cabal de las dimensiones técnicas, la armonía en la distribución de los elementos fundamentales, la fuerza y "la famosa garra de quien ha logrado un dominio magistral de su instrumento". Emilio Ballagas expresó que "la desnudez y la sobriedad caracterizan la poesía de Emma Pérez", y la calificó de "precisa, sin excesos ni carencias, como para facilitar el juego de contrastes más o menos bruscos que perfilan su verso dándole una expresiva serenidad de grabado en madera". Y Félix Lizaso señaló que la realidad social presente en el poemario "no gravita sobre el lirismo sino que es sólo la base en que se asienta su planta. Es lo que hace de los Poemas de la mujer del preso algo distinto entre nuestros poquísimos libros de poesía nueva: ensayar prestarle a una gran realidad las posibilidades nítidas e inéditas de la poesía". Como dato a agregar, el esposo preso al que alude el título es el narrador Carlos Montenegro.

Con ese bagaje como creadora, Emma Pérez Téllez acometió la redacción de un poemario para niños destinado a servir en su trabajo en el aula a los maestros. Su militancia en el campo educativo apenas le dejaba "un margen de ocio para esmaltarlo de poesía". De modo que dedicó sus vacaciones a esa labor, convencida de que "nunca un escritor es más grande, ni nunca se llena más de gloria que cuando escribe para niños". El fruto de su esfuerzo vio la luz a comienzos de enero de 1945, cuando salió de la imprenta Isla con sol, un grueso volumen de 508 páginas en el cual reunió 204 poemas. Obra insólita no sólo en el panorama literario cubano, sino en todo el ámbito hispanoamericano, fue saludada como un "libro precioso y singular" por Herminio Almendros, quien en una carta que dirigió a la autora expresa: "Es un libro del que puede usted enorgullecerse. Es singular en verdad. ¿Qué otro poeta, de aquí y de allá, puede mostrar un tan fresco, lleno de aciertos y nutrido libro de poemas para la infancia? Los recopiladores al estilo de Bediales se habrán quedado perplejos al conocerlos. Porque, en verdad, es un ejemplo singular".

Isla con sol se abre con un prólogo para los maestros, aunque la autora advierte que la suya es una obra dirigida a los alumnos. Su lectura es, pienso, fundamental, porque en las ideas y juicios que expone en esas páginas, Pérez Téllez demuestra que tenía un concepto preciso y bien orientado de lo que debe ser la literatura para niños. Empieza por lamentarse de la pobreza ("una pobreza que es ya indigencia") que hasta entonces presentaba nuestra literatura infantil. Critica los pocos textos poéticos que se incluyen en los libros de lectura, y considera que lo peor es que muchos son de "una inadecuación tristísima". Acerca del debatido asunto de si la poesía es accesible a los niños, no duda en afirmar que sí lo es, ya que "el niño se expresa en imágenes, es ingenuo, se está empinando maravillosamente hacia el futuro, es, en una palabra, poeta". Defiendo que esos textos no pueden ser desterrados de la escuela bajo ningún concepto utilitario, pues también ayudan a preparar para la vida. Sobre todo, añade, los realistas, de los cuales considera —y aquí incorpora un juicio de mucha lucidez— "no es preciso erradicar lo fantástico, porque para los niños lo real está hecho de fantasías precisamente". Asimismo, para ella, la literatura para niños, además de ser un instrumento didáctico y formativo capaz de superar a cualquier otro, debe poseer un valor intrínseco. Insiste por eso en que ese rol educativo debe cumplirlo "sin que se lo proponga directamente, o al menos, sin dejar ni sospechar que se lo ha propuesto". Y anota, por último, que en el aula el niño debe ser "otra cosa, esa maravillosa cosa distinta que es cuando se le deja ser niño. Es necesario que construyamos la escuela niño. Que dejemos a los escolares, mejor dicho, en libertad y en alegría de construirla ellos mismos".

Lo que sigue después es un verdadero festín de poesía, un suculento banquete donde hay para complacer los gustos de los lectores de diferentes edades. ¿Que se trata de un alumno o una alumna a quienes le encantan los personajes fantásticos? Pues para ellos hay todo un bloque, en donde las travesuras de los duendes están vistas con una gran simpatía, las hadas aparecen recreadas con toda su belleza y los villanos, como reclama ese público, en derrota. ¿Que otro u otra prefiere, por el contrario, que le narren versiones remozadas de los cuentos tradicionales? Pues Pérez Téllez le ofrece una Caperucita que va a visitar a su abuela en "una maquinita tan roja como su gorro", y una Cenicienta que vive en La Habana, escucha la radio y conoce a su galán en un cruce telefónico. ¿Canciones de cuna para que las madres duerman a sus pequeños o las niñas a sus muñecas? De ellas hay una amplia selección, pues para la autora se trata de canciones que no mueren, que son inmortales, y que "son a la primera infancia tan sueño como el sueño mismo". ¿Trabalenguas, textos sobre figuras y asuntos patrióticos, sobre motivos folclóricos, sobre animales y plantas, sobre la vida en el hogar y la escuela? También los hay en Isla con sol. E incluso hay también páginas destinadas a captar el interés de los lectores escasos de sensibilidad poética, y para aquellos que sienten hacia lo poético o simplemente literario una especie de rubor, de invencible vergüenza, "como si ello fuera poco viril". Tan variada gama de temas se subordina, sin embargo, a un eje central: "el estímulo al esfuerzo cotidiano y alegre". Y en efecto, aunque Pérez Téllez no escamotee las aristas más tristes de la realidad, ha escrito un libro que, ante todo, rebosa alegría y amor por la vida.

Quinientas ocho páginas son ciertamente muchas páginas, y sería absurdo pretender que Emma Pérez Téllez logre igual nivel de creatividad e imaginación en todos los textos. Pero en conjunto, en Isla con sol predomina la buena poesía, el balance general es muy notable y hay unas cuantas piezas que merecen figurar en cualquier antología de la mejor poesía para niños escrita en Cuba. Anochecer es un ejemplo: "Tomeguín del Pinar,/ ¿de dónde vienes?/ -De pintar pentagramas/ con trinos breves.// Y, ¿dónde los pintaste,/ plumitas finas?/ -Sobre una linda falda/ de muselina.// -¿Quién llevaba la falda,/ mi pintorzuelo?/ -La tarde la llevaba,/ llena de vuelos.// -Voy a salir a verla,/ ¿por dónde irá?/ -Pregúntale a la brisa/ del guayabal". El admirable equilibrio de los elementos formales, el dominio de las imágenes, el lirismo tierno y delicado, el acertado empleo de los diminutivos, la belleza y frescura de la rima, evidencian que nos hallamos ante una magnífica poeta. ¿Otra muestra? La noche, donde la autora incorpora un humor suave y juguetón: "La noche vino/ con desparpajo,/ tiznó el jardín/ de arriba a abajo/ untó de hollín/ rosas y lilas/ ¡qué carbonera/ tan engreída!// Pero después/ salió la luna/ y una moneda/ de plata pura/ echó al jardín/ quien se compró/ jabón lumínico/ y se lavó./ Hoja por hoja/ y flor por flor,/ todo el hollín/ se lo quitó.// ¡Señora Tizne,/ que papelón!". Con textos como éstos, que, insisto, abundan en Isla con sol —puedo citar algunos más: Balada, Diálogo alto, Mi abuelita, Balada muy breve, Cancioncita sin miedo, Baladita de la suma imposible—, se podría compilar un volumen que no desmerecería al lado de títulos considerados hoy clásicos, como Romancero de la maestrilla, de Renée Potts; Juegos y otros poemas, de Mirta Aguirre; Por el mar de las Antillas anda un barco de papel, de Nicolás Guillén, y La flauta de chocolate, de Dora Alonso.

Isla con sol es, en resumen, una obra de méritos literarios muy notables, y de ningún modo merece el olvido en el que, más de medio siglo después de su publicación, se le sigue manteniendo. Sería una insensibilidad lamentable que a Emma Pérez Téllez no se le acabe de reconocer el derecho a ser tenida en cuenta por tan significativo aporte a la literatura cubana para niños.

 
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