www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
  Parte 1/3
 
Una batalla contra los demonios
Confluencias entre música y cine en el panorama artístico de la década del setenta.
por ARSENIO RODRíGUEZ, Barcelona
 

Si la cultura cubana quedó marcada en los sesenta por la censura del documental PM (Pasado Meridiano), de Sabá Cabrera Infante, la situación no va a ser muy diferente en la década del setenta. Los creadores dedicados al cine tendrán su batalla particular contra los demonios vestidos de censores. En 1971, el
El hombre de Maisinicú
efecto del emblemático "Caso Padilla", que tuvo como protagonistas al poeta y su libro Fuera de juego, fue más amplio que el de PM, pues el sistema mantuvo su política de "dejar hacer" con límites muy estrechos, y siempre bajo el amparo de la censura.

Unos versos del escritor Virgilio Piñera, como homenaje a José Lezama Lima, definen muy bien este escenario: "Vivimos como pudimos, no como quisimos". De ahí que los críticos cubanos de dentro y fuera de la Isla hayan calificado la década como "decenio gris", entre otras cosas, por su sovietización. No obstante, y salvo excepciones, entre lo que se dejó hacer y se hizo bien estuvo el cine y la música.

Fue esta una década dura. Con las nacionalizaciones y otras medidas revolucionarias de abolición de la pequeña propiedad privada, el país se vio seriamente afectado en su entramado económico interior y exterior, tras romperse el flujo comercial de la Isla con el sur de Estados Unidos. Situación que se reflejó, sobre todo, en la disminución del número de películas realizadas. Otra cuestión a tener en cuenta es que el liderazgo de Leo Brower y el Grupo de Experimentación Sonora (GES) en la especialización de las bandas sonoras, apartó del contexto a Juan Blanco, Harold Gramatges y Roberto Varela, quienes ya contaban con una experiencia y pudieron haber desarrollado otras líneas de trabajo con el ICAIC.

Capitaneado por Leo Brower, el GES fue un ejemplo de acierto para las bandas sonoras que se crearon por esos años, aunque también formó parte del entramado propagandístico de la visión positiva que pretendía ofrecer la revolución, por lo que la otra parte de la realidad nacional nunca estuvo representada.

La interacción del GES se hizo más efectiva con los documentalistas, quienes emplearon con profusión las canciones de Pablo Milanés, Noel Nicola, Silvio Rodríguez, Eduardo Ramos y Sara González, así como el trabajo instrumental del grupo en general, donde destacaron Santiago Álvarez, Manuel Herrera, Octavio Cortázar, Miguel Fleitas y Manuel Pérez.

Canciones como La nueva escuela, de Silvio Rodríguez, o la dedicada a los Comité de Defensa de la Revolución (CDR), formaron parte del bagaje musical de quienes vivieron ese momento. A pesar de su carácter panfletario, estos temas poseían elementos de fusión del rock y el son muy bien logrados. Su huella puede reconocerse en grupos de años posteriores (Habana Abierta, Buena Fe, Moneda Dura o Superávit).

Quizá una de las contribuciones más transcendentes de la música hecha para cine salida del GES, fue la de la película El hombre de Maisinicú (1973), dirigida por Manuel Pérez y de donde nació la canción homóloga de Silvio Rodríguez, una de las mejores que se han concebido para el cine cubano.

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