El año pasado, un jurado integrado por Marilyn Bobes, Vitalina Alfonso y Marta Rojas otorgó el Premio de Narrativa Femenina Alba de Céspedes a Nancy Alonso (1949) por su volumen de cuentos Cerrado por reparación. Ese mismo año el libro fue publicado por Ediciones Unión, gracias a una financiación aportada por el Fondo de Naciones Unidas para el Desarrollo de la Mujer. Alonso, quien se dio a conocer en 1997 con Tirar la primera piedra (mención en el Premio David), forma parte, junto con Ena Lucía Portela, Anna Lidia Vega, Verónica Pérez Konina, Mylene Fernández Pintado, Adelaida Fernández de Juan y Mirta Yáñez, de un grupo de narradoras que en el último decenio han enriquecido de manera muy estimulante un paisaje que hasta entonces estaba dominado por los hombres.

César, una de las narraciones del libro, comienza así: "Era la época en que todos criábamos o cultivábamos algo. Cayéndose el Muro de Berlín e inundándose esta isla de jaulas, canales y cercas fue la misma cosa. Mientras los europeos derrumbaban barreras, acá las levantábamos. Cuestión de subsistencia". De ese modo, Nancy Alonso nos ubica en el tiempo y el espacio donde se ambientan los once cuentos que componen Cerrado por reparaciones. En ellos, recrea en clave humorística un puñado de situaciones cotidianas en la Cuba posterior al hundimiento del llamado campo socialista. Situaciones intrascendentes que le pueden suceder a cualquier hijo de vecino en cualquier país del mundo: hacer una llamada desde un teléfono público, llegar puntualmente al trabajo, reparar una gotera que ha empezado a caer en la cocina, lograr que reparen un bache en la calle, conseguir leche para desayunar diariamente, pedir a una prima que nos deje usar el baño. El problema viene cuando se enfrenta uno a cuestiones tan sencillas y nimias en un país donde el surrealismo tiene su reino natural y en el cual la escasez, las necesidades y las dificultades materiales se han ido acercando cada vez más a las de las naciones más empobrecidas y atrasadas del planeta.