www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/2
 
Entre utopía y realidad
La Fundación Carlos de Amberes acogió recientemente la exposición 'Interiores cubanos', con fotos de Robert Van Der Hilst y textos de Zoe Valdés.
por DENNYS MATOS, Madrid
 

Por un lado, están las sobrias casas de Cuba, con débil e intuitiva iluminación. En muchas de ellas entra la luz siempre por la izquierda, como en los cuadros de Rembrant. Las familias en actitud de pose y la disposición espacial de códigos pictóricos académicos hacen referencia a esos interiores que en el siglo XVII tuvieron su esplendor en los Países Bajos. Familias cuyo aspecto, vestimenta y ajuar doméstico descubren una pobreza no concentrada en ninguno de estos elementos, sino dispersa, desigual. En la composición se crea una especie de aura que no es de humildad, como reconocimiento de unas limitaciones intrínsecas a nuestro ser —en cuyo caso se obraría en función de una virtud—, sino de franca pobreza, de evidente miseria, cercana a la indigencia.

Cuba
Interiores cubanos en Cuba (Robert Van Der Hilst).

Por el otro, las familias y casas de Miami, con presencia abundante de objetos y decoraciones de rasgos grandilocuentes. Son fotografías con una mayor intensidad de luz, que hacen brotar más la nitidez y el colorido; imágenes donde aparecen frecuentemente personas que sonríen y posan dejando entrever mensajes de abundancia y bienestar. Incluso, aquellos discapacitados con limitaciones motoras, ayudados de las últimas tecnologías, enseñan también su buen semblante. Casas lustrosas, objetos decorativos y equipos electrodomésticos habitan unos espacios a veces sobresaturados.

Esta serie realizada en Miami recuerda a menudo las fotos enviadas a Cuba por los familiares y amigos de "La Comunidad". De ahí que en su factura algunas de ellas tengan el efecto de una actualidad inmediata, de un reportaje informativo, incluso de cierta superficialidad turística que viene dada por la calculada espontaneidad de sus personajes.

En cambio, la serie tomada en la Isla, con su excelente empleo de la luz, los encuadres y la composición, tiene ese ambiente añejo que da a las imágenes un aire atemporal de tinte clásico. No hay un registro decorativo o cualquier otro tipo de huella, de indicio que pueda precisar los años, el quinquenio, ni siquiera la década en que fueron realizadas. La serie de Cuba está fechada en 2001, pero pudo ser tomada perfectamente diez años antes. Las imágenes crean la ilusión de parecer fotos de archivo, dan la sensación de pertenecer a un tiempo pasado de memoria difusa.

Al mostrar las caras socioculturales con disímiles señas de la identidad cubana, Interiores cubanos plantea, entre otras cosas, el drama provocado por la utopía revolucionaria. Generaciones enteras educadas para crear una cultura y una sociedad nueva, en oposición irreconciliable a la que había existido antes de 1959, que tiene su pilar fundamental a noventa millas de las costas cubanas. El paraíso utópico revolucionario, que prometía la igualdad, la alegría, el derecho, la libertad, el bienestar, el compañerismo, la abundancia… se fue desvaneciendo ante su propio infortunio, y los ciudadanos de varias generaciones sacrificadas en pos del sueño se vieron engañados sin oportunidad de recuperar ni las energías ni el tiempo perdido.

Las imágenes familiares de Miami, con sus grandes casas, piscinas, carros y todo tipo de objetos de la sociedad de consumo, comenzaron a construir un imaginario popular que desmontaba la retórica ideológica de la revolución. Así es como ese imaginario va convirtiendo cada vez más a Miami en una especie de país de Jauja. Allí, en vida, los ciudadanos pueden aspirar a tener lo que en la Isla sólo pertenece a un discurso situado en un futuro castrista que, además de azaroso y confuso, entraña un largo e interminable sacrificio.

Miami, tal y como hoy se nos presenta, vendría a ser una suerte de efecto de la utopía revolucionaria, en la medida en que su existencia fue compulsada como contra respuesta a un proyecto social utópico, cuya realización ha sido siempre postergada. Los cuadros interiores de Miami encarnan en Estados Unidos el deseo de lo que quisieron ser en Cuba.

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