www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
   
 
Lágrimas negras, lágrimas gitanas
Un repaso al disco que recientemente grabara Bebo Valdés con el cantaor Diego 'El Cigala'.
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid
 

A Paquito D' Rivera debemos el redescubrimiento de Bebo Valdés. En 1994 consiguió sacarlo de su glacial retiro sueco para enrolarlo en la aventura de grabar Bebo Rides Again. Bebo es uno de los más genuinos exponentes de la escuela cubana de piano y, como dijo recientemente en una entrevista, "yo empecé con la música de la calle, del pueblo. No fui a ninguna escuela, lo que aprendí fue gracias a un profesor privado y por motivos especiales (…) Yo conozco todos los géneros que he tocado, los he respirado y la gente como Chucho (su hijo) los sabe porque los han aprendido". En el mencionado disco, y en cada una de las interpretaciones de este excepcional artista, se aprecia la raigambre popular que distingue su ejecución.

El Cigala
Cantaor Diego 'El Cigala'.

Quizá aprovechando este factor, Fernando Trueba, el coproductor de la placa, decidió llevar a cabo un experimento audaz: recrear canciones y boleros emblemáticos del cancionero popular latinoamericano en clave de flamenco, interpretados por un talentoso cantaor como Diego El Cigala. En vez de buscar el respaldo de un tocaor, decidió que fuese Bebo quien le ofreciera el soporte de su maravilloso piano y de sus arreglos.

Porque es muy difícil que el piano ocupe el sitio que le corresponde a la guitarra como partenaire natural de un cantaor de flamenco. A pesar de tal aforismo, el resultado está a la vista: un notable disco, exponente de esa manera de hacer jazz-fusión que tanto le gusta a Trueba. No obstante, el efecto alcanzado en Lágrimas negras (BMG/Ariola) es bastante irregular.

Hay temas en los que la interpretación de El Cigala resulta convincente y llega a emocionar; empero, en otros no satisface las expectativas. El piano de Bebo emana poesía, puro lirismo en muchas de sus variadas improvisaciones; incluso el bajo de Javier Colina y los instrumentos de percusión consiguen empastarse orgánicamente con los teclados ejecutados magistralmente por "el orgullo de Quivicán". No así la entrega de El Cigala, que en temas como Inolvidable y Veinte años, por ejemplo, no consigue conmover, faltándole fuerza expresiva, vehemencia. En la interpretación de estas composiciones se echa en falta una completa identificación con las mismas: conseguirlo exigía haberlas estudiado a fondo para aprehender cabalmente el sentimiento que emanan. Sólo así el gitano hubiera logrado estar a la altura de su formidable acompañante. En temas como los señalados no llega a producirse la magia del diálogo entre instrumentista y cantaor, por lo que no cuajan artísticamente como obra de ensamblaje de géneros.

Paradigma de este tipo de experimentaciones es el álbum Spain, fabuloso disco de Michel Camilo y Tomatito, donde ambos virtuosos consiguieron establecer una intensa y orgánica relación de contrapunto estilístico. En el mismo, la aportación instrumental y lírica y la solvencia creativa que expresan en cada tema se mantiene en cotas muy altas, convirtiéndose en una auténtica fuente de placer estético por el caudal de emociones que trasmite desde el primer hasta el último acorde. Asimismo, el cantaor José Mercé ha incursionado con éxito en grabaciones que vinculan el flamenco con la música popular cubana, tal y como demuestra su interpretación del tema La vida sale.

Tales reparos no restan mérito a la entusiasta producción de Fernando Trueba y Javier Limón. En el tercer surco del disco, que da título al álbum, El Cigala consigue integrar su bien dotada voz al ambiente demandado por esta antológica composición de Miguel Matamoros. Del mismo modo, el tango Niebla del riachuelo y los temas Corazón loco, Se me olvidó que te olvidé — en el que Bebo intercala acordes de un cubanísimo cha-cha-chá— y Vete de mí —interpretado en su día por Bola de Nieve— resultan muy convincentes, considerando la capacidad emocional que despliega El Cigala en cada uno de ellos. Mención aparte merece La bien pagá, en el que la concentración del cantaor vuelve a decaer lastimosamente, mientras que las voces de los coros no se conectan en serie con él, sino en paralelo, faltándoles una mayor modulación en su registro. El tema lo salva Bebo con un extraordinario solo.

En el último surco, El Cigala logra sumergirse en la atmósfera intimista de Eu sei que vou te amar, regalando una interpretación cargada de requiebros y matices que desbordan sensibilidad y fuerza expresiva. Grata impresión final de este disco experimental y vanguardista.

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