www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 3/3
 
Reverencias y riberas
En el aire la oleada represiva, el desafío es subvertir la cultura del miedo. Ahora más que nunca, los intelectuales cubanos tienen un papel que asumir.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Una reverencia al pasado

Un texto de Guillermo Rodríguez Rivera sobre Raúl Rivero —aparecido en la publicación semanal La Jiribilla, del Gobierno cubano— es la mejor muestra que he leído en los últimos tiempos de la difícil encrucijada en la que se encuentran los verdaderos creadores cubanos residentes en la Isla. Rodríguez Rivera nunca ha sido un oportunista. Tampoco un funcionario. Que conozca, es el único escritor cubano residente en la Isla que ha logrado, en estos últimos tiempos, llamar a Rivero su "amigo" y elogiar su poesía en una publicación del régimen.

El texto es doloroso no sólo por el lamento ante el compañero preso, sino también por las razones que esgrime —que apenas se atreve a esgrimir— para justificar la detención. Ambos —el detenido y el que sufre pero acata con sumisión histórica— son poetas. La justificación es, por otra parte, patética. Hay una referencia a que "la independencia siempre es relativa" —al hablar de la aparición de los trabajos de Rivero en El Nuevo Herald— que en la situación actual de encarcelamiento de su antiguo compañero transforma en procaz una afirmación que en cualquier otro contexto resulta real, pero al mismo tiempo vaga. Hay también un detenerse en el historial revolucionario del periodista independiente que no cumple la función de exaltar su obra —aunque quiero pensar que fue escrito en ese sentido—, sino de mostrarlo como un confundido. A lo anterior se suma una comprensible ignorancia de la realidad y la historia de Miami, que llevan a afirmar de forma rotunda que el periódico —y como consecuencia los artículos de Rivero— aparecen "bajo el auspicio y con el apoyo del exilio cubano de esa ciudad". ¿Qué exilio? ¿Dónde colocamos entonces a los voceros radiales que se pasan la vida criticando al periódico por no responder precisamente a lo que ellos consideran la "línea del exilio"? ¿En qué lugar sitúa Rodríguez Rivera a algunos de sus columnistas, que en las mismas páginas de El Nuevo Herald hemos rechazado los actos de repudio en contra de los artistas provenientes de Cuba y criticado la última marcha realizada en esta ciudad, la política del presidente Bush y la guerra en Irak? Es cierto que hay un exilio, pero también es cierto que los exiliados son diversos, que quienes vivimos en Miami no compartimos un punto de vista único. ¿Cómo hablar simplemente de auspicio al referirse a una publicación que forma parte de un enorme conglomerado de prensa, con intereses diversos en varios Estados de la nación? Quiero pensar —lo repito— que es ignorancia lo que hay detrás de ese afán de despachar con brevedad las decenas y decenas de crónicas y artículos de Raúl Rivero aparecidos en El Nuevo Herald. Trabajos que expresaron opiniones contrarias a la visión estereotipada y completamente falsa de lo que se considera en muchas partes del mundo como la esencia del exilio cubano miamense: reaccionario, belicoso e ignorante. No quiero dudar que es desconocimiento lo que llevó a menospreciar —con calificativos compartidos por los fiscales y carceleros que han encerrado al amigo— los trabajos de un periodista que entregó muchos textos en los que —por encima de la política— imperan las impresiones de la vida diaria en la Isla, y donde lo que resalta es la ironía, el humor y las vivencias de un escritor que, ante la página por llenar, sólo se cuida de mantener un estilo depurado.

Más lamentable aún es que un escritor como Rodríguez Rivera sea incapaz de comprender "cuál paradoja condujo al joven poeta promovido en el dogmático e intolerante quinquenio gris, a convertirse en el único poeta que merece tal nombre entre nuestros disidentes de hoy". No entender esa "paradoja" es no entender igualmente la existencia de la revista Encuentro, en la que Rodríguez Rivera ha colaborado, e incluso expresó su interés en seguir colaborando pese a las diferencias con su creador y quien fuera director hasta su muerte repentina, Jesús Díaz. Resulta triste, además, encontrar que un ensayista tan lúcido siga justificando al proceso cubano con una visión hegeliana de la historia, que hace más de 30 años Heberto Padilla hizo trizas con unos cuantos poemas.

Tras la idea de un exilio monolítico —como pretende el Gobierno cubano que es el Partido Comunista— y el asombro ante los cambios en las creencias y actitudes de cualquier hombre, habita la misma forma de pensar y juzgar. Vivir en un país totalitario es malo para la salud: corrompe el pensamiento. A veces, ya lo advirtió Orwell, ni siquiera es necesaria la residencia. Tengo una excusa más para justificar el contagio que afecta a Rodríguez Rivera.

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