www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/3
 
Una cárcel dentro de otra
El escritor cubano Félix Luis Viera habla de su experiencia como prisionero en las UMAP y acerca del proceso de gestación de su novela 'Un ciervo herido'.
por MIDIALA ROSALES ROSA, México D. F.
 

En la novela hay un personaje que se apoda El Artista o La Elefanta, basado en un amigo mío que todavía vive y hace teatro en La Habana, una persona muy famosa y reconocida ahora. Cuando se lo llevaron, él tenía 34 años. ¡Cómo sufría aquel hombre y qué hombre más valiente! Todavía no me lo explico, porque cuando encerraron y emprendieron un control sobre determinadas personas durante la invasión de Playa Girón, tenían una justificación: nos estamos defendiendo. Pero aquí era emprenderla contra seres humanos buenos, infelices que no habían hecho ni estaban haciendo nada.

'Un ciervo herido', sinfonía de recursos y palabras
En su novela Un ciervo herido, Félix Luis Viera cuenta la historia de los campos de trabajo forzados implementados en Cuba en la década del sesenta, conocidos eufemísticamente como las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción). Expresionista, narrada a ratos en primera persona por el personaje central, Armandito Valdivieso, a través de cartas que se escriben éste y su madre, y otras veces por un narrador omnisciente, la novela se lee de principio a fin como una sola oración. Tal es la fuerza de la historia y la certeza de la prosa de Viera, quien nos regala, además, un puñado de personajes memorables: Andrea Ginarte, madre del personaje principal, a quien le apodan La Guerrera, por su temperamento fuerte, y a quien incluso el viejo Stalin Gómez, respeta. Guillermo la Rumba, siempre cantando, siempre "bisneando", es carnaval extinto en la Cuba de hoy, la algarabía y la espontaneidad enjauladas, fiesta convertida en velorio, en pelotón de fusilamiento. Memorable también El Artista, o La Elefanta, homosexual cultísimo que inicia a Armandito en la filosofía y la literatura y por quien éste siente un profundo respeto ante su humanidad y su hombría.
Si algo no falta en Un ciervo herido es la ironía: provocadora, hiriente, ácida como los sucesos que se narran. Tampoco falta el buen humor cubano en esta novela, donde la tragedia viene siempre acompañada de lo absurdo, lo cómico y lo grotesco. El viaje en tren, como toda la novela, es una sinfonía. Sinfonía de palabras y recursos técnicos que Félix maneja a su antojo. Y el autor no se olvida de nada, como si el encierro vivido a sus veinte años hubiera sucedido ayer.

Decían que se los llevaban para reeducarlos, porque ni los religiosos ni los homosexuales, ni los pilotos de avión que después se llevaron, por "burgueses", se querían incorporar al ejército, porque no eran tipos viriles. Había que enderezarlos. Pero era mentira, porque había hombres que pasaban de los 45 años, que ya habían cumplido el servicio militar. No se me olvida Rigo, una loca amiga mía, que el día en que se lo llevaron decía: ¡Ay, pero si yo estoy de asilo! ¿Por qué me llevan? Se llevaron también a aquella loca, con 40 años, buena gente, buen amigo, mecánico automotriz, un tipo productivo, trabajador y cumplidor.

Y allí estuvieron algunos trovadores, actores y cardenales ahora famosos, teatristas famosos, como este que no digo su nombre, que me decía: "Tú vas a ser escritor. Tú eres el que un día vas a escribir esto, porque los testimonios no funcionan, y se jodieron, porque pensaron que nada más había trovadores, pero tú vas a ser escritor y vas a escribir sobre todo esto".

¿Ya desde entonces pensabas en ser escritor?

Tenía eso en mente, pero me demoré en empezar porque tuve muchos traumas.

En la novela hay un homosexual, Proscenio, que es informante y le confiesa a Armandito que sabía que se lo iban a llevar y nunca le dijo por miedo. ¿Hubo algún amigo delator en tu vida?

Sí, y también se suicidó, como Proscenio. No puedo decir que se haya suicidado por culpa, pero el Proscenio de la novela se suicida por la culpa que siente y porque está enamorado de Armandito y este no lo perdona.

¿Cuántas gentes habría en las UMAP?

El comandante Silva, que era el jefe político de las UMAP, un día que me hice el comemierda le pregunté y me dijo que eran como 22.000. Pero es un dato que me dio alguien que ya murió y que no se puede comprobar.

En la reunión en que se decide la suerte de Armandito, el responsable de Vigilancia piensa: "…quizás Armandito Valdivieso no asimilara la corrección que le iban a aplicar y, al terminar su paso por las UMAP, resultase peor individuo que antes".

Tú luego te incorporas a la revolución. ¿Funcionó la corrección con Félix Luis Viera?

Bueno, cuando a mí me llevaron para allá, yo era un individuo apolítico. Después me incorporé a la revolución, ideológicamente, por medio de la literatura. Tuve contactos y llegué a la conclusión de que era un ideario que podía llegar a resolver los problemas del mundo. Eso fue lo que creí y a eso me sumé, aunque esto parezca una tontería suprema. Pero te digo algo bien importante, que es terrible todavía: aún somos UMAP. Lo terrible es que nadie te ha pedido disculpas y que todavía cargues con ese estigma. Todavía no te consideran víctima, sino culpable y el expediente UMAP sigue ahí.

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