"No soy pobre ni estoy solo", escribe el poeta Manuel Vázquez Portal desde la penumbra de una celda en el oriente de Cuba. Pobre y solo quieren verlo, que reniegue de su fe como antes renegó del castrismo. A sus carceleros —de irascibles ademanes— responde con la serenidad de la poesía: "Han caído en la trampa de encerrar lo imposible".

Cuando Vázquez Portal nació, todavía los cubanos respiraban en democracia. Faltaban unos meses para el cuartelazo de Batista y casi dos años para el tiroteo del Moncada. Un par de señales tempraneras para una vida demasiado atribulada, que quiere tener su colofón con la libertad definitiva de su patria y no con el encierro por 18 años que le decretaron desde marzo pasado, en medio de la mayor ola represiva de los últimos tiempos contra opositores y periodistas independientes de todo el país.

Quien abraza la poesía, sea en un rapto o para siempre, sabe que nunca le abandonará ese puñado de preguntas esenciales para las que rara vez hallará respuestas perdurables: ¿Para quiénes se escribe? ¿Para qué sirve la poesía? Vázquez Portal sabe ahora que escribe para el futuro, para decirnos estoy vivo y más cerca de Dios, para denunciar este hoy de miserias humanas que sufren tantos millones de cubanos en esa prisión enorme, erigida por Fidel Castro en medio del Caribe.

Un lugar común dice que los poetas son seres de la angustia, que vienen de la luz y andan hacia la muerte. Pero Vázquez Portal renuncia a desaparecer, aunque sea para no darle ese gusto al celador. Un día escribió: "No se muere el que se muere/ sino el que nunca ha vivido", y tardó en comprender que en ciertos versos —escritos como al vuelo— está cifrado el mañana. Y otro día, sin que hagan falta más comentarios, dijo: "Mucho más fuerte le late/ el corazón al que esgrime/ una idea que redime/ del opresor que lo abate".

Arriesgado también frente a esas otras fechas ilustrativas de que el mundo cambió, un año después de la caída del Muro de Berlín, Vázquez Portal publicó un volumen de décimas que es acaso su mayor compendio de cualidades. Del pecho como una gota (Colección Manjuarí, Ediciones Unión, La Habana, 1990) es a la vez su desnudo y su alegato, la confesión de su esperanza y su entrega a la utopía.