En esas páginas menudas se asienta el decir transparente de quien entiende la poesía como diafanidad. Su voz tiene registro hondo y el pulso no le tiembla cuando quiere quebrar un estilo, jugar con el lenguaje y también acusar: "El que finge la sonrisa./ El de la frase que adula./ El que el error disimula./ El que la verdad lo eriza./ El que al ausente hace triza./ El que vive del engaño./ El desalmado. El tacaño./ El vago. El enredador./ El envidioso. El traidor./ Mojoncitos sin tamaño".
Fustiga a todos esos seres hijos de la ruindad que tienen su edén en el castrismo: a los oportunistas, los cobardes, los burócratas, los extremistas, los titubeantes. Pero también habla de amor, de los amigos, de la patria, y ya que la décima tiene sus raíces en la tierra, retoma la claridad soleada de los campos y la calidez de la gente sencilla; glosa a Martí, admira a Camilo y se siente contagiado por la lucidez candorosa de las canciones de Sindo Garay.
La mayoría de estas décimas las escribió Vázquez Portal entre los años setenta y ochenta. Puede que releerlas deje hoy cierto gusto añejo, pero servirían para confirmar sus rigores de hombre honesto y poeta en singular que no quiere aplausos de lástima o pudor por su condición de preso político.
Sólo un milagro pudo hacer que su diario íntimo saliera de la cárcel de Boniato, donde estuvo recluido antes de la huelga de hambre que ocasionó su traslado a la de Aguadores. En ese cuaderno, Vázquez Portal fue escribiendo nuevos versos y relatando la dura existencia del exiliado en su propia tierra, en un intento por alejar el tétrico panorama que sus ojos ven a diario, el encierro, el maltrato, la tortura, la incomunicación, la falta de atención médica y la convivencia con ratas e insectos de toda laya, en fin, la cabalgata del odio entre humanos distintos, sólo por su manera de pensar.
En uno de los poemas allí escritos, el autor fija su perdón a los guardianes: "Soy el mundo creciendo en la ergástula,/ crezco hasta los perdones", dice. Y agrega: "quienes me encarcelan/ tendrán como castigo/ sólo la oscuridad de todos los olvidos". Semejante lección de amor al verdugo —sentimiento extraño, muy lejos del ojo por ojo, que algunos no entenderán— no tiene iguales en la poesía cubana. Pero ya se ha dicho que Vázquez Portal escribe para el futuro, el suyo, el de todos, y ese futuro debe llevar el signo de la reconciliación entre los cubanos, sea cual sea su condición, y también la sabiduría del perdón, la luz de la tolerancia, el clamor de lo incluyente.
Porque ya basta de rencores y mutilaciones, este hombre cabal, poeta entero, quiere enseñarnos a amar la libertad construyéndola hoy, desde ahora mismo, con el esfuerzo de todos. Sueña con ella y la describe como "un pájaro inmortal que trina en la memoria". Porque sabe que sus palabras, ya también inmortales, no caerán en el vacío, Vázquez Portal no se siente solo ni pobre. Le aguardan muchos lectores para la pluralidad del mañana en su patria. |