www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
Parte 1/2
 
Una desesperada declaración de amor
La sala Ensayo 100, de Madrid, acoge durante este mes 'Santa Cecilia', un monólogo de Abilio Estévez, donde se evoca esa ciudad única llamada La Habana.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

Casi una década después de su estreno en La Habana, el grupo Galiano 108 ofrece este mes una temporada con el que posiblemente es su trabajo más celebrado: Santa Cecilia. Un monólogo cuyo texto firma Abilio Estévez, y con el cual se presentarán en la sala madrileña Ensayo 100 (Raimundo Lulio, 20. Telf. 91 4479486), en funciones de viernes a domingo.

Santa Celicia
Escena de Santa Cecilia.

Desde que se puso por primera vez en 1994, el montaje de Galiano 108 ha acumulado elogios, premios e invitaciones para presentarlo en varios países. Sin embargo, en su momento dos o tres críticos de la Isla, los más oficiales y dogmáticos, expresaron su descontento por el contenido ideológico de la obra. En particular, les irritaba su nostalgia por La Habana prerrevolucionaria, así como el presentar, según ellos, una imagen desoladora y catastrófica de La Habana de hoy.

Donde se hablaba de un papá tiránico no veían una referencia al típico padre autoritario cubano, sino una manera de aludir en clave a... Ustedes-Saben-Quién. Si buena parte del espacio escénico permanecía a oscuras, era para remitir al espectador a los apagones que se empezaron a padecer en el país con el inicio del Período Especial (sic). En fin, todo un catálogo de idioteces generadas por la lectura que hacían de una obra que estaba hablando sobre cuestiones mucho más profundas y trascendentes.

Lo primero a tomarse en cuenta es que no se trata de una obra realista, sino escrita desde las coordenadas poéticas, algo imprescindible para acceder a Santa Cecilia. Estamos ante una ensoñación, una leyenda, una sonata de espectros, una especie de rito pagano. Su protagonista, además, no es un personaje vivo, sino el fantasma de una mujer que murió ahogada en un ciclón, y que despierta de su tumba marina para invocar sus recuerdos. Está condenada a vagar eternamente y a contar su historia, que en buena medida constituye también la de La Habana.

¿Cuál es la visión de ésta que se nos entrega en Santa Cecilia? Ante todo la de una ciudad única que había que vivirla. Una Habana intemporal y metafórica, que corresponde a la idea sostenida en el texto de que "una ciudad no es la suma de sus monumentos y repartos. Es un juego de vasos comunicantes, un laberinto donde cada puerta conduce a la otra".

Por eso se la evoca y recrea a través de sus habitantes y sus sitios más entrañables, pero también de sus olores, su luz, sus visitantes más ilustres, sus personajes literarios y ¡ese calor! Hay, por otro lado, una afirmación del aspecto vital de esa ciudad y sus gentes, algo que se resume en una frase que es toda una expresión de nuestra filosofía popular: "Todo lo real es gozable y todo lo gozable es real".

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