A juzgar por la cantidad de títulos que desde hace varios años se publican en Estados Unidos, todo lo que tiene que ver con Cuba despierta en este país un gran interés. No pasan muchos meses sin que nuevos libros vengan a engrosar la ya extensa nómina: traducciones, ensayos, guías de viajes, volúmenes de fotografías. Uno de los más recientes es ¡Cubanísimo! The Vintage Book of Contemporary Cuban Literature (Vintage Books, Nueva York, 2003), del cual se anuncia además para el año próximo la edición en español.
Su compiladora es la cubanoamericana Cristina García, conocida por las novelas Dreaming in Cuban, The Agüero Sisters y Monkey Hunting, todas traducidas al español.
Para preparar la antología, partió de la premisa de que los autores se distinguen por la calidad y la música de su escritura. A eso unió la gran importancia que tiene entre nosotros la música como elemento que configura nuestra identidad. De ello resultó este volumen que reúne ensayos, cuentos, poemas y fragmentos de novelas pertenecientes a veinticinco firmas. Entre otras, están las de Fernando Ortiz, Antonio Benítez Rojo, Lydia Cabrera, Nancy Morejón, Alejo Carpentier, Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, Miguel Barnet, Zoe Valdés, Virgilio Piñera, Lourdes Casal y Ana Menéndez.
García ha distribuido, ingeniosamente, esos textos en cinco bloques a los que denomina Claves, y que corresponden a igual número de expresiones musicales: danzón, rumba, son, mambo y salsa. Esta última, sin embargo, resulta cuestionable, pues toma una denominación un tanto imprecisa, acuñada en Estados Unidos, y que no sólo se aplica a artistas y ritmos de origen cubano.
¡Cubanísimo! se abre con una introducción de Cristina García, que proporciona una sucinta referencia histórica y, sobre todo, explica de manera didáctica y sencilla los rasgos esenciales de las cinco manifestaciones musicales recogidas por ella en el libro. En esas páginas, por cierto, se pone en evidencia lo poco adecuado que resulta el empleo de salsa al que antes aludí. La propia compiladora anota que se trata de una música, cuyas raíces se hallan en el son, pero que "ha sido el producto de múltiples exilios, de combinar ingredientes de aquí y de allá en una fusión de sabores".
Agrega que el término empezó a usarse a mediados de los años setenta, para describir un estilo que mezclaba sonidos cubanos y puertorriqueños con jazz, y que a menudo refleja la cultura de los barrios de Nueva York. En lugar de salsa, que según García está incluida en el bloque del son, hubiese sido mucho más atinado incorporar un bloque de bolero. Como bien señala Helio Orovio en su Diccionario de la música cubana, éste constituye la primera gran síntesis vocal y bailable de nuestra música que, al traspasar las fronteras nacionales, adquirió permanencia universal.
Hay otra afirmación expresada por Cristina García que quiero comentar. Apunta que en las últimas cuatro décadas se han desarrollado tres culturas cubanas distintas: la impulsada por la revolución, a partir de 1959; "la de la nostalgia en Miami, donde el sueño del exilio de recuperar la patria es mantenido diariamente en la sobremesa y en los programas de radio que proclaman: '¡El año que viene en La Habana!'"; y la cultura híbrida de las florecientes diásporas en Nueva York, México, Madrid y otras ciudades.
Comencemos por lo de las tres culturas. ¿Por qué hablar de tres? Las opiniones más autorizadas, tanto de dentro como de fuera de la Isla, insisten desde hace unos años en defender la existencia de una sola cultura cubana, rechazando la división artificial creada con intereses políticos. El medio en el cual se insertan no les impide que constituyan ramas de un tronco común, del cual todas parten y se nutren. García debe recordar que las divisiones y exclusiones son siempre empobrecedoras, lo cual no contribuye a su propósito de ilustrar con ¡Cubanísimo! la riqueza de nuestra literatura. |