www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
Parte 2/2
 
Literatura para leer y bailar
Una inteligente selección de poemas, cuentos, ensayos y fragmentos de novelas de veinticinco autores compone la antología '¡Cubanísimo!', publicada recientemente en Estados Unidos.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

Está, asimismo, lo que la compiladora llama "la cultura de la nostalgia de Miami", que viene a reincidir en la satanización de la comunidad cubana asentada en la Florida. Afirmar que todo el arte y la literatura que aquí se crean se reduce a nostalgia y desarraigo, me parece como mínimo una superficialidad. Estamos hablando de una corriente temática que tuvo su auge en la década de los sesenta, pero que a partir de las siguientes fue desplazada por otros enfoques y otros asuntos. Mas como si no hubiese ocurrido, ya que igual se continúa insistiendo muy interesadamente en ello. Ya se sabe que para desacreditar a la "mafia miamense" cualquier argumento es válido.

Por otro lado, García excluye a esta comunidad del hibridismo cultural que tiene lugar en ciudades como las que menciona. Vaya por Dios. No puedo concebir que alguien de origen cubano que reside en Estados Unidos sea capaz de estampar en la introducción de un libro semejante disparate. Es inconcebible que Cristina García ignore que en el sur de la Florida viven y escriben Ricardo Pau-Llosa, Carolina García-Aguilera, Dionisio D. Martínez, Ana Veciana-Suárez, Silvia Curbelo, John Lantigua e Yvonne Lamazares —cubanoamericanos como ella—, que asumen tanto la cultura de su patria de origen como la del país donde se formaron y viven.

Si eso no es hibridez, que venga Gustavo Pérez Firmat, que tanto ha reflexionado sobre eso, y me lo explique. Y me he referido sólo a ejemplos pertenecientes a la literatura, pero podría extenderme a la pintura, la música y el teatro, donde los ejemplos son también abundantes.

Hechos los comentarios sobre esos puntos, quiero decir que la introducción de Cristina García cumple, por lo demás, muy bien con el propósito didáctico que la anima. Hay que tomar en cuenta que el destinatario de ¡Cubanísmo! es el lector norteamericano, que ignora qué es un danzón o una rumba, y para el cual la traducción literal del término clave (key) no posee connotaciones musicales. Con mucha habilidad, la autora va combinando sus explicaciones con notas que remiten a los escritores que conforman cada uno de los bloques.

Así, por ejemplo, apunta que uno casi puede imaginar un suave danzón como acompañamiento para el cuento de Antonio Benítez Rojo, cuya trama se sitúa en la última de nuestras guerras de independencia. De Amor, ciudad atribuida, de Nancy Morejón, señala que es "Una rumba verbal a su amada Habana, imbuida línea por línea de los ritmos de la ciudad". Y de Reinaldo Arenas apunta que es "un consumado escritor de mambos: seguro de sí mismo, insistente, erótico". Escritos con mucha fluidez y amenidad, y aderezados con referencias a canciones populares y artistas como Cachao, Arsenio Rodríguez, Los Van Van y Celia Cruz, esos aportes proporcionan un útil y necesario preámbulo para acceder a la selección que constituye la espina dorsal del libro.

Variedad, atinado criterio selectivo y un sólido y homogéneo nivel de calidad literaria, son los principales aciertos que hay que reconocer a ¡Cubanísmo!. Se abre el volumen con un fragmento del Diario de campaña de José Martí, cuya presencia en una obra que cubre a partir del siglo XX se justifica doblemente: por tratarse, como señala García, del "padre de la literatura cubana moderna" y por la modernidad misma del texto escogido. Siguen luego una lista de firmas que, por lo relevantes y significativas, no podrían obviarse en una antología como ésta: Carpentier, Virgilio Piñera, Cabrera Infante, Lezama Lima, Calvert Casey, Nicolás Guillén, Sarduy, Heberto Padilla, Lino Novás Calvo, Arenas.

Aparecen igualmente otros nombres valiosos, pero pertenecientes a promociones más recientes, como María Elena Cruz Varela y José Manuel Prieto. Muy saludable es también la incorporación de cuatro autores cubanoamericanos (Ana Menéndez, Ernesto Mestre, Rafael Campo y Pérez Firmat), con quienes se logra completar un paisaje mucho más completo, en el que confluyen generaciones, geografías, posturas ideológicas y, en este caso, vehículos idiomáticos muy heterogéneos.

Todo proyecto editorial que contribuya a divulgar la obra de nuestros escritores entre los lectores de otros países y otras áreas lingüísticas debe ser siempre saludado. De ahí el agradecimiento que debemos a Cristina García por ¡Cubanísmo!, un libro que, como ella expresa, invita a seguir leyendo... y bailando.

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