www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 1/2
 
Cabe hablar de la primavera
'Tengo derecho a cantar sobre lo correcto o lo incorrecto… He dicho siempre que soy revolucionario, pero que tengo derecho a tener mi diversidad', afirma el cantautor cubano Pedro Luis Ferrer.
por DENNYS MATOS, Madrid
 

Luego de publicar cuatro discos —el último titulado 100% cubano (2003)—, el cantautor cubano Pedro Luis Ferrer se revela como uno de los músicos cubanos más polémicos de los últimos tiempos. En el entorno de la Nueva Trova, dominado por la estética y la ética revolucionarias —cada vez más cuestionables—, su postura artística revindica la pluralidad de pensamiento y acción.

Pedro Luis Ferrer
Cantautor Ferrer en Madrid.

De paso por España, donde ha ofrecido algunos conciertos, Pedro Luis conversa con Encuentro en la Red.

Hace unos años comentabas que la Nueva Trova estaba formada por un grupo de cabecera integrado, entre otros, por Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y Vicente Feliú. ¿No te consideras miembro de este movimiento?

En primer lugar, no abrigo ninguna preocupación en cuanto a la autodefinición. A mi no me interesa ser de la Nueva Trova, ni no serlo tampoco me interesa. En una ocasión tuve una proyección en relación con la Nueva Trova, en la que solamente me refería al hecho de que no entendía que un movimiento estético se convirtiera en una organización con estatutos, reglamentos, presidente provincial, municipal, etc. Eso me parecía una barbaridad, porque era realmente una implementación política y administrativa de un fenómeno estético. La gente interpretó mal eso, porque pensaron que no quería ser de la Nueva Trova, y que era una forma que tenía de llamar la atención.

Lo que yo soy es musical, estética y culturalmente. Si soy Nueva Trova, pues soy Nueva Trova, y si soy guaracha, soy guaracha, en fin, eso se lo dejo a los demás para que lo definan. En principio soy un músico que ha vivido en Cuba y que siente una gran admiración por todo un ejército de músicos cubanos que han trascendido con sus logros, entre ellos están también Silvio y Pablo. En cuanto a esto, he sido mi propia versión de la cubanía y de la trova. Nunca me pareció bien que se implementara un movimiento estético en términos organizativos y creo que se han coartado un poco las posibilidades de las nuevas generaciones.

En Cuba lo que es constante es la trova. Los movimientos estéticos que han surgido alrededor de ella, como la Nueva Trova, a mi modo de ver son variantes, por eso a la gente le cuesta trabajo autodefinirse y nuclearse en torno a nuevas ideas dentro de la tradición trovadoresca. Por otra parte, la política ha llevado a que esa definición sea una especie de marca o cuño, como forma de definir una cultura que se dio después de la revolución.

El contenido de muchos de tus temas ha sido la epopeya revolucionaria. ¿Cómo valoras esta temática a lo largo de tu carrera?

Al principio musicalicé varios poemas de mi padre —como Guillermina Camarioca, Al son del pitazo y Santiago, cuna y pan—, que es un hombre muy fidelista y muy revolucionario. A mi me gustaban mucho esos textos, porque me sentía plenamente identificado con la ideología de mi padre y canté con mucho gusto esas canciones. Hice otros temas, también textos de propaganda a favor de un proyecto revolucionario que tenía en mi sensibilidad, como Canción a las artilleras, que fue muy conocida en Cuba.

Me llamaron de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) para un documental y me sensibilizó el tema de abordar el sector de las mujeres, que de alguna manera ha sido discriminadas en determinadas actividades. Pero lo curioso es que yo hacía Canción a las artilleras en el mismo momento que componía Marucha la jinetera, pero la gente piensa que el jineterismo en Cuba comenzó cuando verdaderamente se comenzó a hablar de él como fenómeno explosivo. Te puedo hablar de Canción protesta de los obreros del transporte, y de otras reflexivas y críticas que surgían en los momentos en que también hacía esas canciones de apoyo a la revolución. A mi me parecía normal apoyar aquello con lo que simpatizaba, del mismo modo que me parecía corriente cuestionar aquello que me parecía cuestionable.

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