www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 1/2
 
Ahora sí tengo la llave
Miami rebosa de ritmo con la presentación de Habana Abierta, una generación musical aferrada a la libertad y sentenciada a ser profeta en tierra ajena tras haberlo sido en las dos Cubas.
por ALEJANDRO RíOS, Miami
 

Una amiga nacida en Miami, pero más cubana que las palmas, dice que cada vez que pone uno de los dos discos compactos de Habana Abierta, inevitablemente comienza a llorar. No se explica cómo Paulina Rubio, Bacilos o incluso Juanes, se escuchan y divulgan hasta la saciedad y el grupo cubano, con residencia en Madrid, pertenezca al incierto mundo de los artistas de culto.

Habana Abierta
Habana Abierta en Miami (Pedro Portal).

El grupo ofreció dos conciertos en esta ciudad y la prensa local le dispensó la cobertura reservada a un acontecimiento cultural de singular importancia. La perseverancia del productor Nat Chediak, asociado al Miami Dade College, hizo posible que el hecho ocurriera, contra viento y marea. La idea del ganador de dos premios Grammy, quien ha estado detrás de proyectos como Calle 54 —el rescate de Bebo Valdés y sus sublimes acoplamientos con el cantaor español El Cigala—, era la de reunir, por primera vez, a los ocho integrantes originales de Habana Abierta. Al final de la contienda, con la burocracia de inmigración, dos de los cantautores, junto al baterista, se quedaron con las ganas en España, porque las visas no fueron otorgadas. Pero como dice el refrán "el show debió continuar".

Debido al contratiempo, el repertorio para los conciertos debió ajustarse a los artistas presentes y entre el talento de Miami se buscó la percusión, así como los metales requeridos en algunas de las canciones. Dos días de ensayos relámpagos e intensos acontecieron en el auditórium del College, donde debieron afinarse todas las partes involucradas en el memorable evento.

Las sesiones prefiguraron la fiesta de las presentaciones en muchos sentidos. Amigos, simples curiosos y estudiantes, convocados al efecto, entraban y salían del salón de ensayos admirados por la energía de una música que parecía rock, sin embargo tenía cifrado su misterio en zonas de los más tradicionales ritmos cubanos y caribeños en general. Sin poderlo evitar, como contagiados por un virus rítmico, los concurrentes movían involuntariamente los pies al son de un grupo tan heterogéneo en sus intereses estéticos como unido en sus atribuciones éticas.

El escenario para el debut en Estados Unidos fue un vetusto teatro: Coconut Grove Playhouse, en una de las zonas antiguas de la ciudad, habituado a la representación dramática y a conciertos de música más serena. Lo menos que ocurrió en un momento de particular tensión fue que el amperaje del grupo hizo volar los fusibles del sistema de sonido, sorprendido luego de pruebas técnicas de toda índole en previsión de un acontecimiento semejante.

Nada detuvo, sin embargo, la fuerza telúrica de Habana Abierta, impelidos por un público frenético que coreaba los textos de sus canciones más emblemáticas y los hacía dialogar en idioma de barrio. Hubo, entre otros, dos momentos de complicidad ejemplar como cuando una de las congas derivó hacia una conocida melodía soviética y el público la tarareó con ironía, o como esa otra que dice "Ahora que estamo' en Cuba libre...", cantada a coro, al igual que un himno, en el lugar correcto.

Por el lunetario del Playhouse desfilaron ejecutivos poderosos y encopetados de la ciudad, miembros de la Academia que otorga los Grammy, artistas y diletantes de todos los géneros y modalidades, representantes del amplio crisol étnico que hace de Miami un lugar tan especial en el contexto social de Estados Unidos. Y cubanos jóvenes, muy jóvenes y acicalados, recién arribados en balsas, aviones o cruzando las fronteras, convocados a esta suerte de misa estrepitosa con la cultura dejada atrás, sin rencores ni nostalgias, para pasarla bien como lo hacían en la Isla, entre sudoraciones y carencias.

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