www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 1/2
 
Estéticamente correcto
Una nueva exposición del artista cubano Armando Mariño se exhibe en la galería madrileña Fernando Pradilla.
por DENNYS MATOS, Madrid
 

La exposición Estéticamente correcto (2003), del artista cubano Armando Mariño, que acoge por estos días la galería Fernando Pradilla, no sólo confirma la vitalidad artística de este creador, sino la vuelta de tuerca que ha experimentado su propuesta, tras buscar —desde el punto de vista contenidista y formal— un reposicionamiento en su campo de producción cultural.

Danger
Danger.

Con sus anteriores muestras —Más allá (2001), Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo, La angustia de las influencias (2001), galería Theredoom de Barcelona, y Con permiso de mi antropólogo (2002), galería ADHOC— Mariño había mantenido básicamente un discurso identificado con la figura del artista tercermundista, al postular conflictivamente la oposición entre centro y periferia cultural.

En las exhibiciones anteriores el elemento ideoestético común era la imagen del negro, como alter ego de este artista periférico, quien se enfrenta a la lógica de poder con que operan los altos circuitos del mercado del arte occidental. Sin embargo, cada una de ellas refleja una posición diferente del creador con respecto al tema racial.

En Con permiso… lo hacía a partir de una postura más cercana a la crítica política de la representación fetichista y mercantilizada, presente en los discursos de la globalización cultural. Mientras que en otras, como La angustia de las influencias o In untero (2001), se adoptó un enfoque menos sociológico y sí más ontológico, que evadía el carácter trascendental.

Estéticamente correcto se desplaza del extrañamiento necesario para cuestionar la falacia escondida tras los enunciados multiculturalistas de la industria cultural, a terrenos marcados por esa sensibilidad de tinte intimista. Aunque nunca llega a ser totalmente intimista, debido a una especie de incontrolable inclinación por los contenidos ideológicos y sociopolíticos recurrentes en su obra.

En la exposición de Pradilla, Mariño establece una doble ironía, dada entre el contenido de los enunciados proyectados por las obras y la forma en que son plasmados. Las obras tratan problemáticas políticas y sociales, como la falsedad respecto a la desaparición de las fronteras: la noción de aldea global; la discriminación implícita en la superplusvalía de los estados postcoloniales; el poder sobre la distribución de la riqueza; o la orientación de la ciencia y la técnica hacia una mayor vigilancia y control del sujeto social y su entorno biológico natural.

Dichos aspectos afectan a la cultura en su dimensión global, por lo que la muestra toca aquellos temas que, por omisión, desidia o manipulación, son omitidos de los discursos "políticamente correctos". Sin embargo, en su representación formal, Mariño ha desplegado un capital simbólico relacionado con el buen oficio pictórico, y se regodea en detalles académicos de su lenguaje figurativo, que busca ser "correcto" en relación con los cánones tradicionales de la pintura. Este lenguaje ha estado siempre presente en su poética, pero en esta muestra alcanza su momento más elaborado.

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