www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
   
 
La nueva teoría de la frontera
En las investigaciones recientes sobre el tema de las fronteras se desconoce la obra precursora de Jorge Mañach y se ignoran los estudios del etnólogo Fernando Ortiz.
por RAFAEL ROJAS, México D.F.
 

En una época caracterizada por múltiples formas de contacto global (comerciales, financieras, políticas, culturales, mediáticas) y por grandes desplazamientos migratorios, las fronteras de los estados nacionales, lejos de desaparecer o debilitarse, adquieren nuevas funciones. Si en el pasado estaban abocadas, prioritariamente, a garantizar la separación de comunidades vecinas, ahora se disponen como vías de tránsito entre mercancías, sujetos e imágenes. Si antes constituían campos de batalla y levantaban barreras aduanales, hoy actúan, generalmente, como vasos comunicantes, como puentes entre dos orillas.

Fernando Ortiz
Etnólogo Fernando Ortiz.

En naciones vecinas con una larga tradición de guerra y rivalidad, como Francia y Alemania, Japón y Rusia, Gran Bretaña y España o Estados Unidos y México, la refuncionalización de las fronteras adquiere un intenso contenido simbólico. Por algún complejo mecanismo de la historia cultural, los viejos enfrentamientos se sedimentan en la memoria y se actualizan simbólicamente en la diplomacia bilateral. En su libro The Culture of Defeat. On National Trauma, Mourning and Recovery (2003), Wolfgang Schievelbusch describe con elocuencia cómo las naciones derrotadas (México en 1847, la Confederación sureña en 1865, Francia en 1871, España en 1898, y Alemania y Japón en 1945) desarrollan una narrativa del trauma nacional que se dirime entre el resentimiento y la reconciliación.

Del lado de las naciones triunfantes, también emerge toda una simbología que, de algún modo, organiza las aproximaciones culturales del vencedor al vencido. Varios autores (Norbert Elias, Edward Said, Mary Louise Pratt, Amy Kaplan, Donald E. Paese, Howard Zinn, Slavoj Zizek…) han estudiado, desde las más diversas ideologías, el imaginario triunfalista de Alemania entre 1871 y 1914, los discursos imperiales británico o francés en los siglos XIX y XX, la estrategia cultural de Estados Unidos hacia Occidente y el Tercer Mundo durante la Guerra Fría o hacia Europa del Este en la pasada década.

La mayoría de los casos revela la construcción de un relato hegemónico, en el que predominan enunciados modernizadores y civilizatorios, los cuales justifican la política exterior de las potencias vencedoras y, a la vez, son aprovechados por los vencidos, bien sea para agenciar su propia reconstrucción o para diseñar nuevas estrategias de resistencia.

La normalización de las relaciones entre potencias rivales, en la segunda mitad del siglo XX, aceleró esta sublimación diplomática de las tensiones internacionales a través de la gran alianza occidental de la Guerra Fría. Desaparecida la URSS y dispuesta la integración europea de los países ex comunistas, dos nuevos fenómenos, la liberalización del comercio y el gran flujo migratorio, han provocado el resurgimiento de conflictos entre países vecinos.

En muchos casos, como muestran Scott Michaelsen y David E. Johnson en Border Theory. The Limits of Cultural Politics (1997), dichos conflictos se manifiestan por medio de fricciones culturales, religiosas y étnicas, que, al afectar regiones fronterizas, movilizan la política exterior de los estados nacionales.

Un caso contemporáneo, emblemático de la extrema rivalidad entre dos naciones, el conflicto israelí-palestino, es revelador de esta nueva complejidad de las fronteras simbólicas. Mero Benvenisti dedicó al tema un libro controversial, cuyo título es toda una insinuación: Intimate Enemies. Jews and Arabs in a Shared Land (1995).

La idea polémica de aquella indagación era que las fronteras entre dos naciones, con lenguas, religiones, etnias, culturas y tradiciones diferentes, sólo llegan a funcionar pacíficamente después de una guerra frontal, procesada por una política de la memoria. De ahí que este autor recomendara solucionar el conflicto por medio de una confederación israelí-palestina y no a través de la "partición pacífica" del territorio común.

Cuando se leen a estos nuevos teóricos de la frontera es inevitable lamentar el desconocimiento de la obra precursora de Jorge Mañach. Una sensación similar se experimenta cada vez que nos topamos con el recurrente manejo del término "transculturación" en los estudios culturales contemporáneos —sobre todo, en la academia norteamericana— y la ignorancia de la obra de Fernando Ortiz que, por lo general, los acompaña. En el caso de Mañach, este malestar se acrecienta por el hecho de que su libro Teoría de la frontera, editado en 1970 por la Universidad de Puerto Rico, con una excelente introducción de Concha Meléndez, quedó inconcluso. Aún así, las 160 páginas que alcanzó a escribir el gran ensayista cubano son vislumbres de la actual indagación sobre el tema.

EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Sonero soy
MICHEL SUáREZ, Madrid
El mar como última esperanza
CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
El comandante ya tiene quien le escriba
MICHEL SUáREZ, Madrid
Estéticamente correcto
DENNYS MATOS, Madrid
El cura poeta de Bauta
CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir