El azar, que en ocasiones suele ser el responsable de inteligentes asociaciones y coincidencias, ha hecho que con apenas un par de días de diferencia, se hayan proyectado en Miami dos documentales que abordan el tema del éxodo marítimo de cubanos hacia Estados Unidos.

Uno se pudo ver gracias al auspicio del Centro de Estudios Cubanos, de la Universidad Internacional de la Florida. Se trata de Más allá del mar (Estados Unidos, 2003, 80 minutos), producido y realizado en video digital por Lisandro Pérez-Rey.

El filme aborda uno de los episodios más dramáticos y arbitrarios de la historia migratoria de nuestro continente: el puente marítimo Mariel-Key West, a través del cual salieron, entre abril y agosto de 1980, cerca de 130 mil personas. Fue un hecho que estremeció los cimientos tanto de la sociedad cubana como la de Estados Unidos. Y en el caso de la primera, desató, como ha señalado Roberto Madrigal, un proceso de erosión que no tiene ya marcha atrás.

Pérez-Rey inicia su documental proporcionando, por medio de los propios protagonistas de aquellos sucesos seleccionados por él, los antecedentes imprescindibles para comprender las razones por las cuales miles de hombres y mujeres decidieron emigrar de su país hacia otro en donde la mayoría de ellos no sabían con certeza qué les esperaba. Se habla así de la falta de libertad, de la asfixia existencial, de la represión policial por practicar la santería, por ser homosexual o simplemente por escuchar música extranjera.

Es una información que, como anoté, suministran los testimoniantes de manera muy sucinta, y que permite a un espectador no familiarizado con nuestra historia más reciente un acercamiento, más o menos racional, a un fenómeno tan insólito y delirante como lo fue el que 10 mil personas irrumpieran y permaneciesen durante varios días en el espacio ocupado por la embajada del Perú. Fue, sin embargo, sólo el principio de la fuga multitudinaria que iba a venir después, cuando el régimen cubano decidió permitir salir de la Isla a todos aquellos que lo pidiesen. Detrás de ello no había un gesto humanitario, sino que se trataba de una estrategia que convirtió a aquellos hombres y mujeres en lo que Reinaldo García Ramos ha llamado acertadamente "simples peones de una rara esgrima de fuerzas geopolíticas".

En el documental se recogen testimonios e imágenes de lo que fue aquel éxodo: los delitos que era necesario argumentar; las golpizas y actos de repudio de que eran objeto quienes se habían acogido a lo que, de acuerdo a la propaganda oficial, era su derecho de no participar en un proceso que era voluntario; la espera en un círculo social de La Habana (todos los testimoniantes sin excepción coinciden en que era lo más parecido a un campo de concentración, por las condiciones y por el trato que se les daba); la partida por el puerto del Mariel; las dificultades de la travesía por un mar de violentas olas; el arribo a Key West.

Se habla asimismo sobre el rechazo con que fueron recibidos por buena parte de sus compatriotas del exilio. Ser un marielito pasó a ser así un estigma que les impidió el acceso a muchos empleos. Pérez-Rey incluye en su documental fragmentos de noticieros de la televisión norteamericana donde se insiste en esa imagen simplista. Un acierto es también la inclusión de algunas escenas de la versión de Brian de Palma de Scarface, que ilustra el efecto que tuvo en la opinión pública y la izquierda norteamericanas la campaña orquestada desde Cuba para desvirtuar el carácter político de ese éxodo (su guionista fue, por cierto, Oliver Stone, director del polémico documental Comandante).