www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
Parte 1/3
 
La vox populi de nuestra música
En espera de que se grabe un disco con sus temas más recientes, se reeditan trece temas correspondientes a la primera etapa como cantautor de Pedro Luis Ferrer.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

Decididamente, Pedro Luis Ferrer (Yaguajay, 1952) tiene lo que se dice mala suerte con las compañías disqueras. A lo largo de sus tres décadas y media de trayectoria como cantante y compositor, en Cuba sólo ha podido grabar cuatro discos. ¿Las razones? Las mismas por las cuales sus canciones casi no se difunden por las emisoras de radio y por las que apenas puede presentarse en teatros y salas de la Isla: a los programadores, burócratas y comisarios no les agrada lo que expresa en temas políticamente incorrectos como La Habana está poblada de consignas, Él tiene delirio de amar varones, Amigo Palero, Marucha la jinetera y Yo no tanto como él ("Mi padre fue fidelista;/ yo, no tanto como él./ Pero quien toque a mi padre/ tiene que darme también").

Pedro Luis Ferrer
Cantautor Ferrer.

Pero tampoco le ha ido mejor extramuros. Hace unos años Havana Caliente editó en Estados Unidos su Ciento por ciento cubano, que hoy está descatalogado y es virtualmente inencontrable. El único disco suyo que se puede hallar en el mercado es Pedro Luis Ferrer, que recoge trabajos pertenecientes a su primera etapa. Pero en fin, digamos aquello de que de Ferrer, un pelo. Y como hace poco apareció una reedición de este último hecha por Pimienta Records (Miami, 2003), es una magnífica ocasión para volver sobre aquellas canciones.

Lo primero que sorprende muy gratamente de esas trece canciones en el disco es su autenticidad, su firme enraizamiento en las fuentes seminales y más puras de la música popular cubana. Eso le viene a Ferrer del ambiente familiar en el cual creció (uno de sus tíos fue compositor, otro poeta y otra profesora de piano), y también del estrecho contacto con los ritmos autóctonos.

Él mismo se define como "un autodidacta esmerado", pues en su formación musical se combinaron el empeño y la intuición. Pero quien escuche esas piezas se dará cuenta de inmediato de que Ferrer está lejos de ser un músico silvestre, improvisado y sin estudios. La sólida estructura de sus composiciones, su admirable equilibrio entre música y letra, su elaboración creativa y nada rígida de la tradición denotan unos sólidos conocimientos, en los que nada influye el hecho de que no hayan sido aprendidos bajo la disciplina académica.

Algo que muchos desconocen u olvidan es, por otra parte, que Ferrer, además de haber interpretado como guitarrista obras de Albéniz, Leo Brower, Carlos Fariñas, Tárrega, Harold Gramatges y Bach, tiene escritas unas cuantas obras para diferentes formatos orquestales, preludios y fugas para piano y piezas para guitarra, faceta con la que busca ampliar y enriquecer sus horizontes como creador.

Una inconfundible base sonera

Sostiene Pedro Luis Ferrer que el son sigue siendo la línea integradora de nuestra música. Y aunque piensa que "la tradición no puede ejercer una tiranía sobre el artista", no duda en admitir que la base sonera es imprescindible en sus composiciones. Eso es algo que se pone de manifiesto en el disco que reseño. Ferrer demuestra aquí por qué se le considera un maestro de la guaracha (escúchense si no Cómo me gusta hablal español, Cachimbiao Caramelo, Meneíto, La trabazón).

Sus búsquedas lo llevan también a incursionar, con no menos acierto, en el guaguancó (No me voy a defender) y a recrear, con sonoridades modernas, nuestra música tradicional campesina (Ay, qué bueno, La desnudez de Mario Ague). Son todos temas cubanísimos donde los haya y netamente populares, en los que, no obstante, su autor e intérprete elude en todo momento la chabacanería y el mal gusto, dos males endémicos en la música bailable que hoy se hace.

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