www.cubaencuentro.com Lunes, 31 de mayo de 2004

 
Parte 2/2
 
Dramas humanos con Angola de fondo
Se publica en Colombia una reedición ampliada del libro de cuentos con el que Luis Marcelino Gómez se estrenó como narrador en 1994.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

En dos de las narraciones, Manhâ de carnaval y Las cartas, Luis Marcelino Gómez bucea en los efectos que la separación prolongada provoca en las relaciones sentimentales de los misioneros. En la primera se trata de la incertidumbre que atormenta interiormente al protagonista: ¿es su esposa esa mulata que tuvo sexo con muchos de los hombres asignados en la provincia de Angola a la cual después él fue enviado? En el segundo, una señora que aguarda la inminente llegada de esposo, recibe una carta en la que éste le expresa que quiere el divorcio. La lejanía y el trato diario hicieron que se enamorase de una mujer con quien trabajaba en Angola.

Gente

Mucho más patética e intensa es la situación que el escritor aborda en La foto: un médico que fue misionero debe acompañar a unos militares que van a comunicar a una familia la noticia de la caída en combate de su hijo. Al saberlo, la madre no se corta para exteriorizar su dolor y su ira. Se niega además a que la inyecten para sedarla, pues desea "estar bien despierta para sentir esto". Asimismo, no acepta el falso consuelo de que un día traerán los restos de su hijo y podrá visitar la tumba de un héroe. Para ella lo único que cuenta es que él no quería ir, se lo llevaron a la fuerza y ahora está muerto. Parte de la eficacia literaria de esos cuentos reside en la sobriedad y contención con que Gómez administra la nota dramática, algo esencial en unas historias que de otro modo desembocarían en el desborde sentimental.

Por razones de espacio, no me es posible referirme ni tan siquiera brevemente a otros textos como Los asesinos y En misión, que figuran, en mi opinión, entre los más logrados. En todo caso, quien lea el libro podrá comprobar que ambos están llenos de interés y de alicientes. Es justo decir, por otro lado, que Memorias de Angola alcanza, en conjunto, un balance estético muy satisfactorio, algo particularmente difícil de conseguir en un género como el de la narrativa corta, que entre todos es el que hace más notorios los defectos de un escritor. Los textos que conforman la obra que aquí reseño evidencian un conocimiento cabal de las reglas y pautas formales del cuento. Participan por eso de sus rasgos consustanciales y definitorios: la precisión, el rigor, la concisión.

Alguien tan autorizado como Julio Cortázar comparó al cuentista con el fotógrafo, argumentando que ambos se ven precisados a escoger y limitar una imagen o un acontecimiento que sean significativos y capaces de actuar en el espectador o en el lector como "una especie de apertura, de fermentación que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucho más allá de la anécdota visual o literaria contenidas en la foto o en el cuento".

Aplicando ese criterio, hay que reconocer la capacidad de estos textos de Luis Marcelino Gómez para decir mucho más de lo que cuentan, para activar nuestra imaginación mediante unas historias sencillas en apariencia. En definitiva, se trata de eso, de crear unos textos que deben finalizar en el punto exacto para que a partir de ahí, puedan ser prolongados por el lector.

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