www.cubaencuentro.com Miércoles, 08 de septiembre de 2004

 
  Parte 3/4
 
Un mambo por Pérez Prado
Aunque muchos se atribuyen su paternidad, fue el pianista matancero de los gritos guturales quien creó el género a partir de un novedoso formato musical.
por TONY ÉVORA, Valencia
 

A Pérez Prado hay que analizarlo por su importante "opus mamborum", pero también como el creador de melodías inolvidables. Escúchese Cerezo rosa, de tempo lento (un mambo caén), con la trompeta de Billy Regis suspendiendo cuatro largas notas en el espacio antes de descender en suave cadencia. Esta pieza llegó a vender casi dos millones de discos en 1955, y sirvió de tema a la película Underwater (1955), donde Jane Russell, acompañada por la orquesta del maestro, aparece bailándolo con sensualidad.

Su celebridad se consolidó aún más con Patricia, con esos graves bramidos del trombón, que alcanzó ventas de cinco millones de discos, gracias a la película italiana La dolce vita (1960), de Fellini, con Anita Ekberg contoneándose de puro gusto. Pérez Prado llegó a afirmar, sin modestia alguna, que con el órgano que mantiene la melodía de Patricia, él había introducido la música electrónica en Estados Unidos.

Siempre a la vanguardia

El que estuviera siempre a la vanguardia no se lo perdonaron jamás en Cuba. Es una posición incómoda y solitaria que pocos músicos populares han logrado alcanzar. De pequeña estatura, vestía elegantemente, con una figura que llamaba la atención por su tipo de bigote, su ancho cuello y caída de hombros. El vocalista Benny Moré, que trabajó bastante con él, lo bautizó "el chaparrito con cara de foca".

A partir de la locura provocada por el nuevo ritmo, con jóvenes que hacían colas para adquirir los discos antes de que los expusieran en las tiendas, otros músicos importantes empezaron a parir mambos en la Isla: Bebo Valdés grabó Rareza del siglo y Güempa; Julio Gutiérrez se apareció con Un poquito de tu amor y hasta el bolerista Mario Fernández Porta aportó su mambo Franqueza. El pianista Pedro Jústiz Peruchín sacó Mamey colorao, seguido de España en llamas y Semilla de marañón.

Entretanto, el norteamericano Stan Kenton, fascinado por el "toque latino" y compartiendo el mismo interés en los metales, grabó ¡Viva Prado!, de Shorty Rogers, como homenaje al Rey del mambo, al igual que antes había grabado Machito, en honor de Frank Grillo.

Y lo que es más importante, Benny Moré grabó en México con Pérez Prado los temas Anabacoa, Pachito e'che, Rico y sabroso, Rabo y oreja y otros que formaron parte del primer repertorio moderno en la voz del sonero. Fueron aquellos años muy productivos para el Benny, donde aprendió a organizar una gran orquesta. Después, en Cuba, haría que sus arreglistas asimilaran la dinámica del "cara de foca". Se podría asegurar que sin el ejemplo de Pérez Prado, Benny Moré no habría alcanzado su estatura profesional al frente de su propia "tribu".

Algo más sobre la relación Prado-Kenton. En realidad, el modo de orquestar del músico matancero procedió de manera opuesta a la del norteamericano y sus arreglistas. Precisamente en los momentos en que Kenton aumenta su sección de trombones a cuatro y luego a cinco, el cubano emplea un solo trombón que utiliza para efectos como pedales, acentuaciones rítmicas o "gruñidos". La sección de trompetas de Dámaso sí llegó a cinco (al igual que Kenton, Woody Herman y otros), pero empleando más frecuentemente los pasajes en unísono.

Resulta aleccionador que Pérez Prado influyera sobremanera en varias generaciones de músicos latinos y norteamericanos. Un joven periodista colombiano llamado Gabriel García Márquez escribió en 1951: "Cuando el serio y bien vestido compositor cubano DPP descubrió la manera de ensartar todos los ruidos urbanos en un hilo de saxofón, se dio un golpe de Estado contra la soberanía de todos los ritmos conocidos…". Sin embargo, la película Los reyes del mambo tocan canciones de amor, basada en la novela homónima del cubano Oscar Hijuelos, ignoró totalmente al maestro, aparte de que su banda sonora no tiene nada que ver con el mambo verdadero.

La fiebre del nuevo ritmo revolucionó en pocos años el quehacer de las mejores bandas latinas en Nueva York, incluyendo la de Frank Grillo Machito y sus AfroCubans, y las de los puertorriqueños Tito Rodríguez y Tito Puente. Como resultado, Prado jamás fue reconocido como el "Rey del mambo" en Manhattan, ya que Machito había impuesto una versión propia con los magníficos arreglos de su pianista René Hernández, bajo la mirada avisora de Mario Bauzá.

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