www.cubaencuentro.com Miércoles, 08 de septiembre de 2004

 
   
 
Cultura sin fronteras
El ambicioso propósito de convertir Cuba en el país más culto del mundo: ¿espacio para la libertad o bandera propagandística?
por LEONARDO CALVO CáRDENAS, La Habana
 

Con la caprichosa megalomanía que caracteriza a los poderes totales y quizá intentando solapar los constantes y generalizados fracasos —en todos los órdenes de la vida social—, el gobierno cubano, según afirma, se propone convertir Cuba en el país más culto del mundo.

B. Valdes
Pianista Bebo Valdés: un cuasi desconocido en su tierra.

Es fácil discernir que poco futuro tiene el ambicioso propósito en un país con tan pobres fundamentos materiales y tan limitados espacios de libertad para la creación, la difusión o el disfrute de cualquier producto artístico o cultural.

Pero otro fenómeno —bien lamentable por cierto— lastra cualquier alcance cultural de la nación cubana. Nuestra cultura es una sola, verdad sin dudas ni matices que en las últimas décadas ha sido coartada por la complejidad de las álgidas correlaciones políticas que ha vivido la Isla.

A pesar de que figuras cumbres de la historia cultural como Heredia, Brindis de Salas, Bonifacio Byrne, Dámaso Pérez Prado o Agustín Cárdenas alcanzaron la mayor parte de sus glorias fuera de nuestras fronteras, nada de ello hizo mella en la grandeza y cubanía de sus obras. En los últimos cuarenta años muchos cubanos han tenido que reubicarse, desenvolverse y triunfar lejos de su patria, presos del desarraigo y la nostalgia, sufriendo además el desconocimiento y rechazo prejuicioso de las autoridades nacionales que, por demás, han condenado al pueblo cubano a la ignorancia de mucho de lo grande y bueno que han aportado esos artistas a la cultura universal.

En este mundo globalizado e interdependiente, Cuba es la única nación de Occidente donde un pueblo con considerables niveles de instrucción vive de espaldas a la obra y las glorias de muchos de sus más ilustres hijos.

El hecho lamentable de que quien controla de manera absoluta todos los espacios y medios de instrucción académica, promoción y difusión cultural sólo valore, reconozca y difunda lo que se acomode a sus estrechos criterios de fidelidad política y a su esquemático referente de cultura como control ideológico, ha provocado entre otros fenómenos indeseables:

- La distorsión y empobrecimiento de los referentes de apreciación estética del pueblo cubano.

- Que la población de la Isla viva privada de gran parte de su riqueza y acervo cultural.

- La pérdida de muchas de sus identidades y tradiciones.

- Un creciente rechazo a lo que se conoce como cultura oficialista.

Ese monopolio excluyente de los espacios culturales motiva, además, que muchos talentos —principalmente jóvenes— supuestamente criados y formados por la revolución busquen en otras latitudes eso que es esencial para la creación artística: la libertad. Aunque esta decisión implique romper los lazos físicos con su tierra y pasar a engrosar la lista negra de los ignorados y denigrados por el gobierno cubano.

La atrofia estructural de un sistema en crisis permanente alcanza también al sector de la cultura. Porque aunque Cuba es posiblemente el país que más instituciones culturales oficiales posee, estas sirven muy bien para afianzar la censura y el control ideológico sobre los creadores, pero actúan muy mal cuando se trata de promover y garantizar espacios a los artistas locales. Al punto que en los últimos años, productores y promotores extranjeros han tenido que venir a "descubrir" e impulsar talentos que permanecían en el anonimato o el ostracismo.

Obviando la fatua vanidad de quien presume de algo que carece, el propósito de ampliar los horizontes culturales de la población es loable y plausible, pero José Martí nos enseñó que no hay separación posible entre cultura y libertad. No es la propaganda autocomplaciente lo que nos acercara al noble propósito. Sólo reconociendo el pluralismo natural del pueblo y respetando el derecho de los cubanos a disfrutar con orgullo la obra y los logros de sus artistas, independientemente de cómo piensen y dónde vivan, la cultura será el maravilloso patrimonio de todos y no la bandera propagandística de un poder vacío de alternativas y horizontes.

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