www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 1/2
 
La huella divergente de Pablo Neruda
¿Se publicará algún día en Cuba la carta en la que escritores de la Isla acusan al chileno de 'sumisión y traición'?
por ORIOL PUERTAS, La Habana
 

Le organizan homenajes. Se suceden los elogios. Se releen sus poemas encendidamente humanos, tercamente comprometidos. Por estos días, el nombre del poeta chileno Pablo Neruda, a propósito de su centenario, viene siendo reiterado hasta la saciedad en espacios culturales y medios de comunicación dentro de la Isla.

Pablo Neruda
Neruda (dcha.), presidente chileno Allende (izq.).

Pocos escritores como él pusieron a diario su talento a favor de la utopía. La construcción de un mundo nuevo, regido por ideas de justicia y nacido de lo que llamó la "lección moral para todos los rincones de la existencia humana" que representaba la Unión Soviética, es tema de muchas páginas suyas. Pocos como él cantaron a la gesta de la revolución cubana y a su líder rebelde. Más de un poema lleva sus nombres, en más de un libro los cita.

Es extemporáneo el debate sobre la estatura política del autor de Residencia en la tierra. Las edades de la vida son inmejorables para fijar o quitar razones de fe, según sean apuntados los argumentos a favor o en contra. Neruda sigue siendo leído y releído por las más recientes promociones de poetas cubanos, aunque sometan varias de sus páginas a la más dura crítica. Ese ejercicio dialógico, si bien íntimo, sobre su obra, en medio de un ambiente cultural cerrado al debate, debería ser suficiente en un país cuyo gobierno jamás le tributó los honores que merecía. No lo hizo en vida, mucho menos luego de que muriera con el alma desgarrada por los disparos de 1973 sobre La Moneda.

Miles de lectores en la Isla continúan a la espera de que sean publicados sus versos completos. O una edición acaso más amplia que la titulada En el corazón de un poeta, aparecida por la editorial juvenil Gente Nueva en los años ochenta. Casa de las Américas, como era de esperarse, jamás lo hizo. Quizás pesa todavía la renuencia del chileno a ubicarse acríticamente en la órbita de La Habana. O tal vez la herida de los desencuentros entre Neruda y algunos de los funcionarios de Casa, como su actual presidente, el poeta Roberto Fernández Retamar —Neruda, en sus memorias, lo llama adulador y arribista político—, no haya cerrado del todo.

Pasajes lamentables

Muy atrás parecen haber quedado aquellas fricciones, a juzgar por el oportunismo de tantos homenajes. En cambio, si su poesía aparece en librerías y bibliotecas de modo tan fragmentado, qué podemos esperar quienes aguardamos porque un día sean publicadas sus memorias, Confieso que he vivido. En ellas, Neruda rememora con acritud el lamentable pasaje de la carta enviada por varios escritores cubanos —no cometamos aquí el mismo pecado de omisión tan al uso dentro de Cuba: Neruda menciona a Retamar, Edmundo Desnoes y Lisandro Otero como "los promotores y cazadores de firmas"— en la cual le acusan de sumisión y traición al asistir a un congreso del Pen Club en Estados Unidos y recibir una condecoración oficial en Perú.

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