www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 1/2
 
'La Habana Elegante', otro triunfo del objeto
Un número especial en papel con motivo del V aniversario de la edición electrónica de la revista.
por MANUEL SOSA, Atlanta
 

Tras cinco años de existencia en la Red, por una vez (acaso única) se impuso la autoindulgencia, ese indescriptible confort de los sentidos reunidos en torno al Objeto, y fue así que el redactor y los principales colaboradores de La Habana Elegante decidieron  conmemorar el lustro haciendo una edición en papel.

Creo que quien haya seguido su concatenación y desandar por esos tramos cada día más abarcadores del ciberespacio, ha debido notar el esmerado empeño de Francisco Morán, poeta y animador cultural cubano, vertiendo su infatigabilidad en cada número desde 1998 hasta hoy día.

Y he ahí el misterio de que a tal empeño hayan decidido concretar en libro: como mismo la oralidad busca sobrevivir en un pliego, así esta publicación electrónica se ha vuelto material degustable, hojeable. El miedo a no quedar registrado en el lado físico ha causado esta edición. O simplemente el gusto de palpar sus contornos, al menos por esta vez.

Desconfiados aún del entorno electrónico, nos devora el prurito de la verificación, pues queremos que la verdad tenga más de ente corpóreo que de memoria. A Francisco Morán no le basta con que su sitio web haya registrado cerca de 160.000 visitas, ni que un creciente prestigio dé un bien ganado crédito a su publicación. Cubanos al fin, desconfiados de lo que tenemos hoy, nos asaltan dos buenas preguntas: ¿Y si mañana desaparece la Internet? ¿Qué pruebas ofrecer a nuestra progenie?

Pero si bien el tema de las revistas (y aunque ahora no nos ocupe, el de las antologías) parece cansar el diálogo cultural de la nación, no nos engañemos con el aparente desgano y obviemos sus razones de ser. Y más cuando tienen el ciberespacio como apoyatura. El ciberespacio está supliendo, rellenando ciertas fisuras donde algunos no podían tener voz. Cada vez se diversifican más los modos de comunicarse desde el hecho literario.

Y ese hecho literario se funde a la practicidad, se trasmuta en otras variantes menos rigurosas y no por ello refutables. El correo electrónico invade ciertos estamentos que antes eran exclusivos de una cadena paciente y postal, sin sustituir del todo aquellas epístolas donde una vez el propio escritor complementaba su afán comunicativo, pero la ley del menor esfuerzo viene y le reclama una parte del halo: la conveniencia, la inmediatez valen tanto como la certeza. Una lista de correos suplanta a un auditorio casual; nos leen aquellos con quienes comerciamos; la retroalimentación es casi instantánea.

Así, los desoídos de ayer demarcan su propio espacio. Red de redes, ya se puede constatar lo laberíntico de su exploración, las nuevas formas de expresividad que como el blog hacen de lo informal y lo espontáneo una vía más conductiva de la experiencia que creemos comunicable. Infinidad de sitios web, muchas veces personales, amparan el credo de un movimiento, una tendencia, un hacedor.

Sin cesárea

Si habláramos del caso cubano, lo más justo sería que el lector natural de nuestras revistas electrónicas o sitios web dispusiese de la anuencia y las herramientas adecuadas, pero en la Isla se siguen practicando los habituales juegos del gato y el ratón; y no todos pueden comenzar el día con Encuentro en la Red en sus pantallas, con La Habana Elegante en cada estación.

El oficialismo cultural de la Isla ha intentado socavar la creciente afluencia de lectores a tales sitios. Ha intentado reducir sus atractivas resonancias (sobre todo para los que en Cuba pudieran ganar acceso a los mismos y para los que por el mundo indaguen acerca de lo que puede ser la realidad isleña), y para ello ha diseñado páginas y páginas monocordes y no por ello menos cargadas de información libresca, didáctica y culturosa. Sin embargo, desde su concepción ya traen un déficit que es congénito a todo esfuerzo o proyecto intelectual que provenga de sus costas: pretenden hacer de lo artificioso algo natural.

Sin ánimos de mezclar a Francisco Morán y a sus colaboradores en un caldo político, tengo la convicción de que La Habana Elegante vino al mundo sin cesárea. Vino como un desprendimiento de sus propias energías y añoranzas como creadores al fin. Encuentro en la Red, por otra parte, fue una necesidad y nunca un énfasis. Si la diáspora cultural se hace más vertiginosa y nutrida, algunos puntos de confluencia (y tenemos ya muchos) deben aflorar como consecuencia natural.

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