www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 1/3
 
Carpentier: exemple et antiexemple
En el centenario del escritor que contribuyera a inaugurar la mayoría de edad de la literatura latinoamericana.
por JOSé PRATS SARIOL, México D. F.
 

Siglo es sistáltico. Otros períodos no alteran tanto, ni son muy utilizados por la academia o el periodismo o la plaga cazadora de efemérides. El aniversario 100 del nacimiento de Alejo Carpentier (¿Lausana, Suiza?, 26-12-1904-París, 24-4-1980) suscita reflexiones que rebasan la exégesis conmemorativa. Intentaré enunciar la que corresponde al intelectual sin mandato, a lo que Elfriede Jelinek —Nobel de Literatura 2004— practica y aconseja: "Un escritor nunca debe comprometerse con los poderosos, con los gobernantes. Debe criticarles, ese es su deber".

A. Carpentier

El antiejemplo es grosero por obvio. Ni el más devoto análisis hesicástico —pausada sabiduría— puede ocultar la práctica filotiránica de Carpentier durante los diez años últimos de su vida, es decir, tras el Caso Padilla y el tristemente emblemático Congreso Nacional de Cultura de 1971…

Concluida la revolución, el vigoroso escritor de Los pasos perdidos y de El siglo de las luces, sigue aplaudiendo lo que debió identificar como tiranía; sigue usufructuando los favores de un gobierno que debió situar —¿lo comentaría en privado?— como la más formidable estafa en la historia de la América nuestra.

Pero el párrafo anterior peca de extremista. Ni Robespierre trataba así a su perro Brown. Las referencias al Evangelio según San Lucas o mejor, a la mujer tomada en adulterio que refiere San Juan en el capítulo 8 de su Evangelio, creo que matizan lo suficiente, modulan esta Navidad, un juicio cuya base es que somos seres humanos. De la reflexión que motiva el 100 —válida para la Cuba que soñamos— no pueden excluirse las contradicciones. Las que cada cubano del exilio o del insilio debe disculpar y disculparse con genuino espíritu cristiano.

¿Quién tira la primera piedra? ¿De dónde sacar a los jueces? ¿Cómo no pensar que Carpentier, como todavía sucede con algunos escritores honestos —pienso en Fina García Marruz o en Cintio Vitier—, convirtió en creencia lo que ya como idea estaba desvencijado? ¿Acaso la utopía social de los primeros diez años (1959-1968) no sigue siendo para muchos una certidumbre apenas pospuesta? ¿No hay intelectuales que consideran que a pesar de todo se trata de una realidad menos mala en un planeta enfermo?

Matices… Porque lo que sería absurdo —como las reservas de libros prohibidos que existen en la Biblioteca Nacional José Martí— es vincular sectaria, mecánicamente, al autor —mucho menos a su fuerte obra— con la tiranía que padece nuestro país. Los poemas de Ezra Pound o las novelas de Louis-Ferdinand Céline no han dejado de ser leídos porque sus autores simpatizaran con el fascismo o el nazismo. ¿Acaso hay que ser comunista para disfrutar la poesía de Pablo Neruda? Se cometería la misma represión que debería avergonzar a las autoridades que ahora dirigen la difusión de la cultura en la Isla, que tachan como "diversionismo ideológico" la obra de Guillermo Cabrera Infante y la anatematizan —junto a la de tantos otros— dentro de lo que llaman "batalla de ideas".

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