En las últimas semanas, la música cubana se dejó escuchar en la capital chilena y Viña del Mar. Al contar aquí con fama de alegres y bullangueros, así como de gozar excelentes capacidades para el baile y la música, los chilenos suelen acudir presurosos adonde se informe que actúan representantes de la Isla. Dicha aceptación tiene también que ver con la simpatía que acapara la gente que procede de la Mayor de las Antillas. No hace mucho el titular en un diario de circulación nacional rezaba: "La gracia de los cubanos en Chile".
Tres agrupaciones, en suma, sentaron sus reales en las noches australes. A saber, Chucho Valdés con Diego El Cigala, Pablo Milanés y su grupo y nada más y menos que Orishas, debutante en estos lares pero precedido de un aura juvenil y de un éxito en sus propuestas que levantó un grado superior de curiosidad.
Ya aquí se conocía el primer disco de Orishas, A lo cubano, muy escuchado en la radio y en los centros nocturnos citadinos. La presentación de Orishas en Chile sobrepasó las expectativas, aunque el Club Hípico de Santiago no se preparó adecuadamente para recibir a las 10.000 personas que se esperaban. Los cubanos sembraron un jolgorio, crearon la radiante ansiedad que exige el rápido regreso.
A su turno, después de las 12:30 de la noche —la hora en que la juventud aquí llega a la mayoría de los eventos—, el grupo estrella de la velada inició su actuación. Según un crítico, Orishas decidió golpear de entrada. De inmediato, el público, eminentemente joven, vibró, se estremeció entero. Conocen bien los Orishas lo que las personas de su edad desean escuchar. Un bramido multitudinario se alzó cuando desde la tarima uno de los cantantes preguntó: "¿por qué coño, si se apoyan tantas guerras, no se deja a los jóvenes fumar marihuana?".
Bien diseminados los números de los discos A lo cubano y Emigrante, salpicado el ambiente de los dichos marginales tan gratos al mocerío, el éxito estaba garantizado. No se desconocía esa noche en el Club Hípico que las obras de Orishas usufructúan una verdadera vocación creadora, que se resuelve en combinaciones vocales de jerarquía y en la mezcla sugerente, nueva en su sensibilidad, del hip hop con estructuras musicales cubanas, amén de otras en que fluyen las resonancias internacionales de lo que se oye en Europa, donde viven los miembros del grupo.
Hasta para la opinión periodística que puso su énfasis en los desaciertos organizativos del evento, Orishas es el conjunto de mayor proyección en su estilo en Latinoamérica y demostró en su debut en Chile un envidiable poder de convocatoria.
Chucho y El Cigala: vuelo a lo alto
A pesar del cielo nublado, más de tres mil personas acudieron al Court Central del Estadio Nacional para escuchar el piano de Chucho Valdés y la voz de Diego El Cigala, un dúo que, junto a tres músicos acompañantes, prometía una noche de cálidas nostalgias. La música del disco Lágrimas negras, con arreglos de Bebo Valdés (padre de Chucho), era el manjar que se ofrecería a los asistentes.
Con un consagrado como Changuito, responsable de las pailas, el grupo logró cautivar al público durante casi una hora y media. Fue un vuelo a lo alto. Desde el despegue hasta el aterrizaje hubo colores improvisados, paisajes de estreno, amores de vida y muerte, cuyas promesas, quejas y tristezas no apagaron un segundo sus fuegos trágicos. Por la novedad de la oferta, el público no dudó un instante. Se hallaba ante artistas de excepción. |
