www.cubaencuentro.com Jueves, 27 de enero de 2005

 
  Parte 1/2
 
Cavando (en) la penumbra del poeta
Una visita al 'sitio' de Eliseo Diego.
por PABLO DE CUBA SORIA, Miami
 

De los escritores de la llamada generación de Orígenes (¡ay!, las teorías generacionales) sólo viven físicamente Cintio Vitier, Fina García-Marruz y Lorenzo García Vega. Vitier, por suerte, es un magnífico poeta y ensayista a pesar de sus soles de mundos morales y teleologías por el estilo; Fina es la fina poeta de nuestra lírica: qué más pedir; García Vega, quien ha trazado un abismo dentro del propio imaginario origenista, pernocta en su (nuestra) Playa Albina obsesionado con un devastado Hotel San Luis: qué maravillosa manera de joderse la psiquis, de martillar la palabra.

E. Diego
Eliseo Diego.

Los otros, los que ya habitan el "otro reino", viven poéticamente (existir quebradizo, pero duradero) y en la memoria de familiares y conocidos. Examples. Lezama y Piñera, qué comentarios caben: de la ausencia que se espera a la maldita circunstancia del agua por todas partes, es decir, la tensión poética de nuestra literatura; Gastón Baquero, no hay poeta en lengua española en el siglo XX con igual capacidad de fábula; y Eliseo Diego, "el principal hacedor de penumbras en las letras cubanas". (Sé que me olvido de algunos, tal vez por olvidables).

Sí: entonces Diego, sus versos; digo: la penumbra del poeta.

No se debe a que muchos de sus poemas contienen el término "penumbra", que enfaticé la frase arriba entrecomillada; lo señalo porque la (mía) experiencia de lectura habla de un sujeto poemático en/desde la pesadez de las sombras, en lo infernal arraigado en la poca luz. Si bien la poesía del autor de Versiones gira en torno a unos pocos temas fundamentales —la memoria, el tiempo, los objetos comunes, los simples actos…—, ellos se generan precisamente en/desde la penumbra; y ahí justo experimento el "suyo" desasosiego ante la inevitable caída que, por mucho que se empeñen, no se puede zurcir. (Recordar a Lezama delirante, ingenuo: la función de la imagen poética es empatar el hueco de la expulsión primera).

"Lo que cuesta hoy una esperanza", reza unos de sus versos que bien apuntan, creo, hacia la terrible idea de que hoy para nada valen esperanzas. "Entre la poesía y la esperanza, la incompatibilidad es completa; de este modo el poeta es víctima de una ardiente descomposición" (Cioran). Eliseo, buen lector de Eliot, sabía de esta tierra baldía; y buen lector de Pound, sabía que toda carcajada sale de estómagos muertos. (También, como buen lector de Rilke, sabía que la verdadera patria es la infancia, de ahí su inmersión en el mundo de los cuentos y la fantasía). La sobreabundancia más allá de la penuria que en los versos de Eliseo ha sido harto señalada, yo me considero incapaz de percibirla, demasiados son los demonios que tensan su escritura. Que si la poesía de Diego se sostiene desde un catolicismo, resulta innegable; pero es una fe martillada por "infernales pesadillas", jamás una fe de simple lecturas de salmos en un banco del colegio. (Ahí discrepo de Vitier, el más lúcido exegeta, manipulador de la poesía de Diego). Cuando sus diablillos le dictaron su último poema, Olmeca,de otra manera no podía entrar a donde el Dante (su "seudónimo"): carnavalesco, muerto de risa.

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