www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de marzo de 2005

 
Parte 1/2
 
Polemiza, que algo queda (I)
A partir del siglo XIX, las polémicas entre escritores han ocupado un espacio importante en la vida literaria de la Isla.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Farmville
 

Para Yara González Montes y Olympia González, lectoras fieles.

Aún está por hacerse un estudio de las polémicas que se han producido en nuestro panorama literario. Serviría para analizar en qué medida han sido útiles para el desarrollo de esta manifestación. El tema es apasionante donde los haya, y ofrece un amplísimo terreno para la investigación: quien se dé a la tarea de recopilar las que han tenido lugar desde el siglo XIX hasta nuestros días, podrá armar un grueso volumen, pues la cifra es elevada. Hace tiempo tengo la idea de escribir una serie de artículos para referirme a unas
Duelo
cuantas de las que, según mi criterio, son las más relevantes. Finalmente, decidí materializar ese proyecto y durante algunos meses me dediqué a investigar en periódicos y revistas. Éste es el primero de la serie de artículos que dedicaré a este tema, y que son el resultado de aquella labor de búsqueda que realicé en la excelente y muy completa colección de publicaciones y libros cubanos que posee la Universidad de Miami.

Y cuando tomo el siglo XIX como punto de partida, no se me escapa que en las páginas del Papel Periódico de La Habana (1790-1805) apareció una buena cantidad de textos que discrepan con otros que allí se publicaron. Como ha apuntado Fina García Marruz, "la crítica seria y la polémica ligera fueron armas en que se ejecutó la naciente inquietud cubana. Frente a los cerrados cuadros coloniales, vemos a esta estrategia criolla apuntar desde varios sitios distintos, ya el tratado, ya el epigrama, ya la burla. A veces el inocente carro de heno oculta armas subversivas, que vemos tras el artículo sobre agricultura, el diálogo literario o filosófico o la Carta circunspecta, ataques solapados al comercio, a la educación, a la filosofía o costumbres de la colonia. Esta actitud discutidora, perennemente revisionista, preparó para luchas mayores". Sin embargo, se trata fundamentalmente de discusiones que se remiten a crítica de costumbres y hábitos sociales, o bien a asuntos económicos, y no de polémicas de carácter literario, que son las que aquí nos ocupan.

La primera polémica propiamente literaria se desarrolló en torno a la salida de la primera edición de las poesías de José María Heredia, en 1825. Tres años después, el biólogo español Ramón de la Sagra (1798-1870) publicó en Anales de Ciencias, Agricultura, Comercio y Artes (diciembre 1828-marzo 1829) un "Juicio crítico de las poesías de Don José María Heredia". El descuido de reseñar el libro con tanta demora obedece, se excusa De la Sagra, "debe sólo atribuirse a que la publicación de las poesías de Heredia fue anterior de dos años a la de este periódico".

De la Sagra reconoce aciertos parciales a la obra de Heredia (el amor, apunta, es una pasión que "está pintada con tan verdaderos colores que no es posible desconocerla"). Pero como se pone de manifiesto desde la primera de las cuatro partes de su ensayo, el mayor espacio está dedicado a señalarle desaciertos y flaquezas. Así, por ejemplo, según él tiene repeticiones de modismos y adjetivos, "que si bien pueden usarse alguna vez, nunca está bien el repetirlos". Critica también a Heredia por sus descuidos en la armonía rítmica y su poco esmero en la elección de las palabras, y agrega que "hay muchas frases puramente prosaicas y pensamientos demasiado triviales".

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