www.cubaencuentro.com Jueves, 14 de abril de 2005

 
  Parte 1/3
 
Million Dollar Baby: basura trascendente
La última película de Clint Eastwood: expresión simbólica de algún patriotismo, defensa de un cristianismo primitivo y la lucha por la supervivencia del más fuerte.
por NéSTOR DíAZ DE VILLEGAS, Hollywood
 

Frankie Dunn es un americano de la vieja escuela: baste ese dato para imaginar sus malas pulgas, su frugalidad, su escrupuloso apego a la justicia. Digamos que tiene el mismo aparato de teléfono desde los años sesenta (un Western Electric de baquelita negra) y que no le da importancia a la moda, ni a lo que piensa la gente: él mismo es una pieza de museo; un ejemplar de gringo de los que no vienen ya.

M. D. Baby
Cartel de 'Million Dollar Baby'.

Frankie es lo que se llama "a good ol' boy".

Para colmo, el personaje de Frankie en Million Dollar Baby (la cinta que se ganó la estatuilla al mejor director y a la mejor película en los Oscares de este año) es interpretado por Clint Eastwood, un arquetipo al que naturalmente se asocian virtudes cardinales: la entereza, la valentía, la reserva, la tenacidad y la templanza. Dentro o fuera de la pantalla, Clint encarna la Virtu Americana.

Clint ha sido, en las cintas de Dirty Harry, el policía mundial que no le para bolas a un granuja (lo que él llamaba un punk), y en los spaghetti western de Sergio Leone, una especie de Eneas, fundador mítico del Oeste. Con Clint Eastwood no se juega, eso lo sabe cualquiera que se haya acercado a un cine en los últimos 40 años.

El Frankie de Clint tiene un ring de boxeo en el downtown de Los Ángeles, pero hasta que no aparece un anuncio del popular programa The Aprentice con la cara de Donald Trump en el costado de una guagua furtiva, la historia podía haber transcurrido en cualquier otra parte, y en cualquier otro tiempo. Los afroamericanos están pintados en el fondo, como en el friso de un dinner de Mobile, o de Tebas. Aunque hay uno que se destaca; uno al que le falta un ojo y que ve por los de Frankie. ¿Será éste el cíclope que cuente la historia de don Nadie, del Quijote que boxea con su propia sombra?

A los negros boxeadores no sólo les toca segundo plano, Sanchos para el quijotesco Eastwood, sino que, consecuentemente, sus desgracias tienen menos gravedad que las tribulaciones del amo. Si Scrap (Morgan Freeman) ha perdido un ojo, Frankie ha perdido nada menos que ¡la niña de sus ojos!

La relación de Frankie con su valet, como muchas otras en esta película, es tan encantadoramente obsoleta que raya en la utopía, y si se le perdona es porque Eastwood, después de todo, ha sido siempre un chapado a la antigua. Como mismo hay nostalgia de teléfonos Western Electrics anteriores a la era del Xingular, la hay de una época en que cada cual conocía su puesto y un negro honrado sabía hacerse imprescindible o volverse una sombra. Un negro, por lo demás, ahorrativo, decente, que vive en el cuarto del fondo. (Entonces pasó la guagua con la cara de Trump).

Frankie perdió una pelea (I could've been a contender, I could've been somebody) y demoró un cuarto de siglo en volver a batirse, pero es obvio que nunca colgó los guantes, y que mantuvo su viejo gimnasio esperando por la revancha. Aquello sucedió durante el enfrentamiento número 109 de Scrap, y por culpa de Frankie, que no tiró la toalla, el héroe perdió un ojo.

La gente cree que el entrenador ha perdido también la oportunidad dorada de conseguir un cinturón para sus oscuros atletas, pero él sabe por quién espera: le escribe cartas (que son devueltas sin abrir) a ese alguien. Más tarde sabremos que se trata de su hija descarriada. Por eso, cuando entra Maggie (Hillary Swank), Frankie reconoce en ella a su destino, aunque por pudor, y por respeto a las leyes de la tragedia, al principio le ofrezca resistencia.

No es que la Fortuna se le revele inmediatamente —aunque anticipando un final heroico ha aprendido gaélico y ya recita a Yeats— pero, ¿quién iba a imaginarse que Ananké aparecería ladrando en el dialecto de las praderas? Hay una gran similitud entre el drawl (el dejo espeso de esos blancos analfabetos que la gente llama "basura de trailer") y los sonidos bárbaros de una lengua de reyes. Reyes cristianos, por más señas.

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