www.cubaencuentro.com Lunes, 13 de junio de 2005

 
   
 
Rumbos diferentes pero no opuestos
Una porción imprescindible del teatro cubano: En memoria de los dramaturgos Albio Paz y Alberto Pedro, fallecidos recientemente en la Isla.
por ROSA ILEANA BOUDET, Miami
 

A escasos días de diferencia, Cuba pierde a dos de sus más significativos dramaturgos: Albio Paz (1936) y Alberto Pedro (1954), cuyas obras se encaminaron por rumbos diferentes pero no opuestos.

Weekend en Bahía
Escena de 'Weekend en Bahía', de Alberto Pedro (1987).

A Albio lo conocí en el Teatro Escambray, en los setenta, cuando era el "autor" de La vitrina y su tarea se diluía en la locura de la creación colectiva y la investigación. Despreocupado de su papel como dramaturgo, Albio creaba piezas, "apropósitos", décimas —sin importarle tanto su jerarquía, sino su aporte a culminar un proceso de creación contradictorio y vivo—. Siempre se recuerda el grupo por su contribución apologética —"un arma al servicio de la revolución"— y muy pocas se le reconoce su función en la formación de un público nuevo y, sobre todo, su aporte a una dramaturgia crítica desde dentro.

A Albio le corresponde quizás el protagonismo con creces en esta última vertiente. Porque en aquellas imágenes de los campesinos negados a integrarse a los planes agrícolas del momento, que inventan ardides para no mudarse a los pueblos nuevos como La Yaya, se patentizaba —magnificada por su lente valleinclanesco— el drama agrario de la época: los conflictos entre lo viejo y lo nuevo encarnados en tipos graciosos, con humor negro, "bunga" y alegría.

Porque para Ana López —la campesina de La vitrina—, nada más congruente que consumar la última voluntad de Pancho: enterrarlo en su pedazo de tierra y salvaguardar así su pequeña e individual parcela. Albio no dejó atrás esa mirada irónica ni siquiera en sus piezas más serias, profundas e históricas, como Huelga (Premio Casa de las Américas 1981).

Entre el ruido de las poleas y las grúas

En la nave de una metalúrgica en La Víbora en la que Albio Paz intentó hacer un teatro obrero que en su momento dejó boquiabierto a Salvador Távora y a Alexandr Guelman con los mejores actores (Helmo Hernández, Flora Lauten, Orietta Medina, Alberto Pujol y Mercedes Arnaiz), comenzó su andadura Alberto Pedro, actor egresado de la ENA, quien por entonces hacía sus bocetos como dramaturgo y poeta. Muchísimo de su teatro posterior estuvo permeado del espíritu utópico que convocaban las naves de Cubana de Acero, entre el ruido de las poleas y las grúas.

Pasó el tiempo y Albio no dejó de ser el mismo autor crítico que en El gato de chinchila o la locura a caballo critica a los funcionarios insensibles ante la muerte de Marcelino, el obrero al que le revienta una caldera. El mismo que al final de su vida se reinventa y renueva al calor de un grupo joven con el cual desarrolló el teatro de calle, paradójicamente inédito en el país: El Mirón Cubano, para el que escribe Las penas que a mí me matan, dedicado a una actriz de su grupo, Miriam Muñoz.

Alberto Pedro fue un autor legendario, a pesar de sus cincuenta años. En los noventa escribió piezas de reencuentro como Weekend en Bahía, Delirio habanero y Mar nuestro, en las que cubanos de las dos orillas se juntan en la realidad, el recuerdo mítico o en una balsa a la deriva. Es el autor de Manteca (1993) y de tantísimos proyectos al calor del Teatro Mío, que fundara junto a Miriam Lezcano en 1987.

Conversé muchas veces con Alberto, dialogué con él, discutí, lo admiré. Hablé en muchísimas ocasiones con Albio, lo respeté y lo voy a extrañar. Ellos son una porción imprescindible del teatro cubano.

En la escena, Dulce escoge el arroz del día, Pucho busca entre las páginas de una novela mientras Celestino estudia un inglés elemental. Los tres hermanos de Manteca se preparan para "sacrificar" al puerco que les ha significado sustento y espiritualidad en el período especial. A su lado, Ana López entierra a Pancho en su "autoconsumo" y los muertos se mueren y "desmueren" en la ceremonia de La vitrina, como los dos autores estarán reunidos en la nave de una metalúrgica para siempre en mis recuerdos.

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