Con muchísimo placer descubrí y leí una polémica, modelo de educación y elegancia, que el coreógrafo Fernando Alonso mantuvo en noviembre de 1951 con Gastón Baquero. Su punto de partida fue el artículo "Nota sobre Alicia Alonso y su ballet", que este último había publicado unas semanas atrás en el Diario de la Marina. Era una reseña impresionista, escrita desde su postura de "simple espectador y amante del Ballet", en la que Baquero expresó algunas críticas severas a unas presentaciones del Ballet Alicia Alonso. Allí comentaba que veía con pesimismo y temor el futuro de Alicia Alonso, a quien no duda en llamar "artista inigualable". Estaba movido, eso sí, por la buena fe, y su propósito era contribuir con "una voz de alerta frente a un peligro".
Baquero escribió su comentario desde una sincera admiración por Alicia Alonso, a quien considera, por haber conseguido el reconocimiento unánime de los mejores, "una suerte de bien común, de interés de todos". En tal sentido, como admirador suyo, le importa "su cuidado, su conservación del prestigio, su porvenir". Anota que en torno de la bailarina está ocurriendo algo que, a su juicio, puede comprometer su seriedad de artista grande, verdadera, cabal. Tiene eso que ver con el Ballet Alicia Alonso, sobre el cual, afirma Baquero, el Estado cubano ha volcado una verdadera fortuna, para apoyar tanto la compañía como la escuela vinculada a esta.
Las representaciones de Fiesta, Capricho Español y Las Sílfides ofrecidas por el BAA tienen, para él, "el carácter de fiesta de fin de curso: cada uno haciendo lo que se le ocurría, persiguiendo a la música o anticipándose a ella como si la orquesta estuviese en el planeta Marte". Deficiencias como esas, señala Baquero, se tapan, se disimulan, se soslayan, con la espera de la entrada en escena de Alicia: "Por verla a ella se puede sufrir cualquier cosa, incluso las tonterías de Morton Gould y la anarquía de Fiesta". Pero se pregunta: "¿Hasta cuándo tolerará la fama, la real capacidad artística de Alicia Alonso, esta acumulación de errores, esta prodigalidad de errores?".
Cuestiona luego el que Cuba pueda tener en ese momento una gran Escuela de Ballet, con pretensiones de lanzarse a los escenarios sin más ni más. Asimismo critica el que alguien que es, sin género de dudas, una gran bailarina en el cenit de su trayectoria, se tenga que responsabilizar con la enorme tarea de la enseñanza. "Alicia Alonso tiene su puesto, su primer rango, en un gran ballet; es una estrella, no es un 'gancho' para empresas artísticamente verdes y económicamente riesgosas". No merece, pues, que se la ponga a bailar con unos bailarines que no pueden respaldarla artísticamente. |