www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
   
 
El fin de un premio literario
El Rómulo Gallegos de Novela: ¿última víctima del eje La Habana-Caracas?
por CHRISTOPHER DOMíNGUEZ MICHAEL, México DF
 

El XIV Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos fue otorgado a alguien llamado Isaac Rosa, autor de una novela titulada El vano ayer.

El vano ayer

Dada la trascendencia del galardón venezolano, los jurados se exponían, al premiar a un escritor poco conocido, a que ocurriese lo que está ocurriendo: que su veredicto fuese examinado con lupa por la opinión pública. Y los resultados no están siendo halagüeños para quienes han desahuciado a uno de los más prestigiosos premios literarios latinoamericanos. Examinada la novela vencedora salta a la vista que pudo haber ganado en alguno de esos premios literarios provincianos o autonómicos que en España se dan como los hongos, pero no el Rómulo Gallegos. Todo premio tiene sus malas cosechas, sus momentos de equívoco o de ofuscación, pero si algo tenía el Rómulo Gallegos es que no cualquiera debía ganarlo y cuando alguna efímera hechura mediática se hizo de él, las voces de protesta fueron tan significativas que el gazapo no se repitió. El vano ayer no tiene gran cosa qué hacer en un listado donde están libros como La casa verde, Cien años de soledad, Terra nostra, Mañana en la batalla piensa en mí, Los detectives salvajes, El viaje vertical o El desbarrancadero. Rosa no parece ser compañía probable para Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Javier Marías, Roberto Bolaño, Enrique Vila-Matas o Fernando Vallejo, para hablar de los grandes escritores que han ganado el Rómulo Gallegos, premio que destacaba no sólo por la calidad canónica de los galardonados, sino por la pluralidad estética e ideológica de los jurados que lo otorgaban.

¿Qué ocurrió entonces? Pues que el régimen militar venezolano, asesorado por el castrismo en esas proverbiales maniobras de cooptación y propaganda, decidió poner fin a la latosa independencia del premio y para ello hizo jurados a cinco comisarios de rancia obediencia revolucionaria: Jorge Enrique Adoum, Nelson Osorio, Antón Arrufat, Cósime Mandrillo y Alberto Rodríguez Carducci. La misión del jurado —donde no falta, curiosidad propia de la mayéutica estaliniana, la víctima reconciliada de una vieja purga— fue premiar en Rosa a un amiguete español de la dictadura cubana y un cuadro bien dispuesto a pasearse en procesión revolucionaria por las ruinas de Venezuela, bailando al son del teniente coronel que Castro tiene como deseadísimo sucesor. Lo grave no son las ideas políticas de Rosa, pues las verdaderas democracias están diseñadas para proteger a sus enemigos, sino el fin —no por predecible menos doloroso— de una institución literaria cuya liberalidad honraba al mundo de habla hispana. Flaco favor le ha hecho al joven escritor estos jurados, condenándolo a ser recordado tan sólo como el instrumento de una lamentable maniobra que, como casi todo lo que proviene del chavismo, es la gravosa parodia de una parodia. Muerto en espíritu el Rómulo Gallegos, quizá se pretenda ofrecer al nuevo muerto en vida como substituto del viejo Premio Casa de las Américas, que estará en el desván como el otrora instrumento eficaz que fue en la propagación universal del mito castrista.

Recriminaciones y condolencias

En Caracas, en Madrid y en México se han animado las recriminaciones y las condolencias en la cabecera del premio moribundo. Belén Gopegui, literata española tristemente célebre por el melancólico celo que pone en defender a Castro, ha criticado a la prensa de su país por regatearle a Rosa las candilejas, como si las malandanzas de un jurado literario constituido en politburó ecuatorial ameritasen parar las prensas. Se queja la señora Gopegui de que El País ignora la hazaña de los jurados que premiaron a Rosa; acaso la narradora ya se aburrió de la pluralidad informativa que le ofrece Granma. Y fue en El País donde, tras leer la denuncia que el crítico y editor venezolano Gustavo Guerrero hizo de la liquidación del Premio Rómulo Gallegos, nos encontramos con que Rosa tuvo el mal gusto de salir a defender su novela y su premio. Lo que no pudo dejar a salvo fue su honor, dedicando la coda de su autoencomio a burlarse de los demócratas venezolanos, al menos la mitad de una nación una y otra vez arrollada, humillada y ofendida por el caudillo. En fin, que el negocio de Rosa es ya cosa rutinaria: escribir una novela denunciando a una dictadura de derechas —el franquismo— para recibir los honores (y el dinero) de una dictadura de izquierdas. Es probable que el libro merezca una suerte mejor que la calamidad moral que ha acarreado a su autor. Pero con el tiempo uno va perdiendo estómago para las imposturas.

Siguiendo el vértigo de la victoriosa movilización total que acompaña desde ya hace demasiados meses al régimen del teniente coronel golpista, el Premio Rómulo Gallegos se ha eclipsado. Se eclipsa junto con esa democracia venezolana que para los mexicanos —antecedente que frecuentemente se olvida— algunas cosas tenía de ejemplar.

No es sorprendente lo ocurrido en Caracas: me tocó ser, en junio de 2003, parte del jurado que premió al escritor colombiano Fernando Vallejo y desde entonces era de temerse que el premio, al simbolizar a la cultura liberal venezolana, estaría condenado a extinguirse como víctima de un poder militar corrompido que opera con el auxilio de la turba. De la elocuencia con la que Vallejo, como lo han hecho siempre los espíritus libres, se expresó al recibir el premio, dejando constancia del horror que le causaba el tiranuelo, tomaron nota los comisarios políticos. En La Habana y en Caracas se llevaron a cabo las diligencias necesarias para que el Premio Rómulo Gallegos no volviese a honrar a un escritor independiente y para que, en cambio, todo quedase atado y amarrado, premiando a la servidumbre.

EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
'La noche de los asesinos': cuarenta años de una premonición
JAIRO RíOS, La Habana
Catorce autoras que cuentan
CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Nueva Jersey
Petit elogio de la traductora
CED, Nueva Jersey
En estas páginas vive nuestra música
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir