www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
Parte 2/2
 
Catorce autoras que cuentan
Una antología bilingüe demuestra la riqueza y la variedad estilística y temática de la narrativa cubana escrita por mujeres.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Nueva Jersey
 

Lo primero que sorprende gratamente de este conjunto de narraciones es algo que Mirta Yánez anota en la primera parte de la introducción (la segunda pertenece a Verity Smith): el denominador común más notable de las catorce autoras es su especial concepción del realismo, que ensancha las fronteras de la vida cotidiana a través de la incorporación de lo sobrenatural y el absurdo. Hay asimismo un notorio predominio del humor y la ironía como claves compositivas, recurso que demuestra ser de particular eficacia para acercarse a una realidad tan terrible como la del llamado Período Especial (en ese ambiente se ubican los cuentos de Esther Díaz Llanillo, Nancy Alonso, Magaly Sánchez, Adelaida Fernández de Juan, Ana Lidia Vega Serova). Esto último lleva a Yánez a interrogarse acerca de si no estamos asistiendo a otro período de "años duros, pero visto ahora a través de la mirada femenina".

No inciden estas autoras —y es un mérito a reconocerles y a destacar— en esa visión marcadamente documental, cercana en ocasiones al periodismo, que ha dado lugar a una especie de retórica del Período Especial. Díaz Llanillo, por ejemplo, la elude a través de un tratamiento imaginativo y de la dosis de humor negro que incorpora en El gran golpe. Magaly Sánchez, por su parte, hace un homenaje a La Habana, en el cual, sin escamotear su deterioro, prefiere insistir más en los rasgos de belleza que aún conserva. Incluye asimismo el personaje de una jinetera, a la que, sin embargo, presenta en una escena inusual, al distanciarla —si se me permite tomar en préstamo el término al viejo Brecht— a través de un detalle de ternura. En Clemencia bajo el sol, de Fernández de Juan, aparece el tema de las relaciones entre los cubanos y los soviéticos que llegaron a la Isla, aspecto que nuestra narrativa apenas ha tratado. Tras la amistad que se establece entre una mulata habanera y una educada joven rusa que se narra en ese cuento, se puede leer, como apunta Smith, la macrohistoria del colapso de la URSS y de las repercusiones que ello tuvo en Cuba.

Otra de las narraciones en las cuales se recrean las penurias y dificultades del Período Especial es Falsos profetas, de Nancy Alonso (1949). Está armada de manera muy inteligente a través de las cartas que intercambian dos mujeres, una arquitecta que vive en La Habana y una profesora amiga suya que se halla como cooperante internacionalista en Etiopía. Ese intercambio epistolar, que se extiende de septiembre de 1989 a noviembre de 1992, nos permite asistir al proceso en el que ambas se van mostrando como realmente son. La profesora, quien al inicio del cuento nos parece una joven algo superficial, demuestra ser, tanto en Etiopía como al regresar a la Isla, una persona solidaria y sensible ante las penurias de quienes la rodean. Su amiga, por el contrario, consigue un contrato de trabajo en México, y allí la revolucionaria falsa e hipócrita que tanto pontificaba (mantener los principios, no dejarse ganar por el consumismo, fortalecerse ideológicamente) da paso a una persona egoísta, materializada y despectiva con sus compatriotas. Alonso saca a relucir así el verdadero alcance de la crisis del país, al reflejar el deterioro moral.

Pero el abanico temático de Making a Scene… no se reduce al Período Especial. Marilyn Bobes (Ellas en el gimnasio), Aida Bahr (Imperfecciones) y Mirta Yánez (El búfalo ciego) reflexionan desde diferentes perspectivas y estilos sobre la condición femenina. Rosa Ileana Boudet aporta con Postales a la Maga el texto más ambicioso y abarcador, al recrear en el paso de la adolescencia a la madurez de la protagonista, la sociedad cubana entre las décadas de los sesenta y los ochenta. Ana Luz García Calzada se traslada al siglo XVII, y en Los convidados cubaniza la leyenda española de Don Juan. Y aunque el espacio no me permite referirme ni siquiera brevemente a todas, considero de recibo decir por lo menos que la lista de las autoras antologadas la completan Josefina de Diego (La letanía del tío Augusto), Mylene Fernández Pintado (Felicidades Mayté), Aymara Aymerich (La mujer del espejo de la columna) y María Elena Llana (Eleggua Spray), quienes enriquecen notablemente la selección.

La inclusión de los textos originales hizo que, mientras leía el libro, me diese a la tarea de ir constatando cómo la traductora sorteó la dificultad de trasladar al inglés algunas expresiones muy locales. Fue para mí muy divertido hacerlo (y no porque estuviesen mal traducidas ni mucho menos), y comparto aquí con ustedes algunos resultados de mi pesquisa: "una máquina de escribir de ésas del tiempo de „añá Seré" (an extremely quaint typewriter); "el carro se le quedó encangrejado a unas cuadras de allí" (her car's engine had died some blocks away); "¡Cojones! Eso tiene mérito" (Balls to that! It's an achievement isn't it?); "sé que no me perdonaría si yo destimbalo al desgraciado ése" (I know that she wouldn't forgive me if I had knocked the stuffing out of that wretch).

Pero más allá de ese malévolo ejercicio de cotejo, quiero concluir esta reseña con la seriedad debida y me permito hacerles una recomendación: la de que se adentren en Making a Scene… sin prejuicios, es decir, sin juicios previos, y se dejen atrapar por esta estupenda gavilla de cuentos. Su lectura les deparará, les garantizo, una experiencia muy gratificante.

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