www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
Parte 2/2
 
Polemiza, que algo queda (VI)
Jorge Mañach y Fausto Masó sostuvieron una de las primeras confrontaciones de carácter ideológico que se produjeron después de 1959.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Nueva Jersey
 

Al pasar a ocuparse del artículo de Masó, Mañach comenta que "por lo visto, el ser periodista es para el joven Masó un tremendo desmedro, aunque se haya hecho el tipo de periodismo limpio y vigilante que yo he hecho. Y el haberse ganado por oposición una cátedra, después de haber cursado mucho estudio en nuestra Universidad y en dos del extranjero, es otra defraudación, aunque esa cátedra se haya servido con seriedad y dedicación, escribiendo al margen de avatares y para su mejor desempeño toda una Historia de la Filosofía, que es la obra de veinte años, si bien no se ha publicado, en forma de libro, por lo exigentes que son estos arduos empeños".

Se refiere luego Mañach a los señalamientos hechos por Masó a La crisis de la alta cultura en Cuba, "que por cierto, aunque mal me esté decirlo, abrió todo un fecundo período de criticismo cubano". Acerca de la lectura que hace su impugnador, escribe que "sobre todo la censura de nuestra jocosidad sistemática de entonces, la considera el joven Masó una falta de confianza en el pueblo". Y estima que afirmar, "con su claro modo de señalarme", que cuando los intelectuales de su época hablaron de virtudes del pueblo, lucieron falsos (afirmación hecha por Masó), es "una cómoda manera de impugnar".

Mañach dice darse por aludido cuando Masó anota que durante la tiranía de Batista, nuestros intelectuales no ocuparon su puesto y se entretuvieron en dar conferencias en el Instituto de Cultura. Al respecto, escribe: "Yo no sé qué puesto ocupó el señor Masó el 10 de marzo. Sólo sé que yo me situé desde el primer día contra la dictadura en los términos más enérgicos, y ahí están para probarlo no las frases del joven Masó, sino mis innúmeros artículos en el Diario de la Marina y Bohemia, mis polémicas con todos los corifeos del golpe militar; mi discurso en la Escalinata el 26 de mayo de 1952, que sesenta mil personas escucharon; la agresión que sufrí en la Universidad del Aire —junto con no pocos jóvenes, algunos de los cuales, como los doctores Hart y Faustino Pérez, están hoy en el Gobierno—; mi negativa a participar (no obstante todo género de seducciones oficiales) en la celebración del Centenario martiano, en los momentos en que toda la política era un ultraje a Martí, pero honrando, en cambio, al gran patriota en el ámbito libre del Lyceum".

Tras esos testimonios de su actitud durante la dictadura de Batista, Mañach señala que "si lo que el señor Masó tiene más bien in menti es mi falta de acción y de posición en Cuba durante los últimos años del batistato, ya es otro cantar". Y prosigue: "Cuando yo tenía más o menos su edad, participé muy activamente en la lucha revolucionaria contra Machado. Supongo que el señor Masó no esperaría que ahora a mis sesenta años, me fuera a la Sierra, adonde no sé si el señor Masó fue".

En cuanto a las objeciones a su obra, Mañach reconoce que a su impugnador no le falta razón: "Si he enseñado con algún brillo en universidades extranjeras; si he publicado siete u ocho libros y algunos de ellos han alcanzado favorable resonancia; si formo parte, con algunas de las figuras literarias más eminentes de la lengua, del Comité de Honor de la revista Cuadernos, de París; si he escrito en publicaciones extranjeras y hablado en ajenas cátedras ilustres; si una institución como la Universidad de Columbia me invitó a participar en el Bicentenario de su fundación (…) si los intelectuales de España y otros países me han agasajado e ilustres academias me han recibido en su seno —todo eso, y algo más, se ha debido sin duda a una generosidad excesiva, y créame el señor Masó que no lo digo con falsa modestia. La verdad más escueta es que he dado tanto a Cuba desde que tengo una pluma en la mano, me he afanado tanto por sus problemas de cada día, que no me ha quedado tiempo ni energía para la obra mayor que hubiera querido, algunos de cuyos conatos andan detenidos en mis gavetas. Para llegar a ser todo lo que uno sueña, hace falta cierta dosis de egoísmo que a mí me ha faltado".

Finalmente, ruega a Masó que no le vea como estorbo de ninguna pretensión juvenil. Se declara por el contrario amigo de los jóvenes, "que tanto servicio le han rendido ahora a Cuba, sobre todo los que menos hablan". Y termina así su respuesta: "Yo no he vuelto a mi patria a reclamar nada, sino a ayudar como pueda a la Revolución, como lo hice yo en tierra extranjera. Ayudarla incluso, cuando sea menester, con los honrados reparos que a mi condición de ciudadano y mi historia me dan derecho. Lo único que pido es que no me limiten la una ni me empañen la otra. Lamento haber tenido que hablar de mí mismo, sobre todo ahora que a tantos apura salir al proscenio. Por mi parte, esto es punto final".

1. Inicio
2. Al pasar a...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
'La noche de los asesinos': cuarenta años de una premonición
JAIRO RíOS, La Habana
Catorce autoras que cuentan
CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Nueva Jersey
Petit elogio de la traductora
CED, Nueva Jersey
En estas páginas vive nuestra música
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir