www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
   
 
Una voz que no se extingue
Ibrahim Ferrer dio, como pocos, soltura a la interpretación e hizo de la espontaneidad una senda inseparable del son cubano.
por ORIOL PUERTAS, La Habana
 

Una voz curtida. Un semblante alegre. Una huella que no se extingue. Eso deja Ibrahim Ferrer a los cubanos y a todos los amantes de la música nuestra por el mundo. En cualquier esquina habanera o de su natal San Luis o de la caliente y sonera Santiago, y también en Miami o Barcelona, sorprenderá el vigor de un montuno ancestral en una grabación suya, vieja o nueva, con Los Bocucos o Buena Vista Social Club, acompañado de bongó, maraca, clave y tres.

I. Ferrer
Ibrahim Ferrer.

Ibrahim fue y será el desenfado en la música cubana. Porque buenos soneros hubo, gente que abrió un camino, creó escuela y dejó un manantial de seguidores por dondequiera. Soneros a los que más de uno puso y pone por encima de él, quizás por aquello de que quien muere primero lleva la ventaja de la muerte. Pero en realidad muy pocos dotaron de tanto carisma y dieron tanta soltura a la interpretación de nuestros ritmos genuinos, e hicieron de la espontaneidad una senda natural inseparable del son cubano.

Sería bueno incluso recordarlo así, desenvuelto, franco y ocurrente, sobre los tantos escenarios que animó en vida, ahora que se suma al poderoso panteón de las grandes voces que nos faltan, desde Abelardo Barroso hasta Celia Cruz. Recordarlo como mejor se recuerda a los cantantes de ayer y de hoy: poniéndole temperatura a la noche planetaria al compás de viejos surcos, en su caso con Los Bocucos, escuchando o moviendo los pies con El platanal de Bartolo, de Electo Rosell Chepín, o Santa Cecilia, del grande Manuel Corona, o Mañana me voy a Sibanicú, de Faustino Oramas. O con aquel guaguancó llamado Todavía me queda voz, de Emilio Cavailhón, que dice: "Todavía me queda voz, sentimiento y melodía,/ para darle a la gente mía un sabroso guaguancó…".

Entre el silencio y el ostracismo

Con la irrupción del fenómeno Buena Vista Social Club, la anécdota del cantante legendario que en plena jubilación limpiaba zapatos con casi setenta años, antes de volver a un estudio de grabación y de ahí saltar a la fama, dio la vuelta al mundo. Dirían los incrédulos que cómo demonios podía suceder una cosa así. No se enteraban que había una generación entera sumida en el silencio y el ostracismo, que se ganaba la vida cómo podía, haciendo lo que hubiera que hacer.

Revista de prensa: La partida de Ferrer
-"Me siento muy triste porque una vida que termina siempre genera tristeza, pero al mismo tiempo me siento orgulloso de la suerte que Dios me dio de poder ayudarlo a él y a los restantes integrantes del proyecto, para generar una nueva vida, recomenzar una carrera y además poder disfrutarla" (Juan de Marcos González, El Periódico de Cataluña).
-"La música ha perdido a uno de los grandes. La trayectoria del maestro Ibrahim Ferrer ha sido una brillante y dejará sin duda uno de los más importantes legados para futuras generaciones" (Gilberto Santa Rosa,Tropicana FM, Bogotá).
-"Elegante y carismático, dueño de una voz que brillaba con el bolero, Ferrer —el Nat King Cole cubano— se volvió uno de los artistas más admirados de la trouppe (La Tercera, Chile).
-"Con la muerte de Ferrer, la música cubana pierde a uno de sus más puros intérpretes, uno de los artistas que a pesar de su avanzada edad supo rescatar los ritmos tradicionales y recorrer con ellos el mundo" (BBC, Reino Unido).
-"Muy elegante, un sonero de pies a cabeza. Mi generación tomó mucho de él. Ha sido una estrella grande e imperecedera de la música latinoamericana, que destacó no sólo por su voz, sino también por el carisma" (Juan Formell, EFE).
-"La vida le dio otra oportunidad y él se lanzó para alcanzarla. Ibrahim Ferrer ha muerto, pero fue un hombre que volvió de la derrota" (Raúl Rivero, El Mundo, España).

El caso de Ibahim se repetía también en sus "buenos hermanos": el gran pianista Rubén González, Compay Segundo y Manuel Puntillita Licea, los tres ya fallecidos. Y también en el guitarrista Manolo Galbán, el contrabajista Orlando Cachaíto López, el trompetista Manuel Guajiro Mirabal, el percusionista Amadito Valdés, el cantante Pío Leyva y tantos más. Y de otros todavía con menos suerte en su vejez, como Carlos Embale, Lázaro Ross y Octavio Sánchez Cotán, por mencionar tres.

Pero de esto no desean hablar los periódicos cubanos. Es lógico. Son los voceros de la desmemoria. Ahora que esos diarios imponen el recuento de "una vida exitosa", dedicada a enaltecer la gloriosa cultura nacional sin venderse al imperialismo, valdrá tener bien presente el testimonio de los olvidados por un régimen que en aquellos momentos no podía utilizarlos a su antojo. Algo que sí hizo luego, cuando ya Ibrahim era una estrella rutilante en el gran espectáculo del mundo, para montar un show, otro más, contra el gobierno norteamericano por no concederles visas a los cubanos nominados a los Premios Grammy Latinos de 2003, mientras decenas de prisioneros de conciencia cubanos se podrían en las cárceles de Fidel Castro.

Hoy esa estrella se ha apagado. Si olvidamos esos montajes, cual escarceos de duermevela tan cíclicos en la Isla (incluso la noticia de su deceso aparece minimizada por el desborde informativo de no sé cuál festival de jóvenes en Venezuela), nos llegarán las renovadas sonoridades de su voz alegre en Ay, candela, Marieta o Bruca maniguá, y curtida en Herido de sombras, Silencio y Aquellos ojos verdes, rota ya porque ha muerto y llegó la hora de llamarlo dueño de lo inimitable, gurú de la cubanía.

EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
'La noche de los asesinos': cuarenta años de una premonición
JAIRO RíOS, La Habana
Catorce autoras que cuentan
CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Nueva Jersey
Petit elogio de la traductora
CED, Nueva Jersey
En estas páginas vive nuestra música
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir