www.cubaencuentro.com Miércoles, 14 de septiembre de 2005

 
Parte 1/2
 
Petit elogio de la traductora
Por más de tres décadas, Liliane Hasson ha hecho de la difusión de la literatura cubana una fructífera obsesión.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Nueva Jersey
 

La extensa lista de autores cubanos publicados en Francia se ha enriquecido últimamente con la incorporación de sendas novelas de dos de nuestros más importantes narradores: Reinaldo Arenas y Virgilio Piñera. Se trata de Otra vez el mar (Encore une fois la mer, Editions Mille et une nuits, París, 2004) y La carne de René (La chair de René, Calmann-Levy, París, 2005), cuya traducción al francés firma Liliane Hasson.

La Chair

De todas las obras escritas por Arenas, Otra vez el mar fue la que más escollos debió superar antes de que por fin viera la luz, en 1982. Como su autor recuerda en Antes que anochezca, tuvo que reescribirla tres veces, "porque sus manuscritos, como las mismas olas, se perdían incesantemente e iban a parar por una u otra razón a manos de la policía". Novela central del ciclo al que Arenas dio el nombre de pentagonía, Otra vez el mar es un largo poema en prosa donde precisamente se recrean aquellos años de censura, marginación y encierro vividos por él. Armada a partir de una estructura sinfónica, se divide en seis días y seis cantos, en los cuales se mezclan los sueños, el paisaje, el presente, las pesadillas, el pasado y la historia. Sus protagonistas-narradores son un hombre y una mujer que regresan de unas breves vacaciones en la playa, y que entreveran su historia personal con la de las personas que allí se encontraron.

En una reseña que tituló "El mar contra el régimen", Fabienne Dumontet (Le Monde) comentó que ante la belleza de Encore une fois la mer, uno se imagina ingenuamente que el libro de Arenas pudo perderse; que "tras dos confiscaciones sucesivas, el régimen castrista hubiera podido eclipsar esta magnífica novela, al mismo tiempo que enviaba a la cárcel a su autor". Y luego expresa: "Irreverente, lírica, cruda y humorística, vibra de inteligencia y de esa aspiración a la novedad que distingue a la poesía. El panfleto, el himno, el relato, el drama, la epopeya hacen su aparición, gracias a una composición rigurosa que tiene el don de no hacerse notar, para restituir 'la inminencia de estar vivo' en medio de un desastre permanente". Por su parte, Catherine David escribió en Le Nouvel Observateur que se trata de una novela magnífica, en la que la capacidad creadora de este escritor mártir se puede medir "por lo que escribió en su día, bajo los efectos del impacto".

Otra vez el mar es el octavo libro de Arenas que Liliane Hasson traduce al francés. Los anteriores fueron La Loma del Ángel, Meditaciones de Saint-Nazaire, Viaje a La Habana, Adiós a mamá, El color del verano, El asalto y Antes que anochezca. Interrogada en una ocasión sobre cómo hace para hacer inteligible a un lector francés la escritura de Arenas, Hasson respondió: "Se caería en una trampa al querer expresar 'lo exótico' de su lenguaje: exótico para un habanero, cuando le da por usar voces orientales, y hasta propiamente holguineras. No quise optar por el recurso sumamente artificial a un francés 'típico' de Marsella (¿por qué no de Burdeos?), primero porque no es mi lenguaje (soy de formación y cultura parisinas), en segundo lugar porque no hay en Rey ningún deseo de provincialismo, en tercer lugar, para facilitar el acceso a su obra del mayor número de francoparlantes. Aunque de vez en cuando me permito un desliz a mis propias normas. Por ejemplo, para traducir el verbo 'descuarejingar', tan expresivo y sonoro, que Rey emplea en una acepción sui generis, me di el gusto de acudir a un verbo del sur de Francia, escagasser, fonéticamente parecido, y que todos entienden (¿por las películas de Pagnol? ¿por la onomatopeya?)".

Señala que, por el contrario, al traducir La Loma del Ángel no quiso reproducir el patois o créole, el habla de los esclavos. "En cambio, intenté respetar los niveles lingüísticos y las incorrecciones, las imitaciones fonéticas del acento africano —igual de artificiales y convencionales en Cirilo Villaverde y Arenas—, incorrecciones mayores o menores según el locutor (bozal, esclavo doméstico, negro o mulato libre)". Finalmente, acerca de cómo concibe la labor de traducir a Arenas, precisa: "Cada autor tiene su propia idiosincrasia y le corresponde al traductor adaptarse al lenguaje de cada uno, de modo que se reconozca el estilo del autor, no del traductor. Ejercicio que requiere flexibilidad y buena dosis de humildad. En el caso preciso, poder volcar al francés los continuos cambios de nivel lingüístico, muy propios de la narrativa de Rey. Saber detectar los arcaísmos, las parodias y pastiches. Lo que más trabajo me ha costado es el desternillante (o destornillante) pastiche de Lezama en El color del verano, donde procure traducir simultáneamente a Lezama y a Rey… ¡Menuda tarea!".

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