www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 1/3
 
Polemiza, que algo queda (VIII)
El cuestionamiento político y literario del Grupo Orígenes fue el asunto central de una polémica que sostuvieron José A. Baragaño y José Rodríguez Feo.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Nueva Jersey
 

Durante los primeros años que siguieron a 1959, fueron frecuentes los ataques a algunos de los miembros del Grupo Orígenes. Católicos declarados como eran, defensores de una poesía que en aquella coyuntura podía tildarse fácilmente de aristocratizante y versallesca, se convirtieron en el blanco ideal para los autores jóvenes que ansiaban hacer méritos para congraciarse con el régimen recién triunfante. Las aguas del río andaban revueltas y los pescadores de siempre, más oportunistas que oportunos, aprovecharon para sacar partido de ello. En Lunes de Revolución vieron así la luz varios artículos en los que se acusaba a los origenistas de haber sido "la evidencia de nuestro colonialismo literario y nuestro servilismo a viejas formas esclavizantes de la literatura" (Heberto Padilla) y de tener como única virtud la "de ser un modelo negativo: he ahí lo que no debe hacerse" (César Leante).

Boxeo

Aunque la mayoría de aquellos textos se publicaron en ese suplemento cultural, hubo algunos que aparecieron en el propio diario Revolución. Ése fue el caso de "Orígenes: una impostura" (marzo 14 de 1959), que firmaba el poeta José A. Baragaño (1932-1962). El título es un pálido anticipo del contenido, que se inicia con esta dura afirmación: "Cuba ha sufrido durante más de veinte años el impacto de un chantaje (…) En la anteguerra se produjo en nuestro país una vacilación que pretendió convertirse en movimiento; una sensibilidad que no devino conciencia. Ataquemos de frente esa vacilación sensitiva, hablamos del grupo de la revista Orígenes, bajo el imperio de José Lezama Lima". Baragaño pasa luego a precisar que no es de los que niegan el valor de una obra debido a su oscuridad. Está acostumbrado, apunta, a distinguir en la oscuridad de autores como Hölderlin, Trakl, Leautreamont, Artaud. Gracias a ello, expresa, ha aprendido a diferenciar lo que, como en la poesía del autor de La fijeza, es impostura tremenda. Y agrega: "Así es, Lezama, poéticamente, representa la impotencia, porque la oscuridad sólo sirve para transmitir ideas oscuras; Lezama no transmite nada, su escritura es un esfuerzo que termina en fatiga inútil para el escritor y el lector. Lezama es un impotente verbal que no ha comprendido nunca la esencia del lenguaje".

Su juicio, sin embargo, no se limita únicamente a Lezama Lima: "Todo el llamado grupo Orígenes parte de una anulación doctrinal, de una ausencia de estructura, de querer expresar algo que no saben, que no pueden o no llegan a expresar. De lo que surge, por una parte, una vacuidad completa, el caso Vitier: la poesía también tiene horror del vacío. Un sentimentalismo municipal del más grosero, Eliseo Diego; un querer decir lo que no es capaz de decir". Asimismo critica a esos escritores que, en medio de una época de desgarramientos en la cual intelectuales como Sartre, Brecht, Orwell y Picasso asumieron una definida postura ideológica, eludieran el reto que les planteaba la historia, refugiándose en la más absurda de las reacciones: el colonialismo. "Miran hacia atrás, y mirar hacia atrás en Cuba es aceptar la esclavitud y la colonia. Estéticamente son incapaces de comprender los tiempos y se adosan a la poética de don Luis de Góngora, al barroco, a Felipe II, a la hispanidad y su gangrenado imperio".

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