www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/2
 
Paseo con espejo
En el filme 'Suite Habana', de Fernando Pérez, la degeneración del entorno enmarca la degeneración de un sistema enfrascado en su atrincheramiento.
por ALEJANDRO RíOS, Miami
 

Si en Madagascar el director eslavizó, deliberadamente, la tragedia nacional en un tiempo y trascendencia por donde no había transitado el cine cubano, con retablos hieráticos de caracteres desarraigados, al servicio de la ficción, en Suite Habana la especulación ficticia se vuelve testimonio poético sin tener que recurrir a ardides como el enfrentamiento generacional y los desajustes psicológicos de la madre y la hija en su paradigmático cortometraje.

La cámara embrujadora del mejor fotógrafo cubano vivo, Raúl Pérez Ureta, sigue a los personajes reales de Suite Habana a una distancia reverencial. Trata de adentrar los dispositivos de la supervivencia. En su safari minucioso por el monte urbano de la desidia, Fernando Pérez prefirió registrar los silencios, esos instantes insondables del ser humano incapacitado de gritar sus agonías. Para llenar el vacío de la palabra, hizo de la banda sonora con su colaborador habitual, el músico Edesio Alejandro, una suite de sonidos cotidianos.

Los elegidos no son de la nomenclatura política, ni empresarios de nuevo tipo del rampante capitalismo imperfecto que asola la precaria economía. No reciben dólares de familiares y no parecen lidiar con la salvadora bolsa negra, ni con el ámbito tenebroso de la delincuencia criolla. No sueñan con "cumplimientos de tareas", ni con la ubicuidad del líder máximo y su ineficiencia endémica. Las aspiraciones son terrenales, ascéticas y tienen que ver, mayormente, con satisfacciones espirituales o de materia poco pretenciosa.

En Suite Habana la "revolución" es un cartel lumínico desvencijado. El panorama físico de la ciudad es de año cero, de posguerra sin fin. La dignidad de "los olvidados" cubanos recuerda la de Charlot en su contienda por no dejarse amilanar. Hay un aire conspirativo evidente entre las personas que actúan sus vidas con parsimonia delante de la cámara, deseosas de que esas experiencias se conozcan, sin afeites turísticos, en otras latitudes, y del creador paseando "su espejo" por un "camino" de sueños truncos.

Un médico que quiere ser actor y se conforma haciendo de payaso, un liniero de tren que toca el saxofón, un talentoso bailarín empeñado en reparar la casa de su madre, un arquitecto que ahora hace arreglos por cuenta propia; el que se va del país tras una esperanza, una anciana retirada que vende maníes, un viejo profesor de marxismo que quiere salud para vivir, un niño con síndrome de Down, un auxiliar de limpieza que en las noches actúa como travesti, amparado por su propia esposa, son algunos de los protagonistas de Suite Habana.

En reciente entrevista, Fernando Pérez termina siendo más tropológico que su propio filme cuando afirma que "Cuba es un sueño posible y lo será mientras no se mire de forma esquemática". Siendo un poco más específico afirma que Suite Habana trata sobre "personas que reflexionan sobre la vida que les ha tocado vivir y la que quisieran tener".

Su ficción-documental, que recuerda el método inaugurado por Truman Capote con su novela A sangre fría, deja al espectador buena parte del aspecto reflexivo. Lo trata con respeto poco frecuente en la cinematografía contemporánea, para que llegue a sus propias conclusiones. Es por eso que en cada función pública del filme en La Habana, la gente termina llorando y aplaudiendo. Es por lo mismo que en cada casa de Miami, el otro lado del espejo, donde ya circulan copias pirateadas, la gente también llora y no aplaude en espera del milagro que los una, finalmente, en padecimientos y alegrías.

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