www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 1/2
 
Salitre en el corazón
El periodista venezolano Rafael Osío Cabrices recoge en un libro los testimonios de ocho cubanos que cuentan cómo sobreviven bajo el régimen de Castro.
por YAMILA RODRíGUEZ EDUARTE, Caracas
 

Para retratar la desesperanza tómese una foto del mar Caribe golpeando con furia el malecón de La Habana. Parece que se quiere tragar los esqueletos de los edificios, los cráteres de las calles y la tristeza de la gente. Como si el baño de salitre pudiera limpiar las heridas de una isla que naufraga por el peso de un mito que el tiempo y la soberbia volvieron insoportable.

Salitre en el corazón

Esa es la imagen de La Habana que me describió un cubano viejo, tras largos años de exilio. Es un retrato fantasmal que muchos cubanos tienen grabado en sus cabezas. Incluso los que viven dentro de la Isla. De ello dan muestra los testimonios anónimos que recogió en la capital cubana el joven periodista venezolano Rafael Osío Cabrices, para su libro Salitre en el corazón, lanzado hace pocos días en Caracas.

Presentado por la Editorial Debate —que apuesta por lo mejor del periodismo venezolano—, el volumen presenta ocho reportajes testimoniales de cubanos comunes y corrientes, que cuentan cómo sobreviven bajo el régimen de Fidel Castro.

Es un libro de gente "sin nombre", que relata el día a día del cubano, con sus miserias y sus miedos. No falta la desesperanza del que lo perdió todo y lo carcome la angustia sobre lo que pasará cuando el comandante ya no esté. Como telón de fondo están las ruinas de La Habana, donde el hombre nuevo intenta sobrevivir al derrumbe del sistema que lo construyó a golpes de hoz y martillo, como si fuera una máquina.

Los testimonios fueron recogidos durante una visita que hiciera el autor a La Habana, en marzo de 2001, cuando acompañó a una delegación de pacientes venezolanos que iban a curarse a la Isla, como parte de los acuerdos de colaboración entre los gobiernos de Cuba y Venezuela. Ese fue el pretexto. El objetivo real era palpar la realidad —al margen de la propaganda política— que enfrentan los cubanos cotidianamente.

Para lograr su propósito se desprendió de la delegación oficial venezolana, y convivió durante varios días con una familia habanera, que lo acogió como un miembro más.

"Me albergaron por varios días en su casa, y pude tomar nota todo el tiempo de lo que me contaban, lo que cocinaban, lo que hablaban con los vecinos que entraban y salían… Con ellos fui a la farmacia, al mercado, a la playa, a los bares, a las viviendas de otros ciudadanos, y cada hora traía una lluvia de datos, que vibraban en mi libreta…".

En el libro hay espacio para el joven que tiene en su cuarto una sábana pintada con la bandera de Estados Unidos, pero el país al que quiere irse es Canadá. Es un crítico a tiempo completo de Fidel Castro. "Lo que no puedes olvidar aquí es que no eres dueño de tu casa, ni de tu carro, ni de ti mismo, porque en el momento en que te pongas a comer mierda te lo quitan todo. Quiera Dios que el fin del bloqueo me agarre fuera de este país", asegura enfático.

También para un cubano de 50 años, que en 1982 pasó un año sacando tierra de debajo de su casa para construir un refugio antiaéreo, "porque a Fidel se le metió en la cabeza que nos iban a invadir". Hoy lo tiene lleno de mercancías que revende, porque no trabaja para el gobierno. Hace 12 años lo despidieron del Ministerio del Interior, "donde no era más que un chivato".

En el libro abundan las historias de sobrevivencia, en la que la doble moral es uno de los recursos más socorridos. Tal como cuenta un profesor universitario que ha salido cuatro veces del país, invitado por universidades extranjeras. "Me han dejado viajar porque he vuelto, y porque en mi expediente no hay ningún registro de actividad contrarrevolucionaria". Esta persona admite haber participado en todas las actividades colectivas, como las donaciones de sangre y las marchas por Elián, "para no tener problemas, igual que todo el mundo…".

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