www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 1/2
 
Un libro para convocar la pólvora
Ángel Acosta publica 'Cuerpo de época', una obra donde explora el espacio interior de muchos cubanos anónimos.
por DANIEL IGLESIAS KENNEDY, Madrid
 

Ángel Acosta es un resistente, un sufridor acumulativo. Ha vivido toda su vida dentro de Cuba, recibiendo palos. En los años setenta, fue despedido de su empleo como redactor en el periódico Trabajadores. No consiguió terminar su carrera de Periodismo. No está autorizado a escribir —mejor dicho, a publicar— dentro del país. Es un "elemento conflictivo".

Para llenar la cuchara y sacar adelante a su familia, ha tenido que ejercer de plomero, albañil, estibador, sepulturero, vendedor de baratijas en los mercadillos. Menos jinetero y pedigüeño, ha hecho de todo un poco. Con paciencia y estoicismo, ha educado y formado a sus dos hijas que en la actualidad hablan cinco idiomas. Es un cubano básico que resume la normalidad cotidiana de un lugar donde todo está muy difícil. El "brother Angelo" es un sobreviviente.

Pero un hombre que parece hecho de hierro y pedernal también tiene su límite. Quien aguantó cuarenta años de experimentos sociales disparatados, siempre ocupando su puesto en la escala inferior de la cadena alimenticia, llegó un momento en que se le hincharon las narices y alguna otra parte de su cuerpo de época. Entonces explotó. El detonante fue la denegación de una visa. Así de simple. Su hija mayor, casada con un ciudadano canadiense, estaba a punto de parir un hijo en su país de acogida. Envió cartas de invitación a sus padres para que asistieran al parto. Carmen, esposa de Ángel y Doctora en Medicina, recibió el Permiso. A Ángel Acosta se lo denegaron con una explicación muy breve y poco convincente: "Usted no reúne los requisitos".

El resultado de esta última humillación fue Cuerpo de época (1st Books, Bloomington, 2003, 365 Págs.). El lector que se anime a leer este libro debe estar prevenido de que no encontrará un objeto literario convencional. No se trata de una novela, ni de un ensayo; no es un testimonio autobiográfico.

Cuerpo de época no tiene género; es un engendro difícil de clasificar. Es el grito de un hombre que está harto de que le tomen el pelo, el poco pelo canoso que le pueda quedar. Para entendernos, este libro es como la confesión de un viejo amigo que necesita a alguien que escuche su descarga. O que la lea. En ese tono está contado todo, sin coherencia, sin un trazado definido donde ha de desarrollarse una historia. Aquí, ni siquiera hay una historia.

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