www.cubaencuentro.com Jueves, 16 de diciembre de 2004

 
  Parte 1/2
 
Vísceras de una ciudad dormida
Doce minutos de sonidos de un supuesto metro en la capital de la Isla: Alexis Esquivel en la exposición 'Memoria, presente y utopía: La Habana 485 años después'.
por SUSET SáNCHEZ, Madrid
 

Un aniversario más de la fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana, fue el pretexto para la inauguración de la exposición Memoria, presente y utopía: La Habana 485 años después, curada por las historiadoras del arte Onedys Calvo y Ludmila Torres. La muestra, que permanecerá abierta al público hasta el próximo 20 de diciembre en el Convento de San Francisco de Asís, en la Habana Vieja, reúne a casi 30 artistas y obras de disímiles vocaciones estéticas, lenguajes y alcances discursivos.

La Habana
De la pieza Metropia.

Entre los creadores involucrados en el proyecto, sobresalen los nombres de artistas cuyas poéticas han estado vinculadas a una reflexión continua sobre el espacio habanero, y a las connotaciones simbólicas de una ciudad cuya aura mítica persiste en medio del avatar de adversidades que la rodea.

Firmas como las de Guillermo Ramírez Malberti, Arturo Montoto, Yamilis Brito, Julio César Peña, Aisar Jalil y Carlos Garaicoa, demuestran los diversos enfoques desde los cuales la ciudad se convierte en objeto de representación para el arte, y cómo en los predios del mismo se reconstruyen historias, ficciones, costumbres, imaginarios populares y repertorios utópicos, que son los fieles testigos de un contexto físico y social cada día más polémico.

Sin embargo, más allá de una evaluación de la exhibición misma, resulta interesante adentrarse en una de sus propuestas, la pieza Metropia, de Alexis Esquivel. Se trata de una obra que recopila 12 minutos de sonidos de un supuesto metro en la Ciudad de La Habana. Como expresa su autor, "Metropia es un paisaje sonoro de un lugar inconcluso, inalcanzado, es un horizonte deseado y perdido. Al mismo tiempo son las vísceras de una ciudad dormida".

La obra de Esquivel se ha encontrado siempre en la encrucijada entre la mirada al pasado, a la historia, especialmente hacia aquellas huellas dejadas por las narraciones oficiales; y la proyección utópica de un imaginario popular que deconstruye los axiomas del Poder afincados en esos testimonios instituidos. Metropia es, entonces, el resultado de la atenta observación de un sociólogo criollo, instintivo, casi nato, que descubre en la realidad cotidiana los fantasmas pretéritos y las obsesiones del cubano medio, ese que tantos han llamado "el cubano de a pie".

Justamente la apropiación que el artista realiza del fenómeno del "top manta", traza un paralelismo con el mercado negro cubano, y una de sus últimas versiones sofisticadas: el comercio ilícito de discos de música en las calles habaneras.

Paradójicamente, una vez más el mimetismo y la importación de modelos de vida y acciones provenientes de contextos radicalmente diferentes al cubano (lo cual ya forma parte de una suerte de ontología de la réplica nacional, instaurada históricamente a través de las relaciones con la metrópoli española, luego con Estados Unidos y más tarde con la Unión Soviética), deviene caricatura y absurdo.

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