www.cubaencuentro.com Lunes, 27 de diciembre de 2004

 
  Parte 1/2
 
Arreglos de muerte
Accidente, de Juan Abreu. Debolsillo 21, Ed. Mondadori, Barcelona, 2004, 191 pp.
por ANTONIO JOSé PONTE, La Habana
 

Un Pontiac de 1956 y una viandante septuagenaria son los personajes para el accidente del cual se ocupa este libro. La mujer, que perderá la vida, carga lo que en Miami llaman una libra de pan cubano. Lleva húmedo el pelo, recién salida de la ducha y del mercado. Es viuda y su familia se extiende hasta tres hijos cuarentones y dos nietos, más las nueras.

Los tres hijos escriben novelas y dedican las reuniones familiares a leer en voz alta sus obras, a discutirlas, a fantasear acerca de ellas. De tanto en tanto, la madre abandona los enredos de Vidas tronchadas,telenovela cuya trama sigue, para meter baza. En alguna revista ha leído que los editores rechazaron la novela de Marcel Proust y tuvo él mismo que costearse una primera edición. (El dato, aún sin haber leído página de Proust, le sirve para jalear a sus muchachos).

Asiste en primera fila a la presentación de un libro de su primogénito y a la hora del brindis discurre sobre las excelencias de la obra y sobre la precocidad literaria del autor. Recala con toda la familia en el restaurante Versailles, donde, entre dos mordidas a su sandwich cubano, anuncia a sus hijos escritores: "Ustedes lo que necesitan es un Gran Tema".

A ella va a tocarle dictaminar y cubrir esa necesidad, ya que en otra reunión de familia pedirá que, a su muerte, los tres se unan para escribir un libro que la tenga como protagonista. "No una cosa lloriqueante diciendo mentiras de lo buena que yo era y todo eso", les advierte. "Tres hermanos escritores unidos en un libro sobre la pérdida de la madre. ¡Eso es un Gran Tema! ¡Nadie se atreverá a ignorarlos nunca más!". (Los hermanos prometen cumplir tal deseo y libro semejante, si no ese mismo, existe bajo el título Habanera fue, compuesto por los tres Abreu).

Testigo de las reuniones literarias de sus descendientes, la madre diagnostica en ellos la falta de tema relevante y hará coincidir su desaparición futura con el tema buscado. (Nada más proustiano. Para colmo, alcanza su muerte en un episodio de revisitación obsesiva, muere como la Albertine de Proust). Lo mismo que el pelícano en la imaginación emblemática y alquímica, la figura materna de Accidente se abre el cuerpo a picotazos para dar de beber sangre suya a sus pichones.

La literatura cubana tiene, en materia de madres, un polo en la figura devoradora, capaz de denunciar políticamente a su propia descendencia encontrable en Reinaldo Arenas, y polo contrario en la paridora de vida y de sentido que escribiera varias veces José Lezama Lima. Más cercano en temperamento al primero de esos dos autores (Accidente se abre con un epígrafe de Sofócles y otro de Arenas), Juan Abreu ha escrito una madre que podría aparejarse a la Doña Rialta o a la madre de Oppiano Licario en Paradiso. Aunque menos belcantista, la escrita por Abreu no deja de entonar aria de valor casandriano: por la madre canta el Destino.

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