www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de abril de 2005

 
  Parte 1/4
 
Blues de minorías, Habana de sediciones
'Habana Blues' explota una conciencia diferente sobre la vida del cubano, de una Cuba más compleja de lo que habitualmente muestra el cine en estos lares.
por SUSET SáNCHEZ, Madrid
 

Pese al crédito que avala la autoría de Benito Zambrano, el hecho de enfrentar el visionado de una coproducción sobre Cuba dirigida por un extranjero —aun cuando este haya permanecido en la Isla por mucho tiempo, sobre todo en los años más dramáticos de la década de los noventa—, implica sentarse en la butaca con la inquietud de la zozobra, la predisposición y una sensación de estar constantemente a la defensiva.

Habana Blues

Sobran engendros que han traído una marea de estereotipos y comodines exóticos al representar una imagen "pintoresca y ridícula" de la sociedad cubana actual. Composiciones en las que la tragedia colectiva es banalizada hasta convertirse en una caricatura, o las tradiciones de una cultura popular se transfiguran en fetiche mercantil.

Cuba ha sido por bastante tiempo —y continuará siéndolo para la mayoría— plaza sitiada por un poder dictatorial, destino turístico en el que exacerbar apetencias folklóricas y sexuales, una dicotomía geográfica cuyos accidentes irregulares conducen del paraíso veraniego al infierno de la precariedad y el miedo; y lamentablemente para otros que no padecen de cerca esa realidad, el último reducto de una utopía revolucionaria y social.

Esas miradas reduccionistas que provienen del ojo foráneo, no han quedado fuera de las lentes del cine producido sobre el contexto cubano, en el que mucha jinetera, santero, mercado negro, ron, habanos, playas, son, salsa y timba (para gustos), han configurado el escenario para historias elementales de encuentros y desencuentros, viajes escapistas, críticas trivializadas por la intrascendencia de los argumentos rectores —y no es que en Cuba no se vean esos tópicos, sino que Cuba no es sólo eso—.

En resumen, se trata del bochorno de una saga de coproducciones apadrinadas por el ICAIC para lograr solventar a través de ese mecanismo económico una cinematografía nacional carente de infraestructura productiva. El puñetazo en la mejilla de un Instituto que ha pretendido defender un cine nacional reflejo de la nueva sociedad, y que se ha prostituido un poco en cada contrato firmado para coproducir una comedia pedestre que pretende mofarse de los absurdos de una tensa realidad. De buenas intenciones, también está plagado el camino al averno.

Dos perspectivas

Habrían dos maneras esenciales de acercarse a Habana Blues:una, desde un análisis proveniente de la pasión y el sentimiento que conlleva reconocer la dignidad de una obra resultado de la investigación y la vivencia cercana, sincera y solidaria, de su director; otra, desentrañando las metáforas sutiles, sosegadas, sin pretensiones moralistas ni épicas, con que Zambrano retrata una Cuba sin extremos ni radicalismos panfletarios, no condenada a la evidencia de un discurso masificador, donde los tópicos abundan, y mucho menos al pacto incondicional con un poder político que admite la crítica en tanto esta posea espíritu de ave fénix y conduzca a la resurrección.

Congeniar ambas perspectivas resulta harto difícil, se peca de correr sin equilibrio sobre esa cuerda bajo la cual yace a un lado la cursilería y, al otro, la racionalidad aclaradora, pero aburrida y fría.

No obstante, merece la pena advertir sobre la importancia de un filme como Habana Blues, tomando las palabras de Pascual Serrano en el diario El Confidencial: "Zambrano (…) junto con Ernesto Chao, ha escrito un guión correcto y sin artificios, que mezcla con sentido las canciones y las tramas, que no descuida los personajes y que no hace concesiones al sentimentalismo ni al panfleto político, mal que les pese a muchos críticos y tertulianos que comenzarán desde hoy a rugir en sus columnas o por sus micrófonos y pantallas juzgando el destino de un pueblo sin más perspectiva que su propia inquina hacia un sistema político y social fracasado por asfixia, o que su nostalgia de tiempos coloniales españoles o estadounidenses".

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