www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de abril de 2005

 
  Parte 1/2
 
Los Valdés: Cuatro manos y una voz
Bebo, Chucho y Mayra Caridad en el Palau de la Música de Barcelona.
por JORGE IGNACIO PéREZ, Barcelona
 

El sabio refrán popular que reza: "Dios aprieta, pero no ahoga", se cumplió. Aunque parezca imposible, en estos días del funeral del Papa, hay vida en la Tierra. Y humildad mucha, aunque cueste creerlo. Nuestro hombre eterno, vital, lúcido, sencillo y sabio es Bebo, el gran Bebo Valdés.

B. Valdés
Bebo Valdés en el Palau de la Música (Barcelona).

El pasado fin de semana Barcelona le abrió las puertas una vez más. En una ocasión, durante una entrevista en que le preguntaron por su relación con esta ciudad, Bebo sólo hablaba de Carliños Brown, del espectáculo presentado aquí por el músico brasileño durante el pasado Forum Universal de las Culturas, en el que Valdés tomó parte. Y es que nuestro hombre longevo es así de modesto.

El diario La Vanguardia, por su parte, hacía una especie de mano a mano, entrevistándolo a él y a su hijo, horas antes del concierto único programado en el exquisito Palau de la Música. El diseño de la página trazó una línea gráfica divisoria, a la manera de una pared entre dos apartamentos. Bebo dijo que respetaba la opinión de sus hijos, pero no se cortó un pelo para expresar su rechazo a las dictaduras. No volverá "a casa" hasta que Cuba no cambie de gobierno. Valiente.

Tampoco, pensemos, tendrá mucho más que perder después de todo lo que ha dejado atrás en 40 largos años. Una docena de nietos sin conocer, su barrio, sus amigos, o la tumba de sus amigos, o los lugares de él y sus amigos. Después de observar desde lejos, nada menos que desde la fría Estocolmo, cómo su hijo, que se le parece tanto físicamente, ganaba premios y se convertía con todo derecho en uno de los mejores pianistas de jazz del mundo. Después de tener que asumir el rol de observador pasivo, ¿qué circunstancia puede haber en el mundo que le permita la vanidad?

Entre dos pianos de gran cola

Cuando Bebo entró solitario por la izquierda del escenario del Palau, porque fue el primero que salió, jorobado, arrastrando los pies, con su gesto clásico de cruzar los brazos sobre el pecho, portando su sonrisa fácil, daba la impresión que era su hijo Chucho el que aparecía muchos años después. ¡Porque se parecen tanto! Yo, que nunca en mi vida había visto a Bebo, y sí muchas veces a Chucho, sufrí una ilusión óptica.

Bebo es más viejo que el extinto Papa. Tiene unos dedos largos que no atacan el teclado, sino corren alegremente. No se exaspera, se entrega al tiempo ese que no controlamos los otros, se levanta detrás de cada pieza, se inclina con los brazos cruzados, humildemente, sobrado de paz.

Su hijo entró por la derecha del público, un rato después. Para mí que, repito, he visto tantas veces a Chucho en distintas formaciones, también solo, con Irakere, en el rol de figura central, y que siempre lo he considerado comedido, silencioso, se me hacía aguas frente a su padre. Era difícil combinar la imagen, por lo inédita, supongo.

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