www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de abril de 2005

 
  Parte 1/2
 
La fiesta de quince y el kitsch popular
Cirenaica Moreira muestra en su última exposición, 'Sueños húmedos', una crónica de un segmento de la sociedad cubana actual que se debate entre la miseria y la esperanza.
por SUSET SáNCHEZ, Madrid
 

La pasada Bienal de La Habana tuvo entre sus eventos colaterales una acción de la artista Cirenaica Moreira, que consistió en la simulación de una fiesta de quinceañera en la Casa de la Música de Centro Habana.

C. Moreira
De la serie Sueños húmedos (Cirenaica Moreira).

La artista retomó dicho motivo en la exposición Sueños húmedos, presentada recientemente por la galería La Casona, en La Habana. Fotografías e instalaciones recogen un imaginario popular asociado a una celebración que en Cuba ha devenido paradigma de las aspiraciones familiares de la población; y que ha sido objeto de representación en largometrajes (El Vals de la Habana Vieja, 1989, de Luis Felipe Bernaza), cortos (Dos hermanos, 2002, de Tamara Morales) y en la obra de otros artistas visuales como el grupo 609 y Gertrudis Rivalta.

Sin lugar a dudas, la importancia del evento que encarna el arribo de las adolescentes a la edad de 15 años, la metáfora vital que implica un supuesto tránsito de la niñez a la etapa adulta, los festejos relacionados con la fecha como herencia de los intercambios sociales burgueses prerrevolucionarios, son elementos que se han convertido en un rasero de las relaciones mutantes que tienen lugar en el espacio público y privado cubano desde hace más de cuarenta años.

La fiesta de quince sería entonces uno de los tantos signos populares que posibilitan distinguir las fases por las que ha atravesado la revolución cubana y la sociedad insular, momentos que oscilan entre una ficticia sensación de bienestar y las más profundas crisis materiales.

Se trata de un referente que denota una serie de conductas en las que se encuentra afincada la balanza del prestigio social dentro del consciente colectivo; un acontecimiento que ha establecido tradiciones que han perdurado en medio de los avatares económicos que se experimentan. Sólo desvelando la connotación mítica que posee la celebración del decimoquinto aniversario de las muchachas, podría entenderse la persistencia de costumbres como la preparación de una bebida como el "aliñao" tras el nacimiento de las mismas, y que se almacena y conserva frente al paladar lujurioso de los catadores, para ser descorchado únicamente en la fiesta de quince de la homenajeada.

Es una ocasión que posibilita hacer las lecturas tanto de los registros de la cultura popular como de los recorridos de la historia de una nación. En este sentido, Sueños húmedos se convierte en una mirada paradójicamente crítica y enaltecedora de las condiciones sociales y económicas en las que se mantiene la mencionada práctica, que de algún modo simboliza la naturaleza casi imposible de los anhelos secretos interpretados en la humedad de los trayectos oníricos personales. Por un lado, el absurdo sacrificio de las familias, y especialmente de las madres trocadas en heroínas épicas, que anteponen la primacía de un día específico a la angustiosa carrera por la subsistencia cotidiana. Por otro, el reconocimiento a la voluntad del ser humano de no desistir en el empeño de obtener al menos una ínfima porción de felicidad en la consumación de sus pequeñas utopías particulares.

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