www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de abril de 2005

 
  Parte 1/2
 
Amar en alguna parte
La más reciente novela de Eliseo Alberto, 'Esther en alguna parte', finalista del Premio Primavera, se presenta este miércoles en Madrid.
por MIGUEL COSSíO WOODWARD, México D.F.
 

En alguna parte y en cualquier lugar está, escondida en un caracol, la posibilidad de amar y emprender otra vez la aventura de ser. Eso nos dice Eliseo Alberto Diego (Lichi) en su última obra, Esther en alguna parte o El romance de Lino y Larry Pó, finalista de la IX edición del Premio Primavera de Novela, otorgado recientemente en España por la Editorial Espasa Calpe y Ámbito Cultural/El Corte Inglés.

Esther en alguna parte

Este galardón, que se une al Premio Internacional Alfaguara de Novela en 1998 y a otros importantes reconocimientos, muestra la consolidación de un escritor que vive el exilio como un canto de amor a su tierra natal; un poeta que, en la piedra menhir de la página en blanco, cincela palabras de nostalgia infinita por el tiempo perdido y el mañana factible.

Desde su primera novela juvenil, La fogata roja, que mereció el Premio Nacional de la Crítica (Cuba, 1983), y especialmente a partir de La eternidad por fin comienza un lunes, de 1992, Lichi Diego se ha ido convirtiendo en una de las voces más frescas, auténticas y sólidas de la literatura hispanoamericana actual; un autor cuyo registro esencial de cubanía es un rasgo de universal vocación por la vida, más allá de la miseria humana, con independencia de esa especie de holocausto espiritual que generan las dictaduras.

Esther en alguna parte…, que empezará a circular esta semana en una masiva edición española, es una novela de gran originalidad, ubicada en el territorio poco frecuentado de la ciudad de La Habana, donde la tragedia revolucionaria es sólo un telón de fondo, un escenario por el que deambulan los duendes de la memoria y la ensoñación. Allí se conservan, sugiere el autor, las ilusiones sencillas de unos personajes que se niegan a desaparecer, a pesar del irremediable paso del tiempo y el tormentoso devenir de las circunstancias sociales.

Escrita con excelente dominio del lenguaje literario, el texto fluye con agilidad y acertado balance entre la metáfora novedosa y la expresión popular; en el difícil equilibrio entre la poesía y el habla cotidiana de los cubanos; al filo de la elaboración casi filosófica y el juego de la oralidad. La obra se aparta de la cuestión política, a veces maniquea, que marca buena parte de la literatura cubana de los últimos tiempos, aunque en el trasfondo se advierte, como sombra chinesca, la situación actual de la Isla.

No hay aquí un discurso anti o procastrista, sino un magnífico cuadro de la vida elemental, y al mismo tiempo trágica, de dos hombres viejos que se encuentran y entablan una amistad verdadera, un romance viril que momentáneamente les une en el recuerdo y el ansia infatigable de volver a empezar.

Armada sobre las líneas generales de una pieza teatral, la novela rinde homenaje a Virgilio Piñera, uno de los grandes dramaturgos y narradores cubanos contemporáneos. Se trata, en realidad, de una historia de amor, del amor que pudo ser y nunca fue, el que se perdió en la historia cotidiana de la pareja de Lino Catalá y Maruja Sánchez, o el que se quedó en el recuerdo vago que Larry Pó guardó de Esther, su primer amor, en alguna parte, en el hueco infinito de su corazón.

Metáfora del tiempo perdido

Hay en esta obra un planteamiento más profundo, y nostálgico, un afán de recuperar y enaltecer el derecho a la ilusión y al desencanto amoroso en la absurdamente llamada tercera edad. Maruja muere en una última noche de amor y, veinticinco años después, Lino Catalá se encuentra a Larry Pó, un viejo estrafalario que cree en la amistad a primera vista. Larry es sólo una de las máscaras que usa Arístides Antúnez —en realidad un actor mediocre, sin suerte—, o cualquiera de sus otras representaciones, encarnadas siempre por una especie de donjuán criollo que ha tenido numerosas amantes, conquistadas bajo diversos nombres. "Lino, la vida es un simulacro. La verdad es que he amado de cuerpo presente a 68 mujeres, sin contar a Esther. La mitad de ellas se murió y en paz descansa, la mitad de la mitad se fue del país, y la mitad de la mitad de la mitad restante andan perdidas o sé que no quieren verme ni en pintura…".

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