www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de abril de 2005

 
  Parte 1/2
 
Un héroe del Escambray
La novela 'El Caballo de Mayaguara', sometida a la censura, sepulta el mito de la revolución cubana y entierra el (supra)mito de su resurrección.
por EMILIO ICHIKAWA MORíN, Homestead
 

Recientemente compartí el programa A mano limpia, que de 8 a 9 de la noche conduce el periodista dominicano Oscar Haza por el canal 41 de Miami, con el profesor Enrique Patterson y el escritor Osvaldo Navarro, a quien conocí esa misma noche.

No había logrado retener su nombre desde aquellos tiempos en que yo estudiaba en la Universidad de La Habana y él era un escritor con reconocimiento internacional. Pero al final del encuentro, casi a la salida del set, escucho que Navarro había escrito en los años ochenta un libro titulado El Caballo de Mayaguara (Primera Edición, La Habana, 1984), y entonces todo se me aclaró. Como dicen que anhelan los escritores, aunque yo no recordaba el nombre del autor, sí había retenido claramente el título de ese libro suyo (tiene escritos y publicados varios, muchos más).

Sin embargo, el recuerdo de El Caballo de Mayaguara me chocaba con la posición que Navarro había defendido aquella noche en el programa televisivo, que, por demás, se movió al son de un escrito que había publicado cuestionándose el mito y el revolucionarismo martianos. Osvaldo Navarro, precisamente el escritor que había perpetuado el mito de un héroe guerrillero del Escambray, varaba ahora en una radical incredulidad sobre la violencia y la revolución en la historia. Me parecía tan insólita la travesía, que enseguida se me ocurrió releer su libro, el cual me prestó el propio autor en la edición que en 1990 hizo la Editora Política de La Habana.

Esa relectura fue una experiencia singular, casi una aventura, que me reconcilió definitivamente con Osvaldo Navarro.

El Caballo de Mayaguara pertenece a un género literario híbrido, se pasea entre la novela, el cuento, el testimonio, la entrevista; y, sin embargo, a pesar de la versalitidad que exige, es también una técnica de escritura muy difundida en la literatura generada por la revolución cubana.

Esta profusión del mediocamino entre periodismo-literatura-testimonio, que como Navarro han cultivado Norberto Fuentes, Jaime Sarusky, Miguel Barnet, Eduardo Heras León y otros, pudiera tener una de sus causas en la complacencia con que la academia norteamericana, particularmente la de orientación epistémica relativista y política de izquierda, mira este tipo de eclecticismo literario.

Pero pudiera ser también el resultado del manejo de un género de expresión sincronizado con una etapa de la experiencia revolucionaria, donde la riqueza vivencial casi obliga a la cosecha testimonial.

Elementos de juicio

Desde el punto de vista metodológico contextual, las fechas de edición de esta novela (1984 en su primera, 1987 en la segunda y 1990 esta última) contienen en sí mismas importantes elementos de juicio.

Cuando El Caballo de Mayaguara aparece el comunismo cubano de matriz bolchevique, así como la propia Unión Soviética se encuentran, aún sin toda la conciencia del hecho, en un borde terminal. Unos meses más y empezarán las reformas que pondrán fin, al menos explícitamente, al experimento histórico soviético.

Sin embargo, en 1984 (¡el plazo dado por Orwell para la consumación de la "utopía"!), el derrumbe aún no se avizora; por lo que la novela aparece en un momento en que la ortodoxia castrista y comunista mantiene su hermetismo; y si eso es así cuando se publica, lo es aún más cuando Navarro la escribe.

Esta mirada historicista permite entender la osadía de este libro. Resulta que, comparado con otros héroes revolucionarios, El Caballo de Mayaguara, cuyo nombre verdadero es Gustavo Castellón, resulta un personaje demasiado complicado. Con la "mitologización" que hace Navarro de Castellón (él, que está dispuesto a cuestionar el mito mayor de Martí, cede ante el arrojo del guajiro villareño), la iconografía revolucionaria debió sufrir un gran estremecimiento.

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