www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 3/3
 
El libro de la libertad
La más reciente producción literaria de Carlos Alberto Montaner, 'La libertad y sus enemigos', pone el dedo en la llaga a problemas como la educación, el centralismo y el 'Estado ladrón'.
por TOMáS G. MUñOZ, Marbella
 

¿Cómo es posible que el desempleo en Estados Unidos sea del 5 por ciento, y en la UE, algo más del 10 por ciento? Porque en Estados Unidos las condiciones de contratación y despido son flexibles, de manera que las empresas se adaptan al ciclo económico. Y en la UE, los gobiernos y burócratas quieren regular el empleo —dificultan el despido y disminuyen las horas de trabajo para que las empresas contraten más trabajadores. No lo consiguen, pues un director de Recursos Humanos se la va a pensar cien veces antes de asumir un nuevo compromiso de empleo.

En Estados Unidos, las excesivas demandas de la UAW (sindicato de trabajadores de la industria automotriz) han llevado a que las agencias calificadoras de crédito reduzcan a nivel de basura (junk bonds) los títulos de la once almighty (una vez todopoderosa) General Motors. ¿Por qué? Porque la empresa tiene un descubierto de US$ 37,6 millardos  en pasivo pensional. Y en cada vehículo producido por la GM hay una carga de seguro médico de 1.000 dólares.

Volvemos a Europa. Para proteger la venta de bananos que emanan de sus antiguas colonias o actuales dependencias, la UE impuso en 1991 un sistema de cuotas a los productores de Centro y Suramérica, que ahora será sustituido por un régimen de aranceles altos. ¿Quién paga? El consumidor europeo. Un kilo de bananos cuesta seis veces más en Ámsterdam que en Bogotá.

En Bolivia, los movimientos indigenistas quieren que sus riquezas naturales regresen a Pachamama, diosa de la Tierra y esposa de Inti, el dios del Sol: así, el hallazgo de importantes depósitos de litio (mineral de múltiples usos en la aviación, la metalúrgica y la energética) no ha recibido atención, porque, dicen los indigenistas, esa riqueza pertenece a la diosa. Y, la nacionalización de la industria de hidrocarburos se vislumbra en el horizonte. Si eso sucede, Àcómo financiará Bolivia las ingentes inversiones que requiere esa industria?

Educación y corrupción

La cuarta sección discurre sobre el alucinante contraste entre los países de ingreso alto y los demás, cuando se trata de educación y democracia: los países de ingresos altos destinan más recursos a la educación, tanto en términos relativos como absolutos. En el período de 1990-1999, el gasto per cápita ascendió a casi 1.200 dólares al año, o tal vez el doble si se considera que la población educanda es alrededor del 50 por ciento del total. No es una coincidencia que el ingreso per cápita de estas economías haya promediado un 80,3 por ciento del total mundial en aquellos nueve años.

Las exiguas inversiones en educación a nivel de países de ingresos bajos seguramente no alcanzan para nada. La apuesta por la educación en los países de ingreso alto —anualmente, 74 veces más que la de los ingresos bajos— explica por qué los pobres se quedan más y más relegados.

¿Quién tiene la culpa? El "Estado Ladrón", para comenzar. Mientras los 30 países más ricos del planeta son democracias, una buena parte de los regímenes de países de ingresos bajos son dictaduras envueltas en conflictos internos. En todo caso, la corrupción permea todas las capas de sus sociedades, y por tanto, parte de los fondos destinados a la educación —propios o en forma de ayuda externa— paran en los bolsillos de las clases dirigentes. En su informe de junio de 2005, Transparency International (una ONG que vigila y disemina el nivel de corrupción mundial) dice que "hay una estrecha relación entre pobreza y corrupción: cuanto más pobre un país, más sucio suele ser".

También es culpable la comunidad pensante —personas u organizaciones, locales o internacionales—, que no protesta tan alto como debe, y al invertir una nimiedad en la educación se desentiende del tema. Es necesario que en púlpitos y claustros se hable más contundentemente sobre el tema social: a los ricos, recordarles sus obligaciones hacia los menos afortunados; a los pobres, no azuzarlos con la verba de que los ricos son malos. En la Iglesia debería haber más doctores en Economía: ¿con qué autoridad puede hablar si no saben cómo se crea un empleo, qué son la inflación y el déficit público, o cuáles factores influyen en el desarrollo, el crecimiento y la producción?

Dicho esto, es una pena que La libertad y sus enemigos no haya estado salpicado de cuadros estadísticos y gráficos, pero dejo esto a los ingratos que sólo se fijan en las manchas del sol. Pena, igualmente, tratar de encomendar este libro como lectura de cabecera a los Chávez, Morales, Kirchner y los sospechosos usuales. Les mancharía sus ojos.

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